El mejor término para describir el estado actual de la Iglesia es confusión, que tiene su origen en la falta de respeto a la verdad. Cada uno de nosotros, según su vocación en la vida y sus dones particulares, tiene la obligación de disipar la confusión y manifestar la luz que sólo proviene de Cristo. Existe una confusión sobre la propia naturaleza de la Iglesia y su relación con el mundo. Sólo mediante el Bautismo se llega a ser hijo de Dios, y no es cierto que Dios quiera una pluralidad de religiones.