Tres Papas y la lenta transición en Cuba

Tres Papas y la lenta transición en Cuba

Por qué el Vaticano ha sido importante en la historia reciente de la isla caribeña. Desde el histórico viaje de san Juan Pablo II hasta el de sus dos sucesores: el papel de la Iglesia católica y de la Santa Sede en La Habana.

ANDREA TORNIELLICIUDAD DEL VATICANO

En los últimos dos años la diplomacia y el diálogo entre la Iglesia y el gobierno se han entrelazado en La Habana. Como se sabe, fue fundamental el papel discreto de la Santa Sede, que ofreció su territorio neutro en el Vaticano para que madurara el «deshielo» entre el gobierno cubano y el gobierno estadounidense. Y justamente en La Habana, en donde Francisco aterrizó en dos ocasiones en cinco meses (la primera en septiembre de 2015 y la segunda en febrero de 2016) fue el lugar del primer histórico encuentro entre el Obispo de Roma y u Patriarca de Moscú.

La Iglesia católica ha jugado un papel significativo en el lento y a veces contradictorio proceso de apertura del régimen cubano. El cardenal Ortega y Alamino, que se retiró hace pocos meses, nunca se contrapuso con mala cara sino que sacó adelante un diálogo paciente y difícil, que llevó a una lenta distensión y a la histórica visita del ya anciano y enfermo Papa Wojtyla a la isla caribeña, en donde lo recibió con todos los honores el Líder Máximo Fidel Castro. Era enero de 1998 y al llegar a La Habana Juan Pablo II dijo: «Que pueda Cuba abrirse con todas sus magníficas posibilidades al mundo y que pueda el mundo abrirse a Cuba». El Papa pedía para la Iglesia la posibilidad de desempeñar su misión y la libertad de educación, pedía también mayor libertad para el pueblo, pero también el fin del embargo estadounidense. Después de la visita de Wojtyla, Fidel Castro restableció la Navidad como fiesta civil.

En marzo de 2012, Benedicto XVI fue el segundo Papa que visitó la isla. Fidel ya no estaba en el poder, pues guiaba al país su hermano Raúl. Ratzinger se reunió con el Líder Máximo en la nunciatura. Mientras conversaban, Castro le pidió que le aconsejara algún buen libro. Después de la visita de Benedicto XVI, Raúl concedió que el Viernes Santo volviera a ser una fiesta civil. Con la llegada de Francisco, el primer Papa latinoamericano, las relaciones se han intensificado. El Papa que habla muy a menudo sobre los pobres y sobre los últimos prosigue con la línea del enfoque multilateral sobre los problemas del mundo y la acompaña con la diplomacia vaticana, que se ha convertido en un interlocutor importante. En una época en la que para muchos, en varios niveles, las palabras «diálogo» y «diplomacia» equivalen a ingenuidad inconcluyente (cuando no malas palabras), el mensaje que llega desde las Américas con el «deshielo» entre Estados Unidos y Cuba es enormemente significativo.

Papa Francisco habla sobre la diplomacia como de un «trabajo de pasos pequeños» que acerca a los pueblos y siembra fraternidad y paz. El «deshielo» con Estados Unidos se dio porque Raúl Castro y Barack Obama estaban listos. Pero se necesitaba un terreno neutral y una persona que fuera garante. Francisco dijo que sí. Durante meses, con absoluta discreción, se llevaron a cabo las negociaciones bajo la sombra del «Cupolone» de San Pedro, propiciadas por la diplomacia vaticana dirigida por el cardenal Secretario de Estado Pietro Parolin.

En los últimos años se habían ido intensificando las visitas de exponentes vaticanos a Cuba, empezando por el entonces Secretario de Estado, Tarcisio Bertone. Además, Papa Francisco cuenta ahora entre sus más cercanos colaboradores a eclesiásticos que pasaron por La Habana: el cardenal Prefecto de la Congregación del Clero, Beniamino Stella, fue nuncio en la isla caribeña. Lo mismo que el Sustituto para la Secretaría de Estado, Angelo Becciu.

Los viajes de los Papas, las misas celebradas en la Plaza de la Revolución (con las gigantografías de José Martí y Ernesto «Che» Guevara como telón de fondo) y el compromiso de la Iglesia católica cubana han favorecido el diálogo entre las partes y también el diálogo en las comunidades. En septiembre de 2015, durante la primera etapa del viaje a Cuba y Estados Unidos (Francisco quiso entrar a Estados Unidos justamente desde Cuba), el Papa se reunió con Fidel Castro, pero esta vez en su casa, con sus familiares. Como habíamos recordado, en 2012, al final del encuentro con Papa Ratzinger, Fidel Castro le había pedido al Pontífice consejos sobre qué leer. Francisco se acordaba perfectamente y le había llevado como regalo a Fidel dos libros de don Alessandro Pronzato, sacerdote experto en catequesis: el primero, titulado «Nuestra boca se abrió a la sonrisa. Humorismo y fe», está dedicado al buen humor y a la alegría como elementos importantes de la vida espiritual; el segundo se llama «Evangelios incómodos». Además, el Papa le regaló otro libro y un CD con las homilías del padre Armando Llorente, jesuita que murió en el exilio en Miami y que fue profesor de Castro en el Colegio de Belén, además de los textos de la exhortación apostólica «Evangelii gaudium» y de la encíclica «Laudato si’».

Entre otras cosas Fidel y Francisco hablaron sobre la defensa del medio ambiente y sobre «los grandes problemas del mundo contemporáneo». Castro recordó su pasado como estudiante en la escuela de los jesuitas e insistió en todo el trabajo que les ponían. Después le regaló al Pontífice el libro «Fidel y la Religión», con una dedicatoria personal: «Para Papa Francisco, en ocasión de su fraterna visita a Cuba».

Claro, a Bergoglio, como a sus predecesores, no se le concedió tener encuentro con los disidentes. Pero Francisco había recibido, antes del viaje, en el Vaticano a la viuda del disidente cubano Oswaldo Payá, que falleció en un supuesto accidente en julio de 2012. Los tres últimos Papas, como sea, han tratado de favorecer la transición cubana y la lenta apertura del país, prefiriendo el diálogo, la paciencia y la política de los pequeños pasos.

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