Para las ciencias sociales y para el pensamiento y la acción política, el lugar del pueblo en la toma de decisiones que afecten a la comunidad es un tema central.
Ya la Biblia y los clásicos griegos consideraban el papel de la voz del pueblo (“vox populi, vox dei”) y para san Pedro la redención transforma radicalmente el papel del pueblo: “ustedes que en un tiempo no eran pueblo y que ahora son el pueblo de Dios… ahora son compadecidos”.
Quizás desde el punto de vista del desarrollo del pensamiento, durante el Siglo de Oro español, antes de que España se “europeizara” y comenzará su decadencia, la escuela de Salamanca en los trabajos de Suarez y de Vitoria, constituyeron un aporte de pensamiento fundamental.
Así aparece el “derecho de gentes” y la valoración del papel del pueblo. Mientras que para la escuela inglesa el poder de los reyes venía de Dios, para esta escuela, el pueblo es el receptor de la soberanía que viene de Dios y quien se lo confiere (y puede retirárselo) a los gobernantes.
Desde el punto de vista de las ciencias sociales y como hoy la realidad de la pandemia confirma, es central aquella aseveración de que “solo el pueblo salvará al pueblo”, expresada en lo que el presidente Perón había calificado como la primera verdad de su pensamiento “la verdadera democracia consiste en que el gobierno haga solamente lo que el pueblo quiere y defienda un solo interés: el del pueblo” (Discurso del 15/4/53, en coincidencia con lo expresado además en La Comunidad Organizada).
Dicho de otra manera, los pueblos son conscientes de que nadie se salva solo, en consecuencia siempre trabajan por el bien común, mientras que quienes anteponen sus propios intereses al bien común, se convierten en el “antipueblo” (o sea en lo que los griegos denominaron “la oligarquía”).
El papa Francisco, como todo gran líder y pensador, desarrolla los conceptos centrales de la doctrina en forma reiterada para que puedan ser comprendidos e internalizados por las grandes mayorías populares. En su encíclica Fratelli Tutti, manifiesta que: “Cada uno es plenamente persona cuando pertenece a un pueblo”, agregando de inmediato que “…hoy se pretende reducir las personas a individuos, fácilmente dominables por poderes que miran a intereses espurios.”
En el mismo sentido destaca que “El intento por hacer desaparecer del lenguaje esta categoría (pueblo) podría llevar a eliminar la misma palabra “democracia” —es decir: el “gobierno del pueblo”—. No obstante, si no se quiere afirmar que la sociedad es más que la mera suma de los individuos, se necesita la palabra “pueblo”. Abundando en el tema, en el mismo trabajo manifiesta que “La categoría de pueblo, que incorpora una valoración positiva de los lazos comunitarios y culturales, suele ser rechazada por las visiones liberales individualistas, donde la sociedad es considerada una mera suma de intereses que coexisten. Hablan de respeto a las libertades, pero sin la raíz de una narrativa común.”
A comienzos de este año, en su comunicación al presidente del CELAM, convocando la primera “Asamblea del Pueblo de Dios” en un breve mensaje que dura 2 minutos 20 segundos y contiene 294 palabras, utiliza el término “Pueblo” en 8 oportunidades, la palabra “asamblea” 4 veces y (críticamente) el concepto élite 3 veces.
Y en continuidad con su prédica, le envía al Pueblo Argentino un saludo pascual por medio de la Red Generación Francisco y del padre Pepe Di Paola, donde afirma que “cuando falta la consulta al pueblo, falta la soberanía.”
Hace esto refiriéndose a las decisiones de los párrocos y obispos y también a la de los políticos y gobernantes.
En la mencionada comunicación a Generación Francisco destaca “el gesto del Padre Pepe de haber gatillado este recurso de consultar al pueblo, pueblo soberano”, agregando que “No se olviden. Nunca uno se equivoca si consulta al pueblo, en el orden civil siempre y nunca uno se equivoca si consulta al santo pueblo fiel de Dios en la Iglesia.”
Pienso yo, cuántos errores se cometen en las instituciones, en la Iglesia y en el accionar político por negarse a consultar al pueblo, por concentrar de manera ilegal e ilegítima la voluntad y los recursos de los pueblos.
La dictadura instaurada en 1976, destruyó los lazos institucionales de nuestra comunidad, rompió el tejido social, realizó un proceso de des-sindicalización y de destrucción de la unidad del empresariado Pyme, condenó a grandes sectores a trabajos marginales que hoy están revalorizándose por la organización de los trabajadores de la “economía social”, es decir quebró la primera y fundamental de las leyes de la convivencia humana, consultar al pueblo y destruir la comunidad organizada. Lo más grave es que esto continuó en democracia.
Cuán distinta sería la realidad de los argentinos si los poderes económicos y políticos tuvieran en cuenta la voluntad popular y la consultaran, desde para decidir cuestiones que hacen a la vida y la muerte de muchas personas, como es el caso de la ley del aborto, hasta el endeudamiento fraudulento, pasando por la política económica y todas las medidas que hacen a vida de nuestra comunidad.
En definitiva, para todos los que tienen capacidad de decisión, tanto económica, social, religiosa o política, no se olviden que la voz del pueblo es la voz de Dios y así no solo no se equivocarán, sino que sentirán el reconocimiento y afecto del pueblo.
Lic. Jorge Benedetti
Sociólogo, integrante de Generación Francisco
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