Pésaj, cuatro reflexiones sobre la fe, la duda y la libertad

Pésaj, cuatro reflexiones sobre la fe, la duda y la libertad

Las festividades judías no son sólo para conmemorar eventos de la historia judía, deben ser una vivencia que se abra a nuestro presente. Cada año deben traernos nuevos aprendizajes, ayudarnos a desarrollar nuestra espiritualidad y conocernos con mayor profundidad. Son un momento que nos damos para reconocer el presente y aprender sobre la dirección que queremos dar a nuestra vida, antes que un festejo son también un reto. Las siguientes reflexiones tocan algunos de los temas y aprendizajes más importantes que he tenido en Pésaj.

La duda

En ciertos momentos se nos dice que importa más tener las preguntas adecuadas que las respuestas y la verdad es que esto es cierto para casi cualquier averiguación humana que sea hecha con sinceridad. Nuestro primer acercamiento a la realidad siempre parte de preguntas antes de respuestas ¿qué hace a esto ser así? ¿por qué las cosas suceden de esta manera? Es a través de las dudas que tenemos que nuestra averiguación se vuelve personal e íntima, sin un primer interés al tema a tratar la información que obtenemos jamás se volvería propia. Por eso la duda es básica para el fortalecimiento de la fe, porque es el inicio de una relación personal con D-os.

En Pésaj celebramos el Éxodo de Egipto y la Revelación de D-os al mundo, pero antes de partir de respuestas tradicionales o dadas, la Hagadá de Pésaj (el texto tradicional de la cena de Pésaj) nos impulsa a hacer preguntas, esconde las verdades reveladas y la memoria de ellas como tal para empujarnos a preguntar. Hoy en día ya no tenemos milagros, por ende lo que más se acerca a nuestra realidad es aceptar el desconocimiento de las cosas y el acercamiento a D-os a través de verdades personales y los misterios que llenan de belleza el mundo y la tradición en la que vivimos.

La memoria

Otro elemento que me parece hermoso de la festividad es la trasmisión de la memoria como se plantea. Tradicionalmente las cuatro preguntas típicas de la Hagadá las hace el hijo más pequeño al padre, ese momento representa el paso de la tradición entre generaciones. Finalmente el judaísmo se entiende como la tradición que recibimos de nuestros padres y Pésaj es la festividad donde celebramos ese paso. Eso implica que las preguntas que nos hacemos individualmente en el seder son el centro de nuestra trasmisión histórica. Me parece bellísimo porque implica que la memoria de la tradición judía toma vida nueva con cada año que pasa y con cada persona que se sienta a un seder nuevamente; la pregunta por necesidad se abre a la individualidad, por lo tanto la tradición judía se trasmite a través del involucramiento y el crecimiento del individuo.

Algo que me parece sumamente poético también es que con los años volvemos a encontrarnos con las mismas preguntas, con el mismo seder año con año. Sin embargo, las respuestas y formas de responderlas que tenemos son distintas; aunque el rito sea el mismo, nuestra realidad es otra y la Hagadá año con año nos da esa nueva forma de acercarnos.

La libertad

Algo que siempre me ha parecido fascinante de Pésaj es la forma en la que se habla de la libertad porque la retrata con varios matices. En primer lugar se nos habla de que existen varias formas de libertad, la más básica la corporal, que uno pueda decidir que hacer con su su cuerpo y con su tiempo; pero también existe la libertad que la plenitud y la sintonía con el mundo traen, la libertad que viene cuando uno tiene voluntad individual y decide obedecerla; la libertad de escoger nuestro futuro de hacernos responsables de nuestras acciones y sus consecuencias. En un mundo donde nuestras acciones son irrelevantes, no existe libertad como tal porque nada de lo que hagamos tendrá un efecto; no hay forma de crear una individualidad. En Pésaj también se habla mucho del peso de la libertad.

El ser libre implica que todo lo hagamos recaiga sobre nuestros hombros, que el dolor que vivimos sea efecto de nuestros errores. Existe cierta amargura en la libertad y esta realidad es retratada también en los símbolos de Pésaj: el maror y la matzá. Representan la amargura de la esclavitud sin embargo, en la Hagadá cuando preguntamos sobre ellos su significado se vuelve difuso y también son los alimentos que se comen en el sacrificio de Pésaj; pueden también representar la amargura de la libertad y la amargura de seguir a D-os.

El autocontrol

Muchas veces para lograr lo que queremos en la vida necesitamos aprender a limitar ciertos comportamientos y disciplinar otros, ésta también es una forma de libertad que nace cuando escogemos el reto al cual nos enfrentamos. Una de las prácticas que más me gustan de Pésaj precisamente es la limitación que hay sobre ciertos alimentos, porque me permite conocer el nivel de mi deseo y conocer la fuerza que nace en el interior cuando uno decide limitarse. Hay un placer muy grande en el autocontrol que cuando se fomenta de forma positiva es benéfico.

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