Carta pastoral del Card. Juan José Omella: «Un oasis de misericordia»

Carta pastoral del Card. Juan José Omella: «Un oasis de misericordia»

Hace unos días, leí una anécdota sobre una religiosa enferma de Covid-19, contada por un fraile que trabaja en el servicio religioso de un hospital. Debido a su estado, esta hermana fue trasladada urgentemente desde su comunidad hasta el hospital. Por esta razón, no pudo llevarse algunas cosas que usaba a diario: sus gafas, su rosario y una pequeña cruz que siempre llevaba encima.

Eran los peores días de la pandemia. Los hospitales estaban colapsados y las visitas a los enfermos eran muy restringidas. Una mañana, pocos días antes de morir, la religiosa pidió a una enfermera si le podía conseguir una pequeña cruz. La enfermera, al no encontrar ninguna cruz en su despacho, buscó una por internet, la imprimió y la colgó en la pared de la habitación de la enferma. Aquel gesto tan bonito y sencillo llenó de paz y alegría a la religiosa. Y todo gracias a una persona sensible que tenía claro que hay que ponerse siempre del lado de los que sufren.

La Cuaresma es un tiempo para dar limosna. Y qué mejor limosna que tratar con delicadeza y amor a las personas enfermas, tal como lo hizo esta enfermera. El papa Francisco, en su mensaje de Cuaresma de este año, nos anima a tratar con ternura a los enfermos. Nos pide que ofrezcamos palabras de confianza a los necesitados, para que sientan que Dios los ama con un amor entrañable.

El Evangelio nos muestra muchos momentos en los que Jesús cura a los enfermos. El Evangelio según san Marcos recoge un episodio en que un día Jesús predicaba en una casa y se le acercaron cuatro personas que llevaban a un paralítico en una camilla. Jesús, en cuanto les vio, interrumpió la predicación para atender al enfermo, se dirigió a él con ternura y le liberó del mal que le hacía sufrir (cf. Mc 2, 1-12).

En ese relato se narra que, como había tanta gente en aquella casa, los acompañantes del enfermo hicieron un agujero en el tejado, descolgaron la camilla y presentaron el paralítico a Jesús. Los acompañantes de este paralítico podemos ser cada uno de nosotros, cuando tratamos de ayudar a nuestro hermano enfermo y vulnerable y lo acercamos al Señor.

Jesús nos enseña que ningún enfermo debería sentir que es una carga para los demás. No podemos arrinconar a las personas que han perdido la salud. Es por ello que Dios nos llama a mirar con cariño a los que sufren, a captar sus necesidades y a ser para ellos, tal como dice el Papa, un «oasis de misericordia» (Misericordiae vultus, 12).

Para estar al lado de los enfermos, a veces basta tan solo con pequeños gestos de afecto. Aunque la situación sanitaria que estamos viviendo nos impide acercarnos físicamente a los demás, siempre podemos acompañar a los enfermos con nuestra oración, con una llamada telefónica, con una carta, con una videoconferencia, con una sonrisa o palabra amable.

Queridos hermanos y hermanas, que María, salud de los enfermos, nos ayude a cuidarnos los unos a los otros. Que la Virgen, Madre de misericordia, nos anime a estar siempre al lado de los que sufren y de sus familias.

 

 

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