En la homilía de la misa en la Plaza de San Pedro, el Papa dijo que "son las familias las que generan el futuro de los pueblos". Además, reivindicó el matrimonio como "el modelo de verdadero amor entre el hombre y la mujer: amor total, fiel y fecundo".
En la multitudinaria y entusiasta celebración del jubileo de las familias en la Plaza de San Pedro y en el marco de la crisis que sufre lo que la Iglesia considera la “célula básica de la sociedad”, el Papa León XIV destacó que “son las familias las que generan el futuro de los pueblos”, y señaló que el matrimonio “no es un ideal, sino el modelo del verdadero amor entre el hombre y la mujer: amor total, fiel y fecundo”.
Fue la segunda vez desde que inició su pontificado que insistió en que el matrimonio es entre el varón y la mujer ratificando la enseñanza tradicional de la Iglesia y marcado una diferencia con el movimiento LGTB que lo reivindica para personas del mismo sexo, más allá de que el Papa Francisco aceptaba la unión civil que garantiza aspectos como la obra social, la pensión y la herencia.
Al llegar a la plaza, León XIV saludó con gestos de ternura desde el papamóvil a niños que le acercaban, bendijo a padres y madres y acarició a ancianos que conmovidos extendían sus manos tras lo cual presidió la misa en cuya homilía subrayó la importancia de la unidad, el 'uno unum' de San Agustín, como clave de bóveda de la Iglesia, de la sociedad y de la vida familia.
En el día de la festividad de la Ascensión del Señor, León XIV dijo: “Todos hemos recibido la vida antes de quererla” y añadió que especialmente los más pequeños necesitan de los demás para vivir, porque “nadie puede hacerlo solo. Vivimos –dijo- "gracias a una relación, es decir, a un vínculo libre y liberador de humanidad y cuidado mutuo".
Desde esa visión profundamente relacional del ser humano, se sumergió en el Evangelio de San Juan para destacar la oración de Jesús en la Última Cena, donde el Señor pide al Padre que “todos sean uno”. No se trata de una fusión impersonal, aclaró el Santo Padre, sino de una comunión viva que nace del amor con que Dios ama: un amor que une sin aplastar, que salva sin imponer, que construye comunidad sin borrar la diferencia.
“La unidad por la que Jesús ora es un don”, precisó, “y es desde su corazón humano que el Hijo de Dios se dirige al Padre diciendo: ‘Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno’”. Ese amor divino, aseguró León XIV, es más fuerte que cualquier herida, incluso las provocadas cuando la libertad se invoca para quitar vida o dividir.
En este contexto, el Papa hizo un llamado urgente a redescubrir la vocación de la familia como santuario del amor fiel y fecundo. Citó con entusiasmo a matrimonios canonizados juntos, como los santos Luis y Celia Martin o los mártires polacos Ulma, para sostener que “el matrimonio no es un ideal inalcanzable, sino el modelo concreto del amor entre el hombre y la mujer”. Y subrayó: "Ese amor, al hacerlos ‘una sola carne’, los capacita para dar vida, a imagen de Dios".
A los esposos, el Papa les pidió ser ejemplo de coherencia para sus hijos; a los niños, gratitud hacia quienes les dieron la vida; y a los abuelos y ancianos, una vigilia amorosa llena de sabiduría. "En la familia, la fe se transmite como el pan en la mesa y los afectos del corazón", dijo.
Finalmente, el Obispo de Roma alzó la mirada hacia el horizonte eterno, recordando que un día seremos todos "uno" (In illo uno unum), una sola cosa en Dios. "No sólo nosotros —afirmó—, sino también los que ya nos han precedido en la luz de su Pascua". Su mensaje concluyó con un gesto de esperanza y un eco profético: que las familias, unidas en su diversidad, sean el signo de paz que el mundo necesita.
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