El 13 de mayo de 1992, el Papa Juan Pablo II instituyó el 11 de febrero Jornada Mundial del Enfermo.
La celebración anual de la jornada tiene como objetivo, sensibilizar al Pueblo de Dios y, por consiguiente, a las varias instituciones sanitarias católicas y a la misma sociedad civil, ante la necesidad de asegurar la mejor asistencia posible a los enfermos: ayudar al enfermo a valorar, en el plano humano y sobre todo en el sobrenatural, el sufrimiento; hacer que se comprometan en la pastoral sanitaria de manera especial las diócesis, las comunidades cristianas y las familias religiosas; favorecer el compromiso cada vez más valioso del voluntariado, recordar la importancia de la formación espiritual y moral de los agentes sanitarios y, por último, hacer que los sacerdotes diocesanos y regulares, así como cuantos viven y trabajan junto a los que sufren, comprendan mejor la importancia de la asistencia religiosa a los enfermos.
Hay muchas acciones que emprender o potenciar, pero ante todo es preciso comprometer toda la fuerza evangelizadora que le dé sentido y solución al dolor, al sufrimiento, a la enfermedad, en el contexto de la salvación integral. Para este año, la “XXIII Jornada Mundial de los Enfermos”, el lema es “Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies”.
En su mensaje de este año el Papa Francisco se inspira en el libro de Job y explica que, la sabiduría de la que habla el lema de este año debe ser entendida desde la perspectiva de la “sapientia cordis”, es decir, la sabiduría del corazón que ”no es un conocimiento teórico, abstracto o fruto de razonamientos”, sino una ”actitud infundida por el Espíritu Santo en la mente y en el corazón de quien sabe abrirse al sufrimiento de los hermanos y reconoce en ellos la imagen de Dios”.
Para aportar una reflexión al respecto, en Entre Nosotros, conversamos con el padre Gustavo Hernandez asesor de la Pastoral de la Salud de la Diócesis de Bariloche.
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