Una vitalidad que asombra a su entorno

Una vitalidad que asombra a su entorno

En la intimidad, sus colaboradores están sorprendidos por la energía de Francisco

ASUNCIÓN (De una enviada especial).- En la intimidad del papa Francisco reina la sorpresa. Aunque todos sabían que al volver a su continente iba a estar "en su salsa" y que en otros viajes muy largos había ostentado una forma increíble, su paso por los 2800 metros de Quito, su descenso a Guayaquil, su prueba de los 4000 metros en La Paz, su nuevo descenso a los 400 metros de Santa Cruz de la Sierra y luego otro al nivel del mar, a esta ciudad, dejaron a todos boquiabiertos.

"Ni yo sé de dónde me sale esta energía, que hace dos años no tenía", le dijo Francisco al padre Federico Lombardi hace unos días, cuando éste le preguntó si no estaba cansado.

El entorno de Francisco está asombrado por esa fuerza extraordinaria que está demostrando en este "tour de force", que está dejando agotado a su equipo. "El amor de la gente, que es una fuerza espiritual, como escribió en la exhortación apostólica Evangelii gaudium, es lo que le da fuerza", dijo a LA NACION el padre Guillermo Ortiz, jesuita y viejo alumno de Jorge Bergoglio, responsable de la edición en español de la Radio Vaticana.

El lunes pasado, el padre Ortiz compartió con el Papa un almuerzo junto a otros 20 jesuitas en un colegio de Guayaquil donde se reencontró con viejos amigos. "Lo vi muy sereno, tranquilo. Hablaba, escuchaba, se sentía en su casa, con su familia", contó. "Francisco sin la gente no es nada. Desde que lo conozco, cuando fui a pedir entrar en la Compañía de Jesús, a los 17 años, lo suyo fue salir, encontrarse con la gente", agregó Ortiz, de 55 años.

TIRÓN DE OREJAS

En ese mismo almuerzo distendido estuvo el padre Antonio Spadaro, también jesuita y director de la prestigiosa revista La Civiltà Cattolica. Él contó una anécdota que resume cómo vive esta gira el Papa. Como era su 49° cumpleaños, a la hora del postre fue el mismo Pontífice quien, contrariado, destacó que faltaba algo. "¿Y las velitas?", preguntó. Enseguida alguien apareció con un cirio, que fue incrustado en el postre. Más tarde, cuando el Papa volvió a ver a Spadaro, autor de la primera entrevista concedida por él a un medio, directamente se le acercó para tirarle las orejas.

"Lo vi muy relajado ese día, pero también al día siguiente en Quito, cuando en la Iglesia de la Compañía volvió a encontrarse con un viejo profesor suyo del Colegio Máximo de San Miguel, que estaba en silla de ruedas, de 96 años. Cuando lo vio, se dobló casi en forma de ángulo y fue muy conmovedor", contó Spadaro a LA NACION.

"Sorprendentemente no está fatigado y está muy concentrado en las cosas que está haciendo, las cosas que está diciendo. Lo que más me sorprende es esta frescura. Y me sorprendió también su frescura en La Paz, ciudad donde se había desmayado cuando había ido de joven. El Papa tiene una gran energía", dijo..

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