En la misa de cierre ante 270 padres sinodales, Francisco volvió a reclamar que la Iglesia no se vuelva "sorda" ante los reclamos de la gente
Por Elisabetta Piqué
ROMA.- Hace tres semanas, cuando inauguró el sínodo de obispos para la familia, dijo que "una Iglesia con las puertas cerradas se traiciona a sí misma y a su misión, y en vez de ser puente se convierte en barrera". Ayer, luego de días de debates y fuertes divisiones entre los obispos, que aprobaron un documento que abre las puertas a los divorciados vueltos a casar, el Papa lo cerró con un mensaje en la misma línea: "Hoy es tiempo de misericordia".
En la misa solemne de clausura del sínodo, al evocar el Evangelio que cuenta la historia de un hombre ciego llamado Bartimeo que con un grito le pide ayuda a Jesús, quien se detiene y lo escucha, Francisco volvió a insistir en la urgencia de una Iglesia que no sea "sorda" al grito de la gente.
"Jesús muestra que desea escuchar nuestras necesidades. Quiere un coloquio con cada uno de nosotros sobre la vida, las situaciones reales, que no excluya nada ante Dios", dijo el Papa en la homilía que pronunció ante los 270 padres sinodales de 120 países que participaron de la asamblea, vestidos con paramentos verdes, en la Basílica de San Pedro.
El ex arzobispo de Buenos Aires, que salió victorioso del desafío de haber convocado a un sínodo donde por primera vez se pusieron sobre la mesa temas antes tabú, sub rayó que los discípulos de Jesús "están llamados especialmente hoy a poner al hombre en contacto con la misericordia compasiva que salva".
"Cuando el grito de la humanidad, como el de Bartimeo, se repite aún más fuerte, no hay otra respuesta que hacer nuestras las palabras de Jesús y, sobre todo, imitar su corazón. Las situaciones de miseria y de conflicto son para Dios ocasiones de misericordia. Hoy es tiempo de misericordia", clamó.
Advirtió luego la existencia de la tentación de la "espiritualidad del espejismo": "Podemos caminar a través de los desiertos de la humanidad sin ver lo que realmente hay, sino lo que a nosotros nos gustaría ver; somos capaces de construir visiones del mundo, pero no aceptamos lo que el Señor pone delante de nuestros ojos. Una fe que no sabe radicarse en la vida de la gente permanece árida y, en lugar de oasis, crea otros desiertos", indicó.
Pareció una alusión a los sectores más conservadores que en el sínodo pelearon hasta el final para que no fueran aprobados unos párrafos que proponen una "vía de discernimiento" para que los divorciados vueltos a casar puedan en el futuro acceder a los sacramentos, no en forma generalizada, sino caso por caso. El bloque conservador considera que la integración de los divorciados vueltos a casar choca con la doctrina de la indisolubilidad del sacramento del matrimonio.
Tentación
Francisco también mencionó una segunda tentación: la de caer en una "fe de mapa". "Podemos caminar con el pueblo de Dios, pero tenemos nuestra hoja de ruta, donde entra todo: sabemos adónde ir y cuánto tiempo se tarda; todos deben respetar nuestro ritmo y cualquier inconveniente nos molesta", dijo. "Quien molesta o no tiene categoría ha de ser excluido. Jesús, por el contrario, quiere incluir, especialmente a quienes están relegados al margen y le gritan", agregó.
Finalmente, al agradecer a los hermanos sinodales el camino que compartieron "con la mirada puesta en el Señor y en los hermanos, en busca de las sendas que el Evangelio indica a nuestro tiempo para anunciar el misterio de amor de la familia", hizo otro llamado.
"Sigamos por el camino que el Señor desea. Pidámosle a él una mirada sana y salvada, que sabe difundir luz porque recuerda el esplendor que la ha iluminado. Sin dejarnos ofuscar nunca por el pesimismo y por el pecado, busquemos y veamos la gloria de Dios que resplandece en el hombre viviente", pidió.
También más tarde, en la oración mariana del Angelus del mediodía, el Papa volvió a referirse al sínodo. Invitó a todos a dar gracias por las tres semanas de trabajo intenso, "animado por la oración y por un espíritu de verdadera comunión".
"Fue cansador, pero fue un verdadero don de Dios, que dará seguramente muchos frutos", aseveró, evidentemente satisfecho.
Al margen de dejarles las manos abiertas para nuevas aperturas a los divorciados vueltos a casar, el documento final aprobado por el sínodo, que es de carácter consultivo, reiteró la enseñanza tradicional de la Iglesia en cuanto a familia y matrimonio.
Mantuvo su rotundo no a las uniones gay, aunque reiteró que toda persona debe ser respetada independientemente de su tendencia sexual. Y pidió una pastoral que reconozca los "elementos positivos" de las parejas que conviven sin casarse y las de hecho, "buscando transformarlas en oportunidades de camino de conversión hacia la plenitud del matrimonio y de la familia a la luz del Evangelio".
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