En la sinagoga de Roma, el Papa condenó la violencia religiosa

En la sinagoga de Roma, el Papa condenó la violencia religiosa

Como lo hicieron Juan Pablo II en 1986 y Benedicto XVI en 2010, hizo una emotiva visita al templo judío en la que recordó a las víctimas del Holocausto

Por Elisabetta Piqué

ROMA.- "La violencia del hombre sobre el hombre está en contradicción con la religión y en especial con las grandes religiones monoteístas." Al convertirse ayer en el tercer papa que pisa la sinagoga de Roma -luego de la histórica visita de Juan Pablo II en 1986 y de Benedicto XVI en 2010-, Francisco volvió a condenar con fuerza la violencia religiosa y llamó a cristianos y judíos a trabajar por la paz en un mundo lacerado por conflictos y guerras. "Cada ser humano, en cuanto criatura de Dios, es nuestro hermano, independientemente de su origen o pertenencia religiosa", aseguró, en un discurso que fue interrumpido varias veces por aplausos.

"Ustedes son nuestras hermanas y hermanos mayores en la fe", aseguró Francisco durante la visita, en la que evocó la "linda" expresión acuñada por Juan Pablo II en su visita de hace 30 años, y mostró satisfacción por los avances que hubo en las últimas décadas en las relaciones judío-católicas. "El Concilio, con la Declaración Nostra aetate, marcó la vía: sí al redescubrimiento de las raíces judías del cristianismo, no a cualquier forma de antisemitismo y condena de cualquier injuria, discriminación y persecución", dijo.

Alentó, por otra parte, a que el diálogo teológico judío-católico siga avanzando con "discernimiento y perseverancia". "Para comprenderse a sí mismos, los cristianos no pueden no hacer referencias a las raíces judías y la Iglesia, aun profesando la salvación a través de la fe en Cristo, reconoce la irrevocabilidad de la Antigua Alianza y el amor constante y fiel de Dios por Israel", sostuvo, y provocó aplausos.

El momento más emotivo fue cuando habló del Holocausto. "La shoá nos enseña que es necesaria siempre la máxima vigilancia para poder intervenir tempestivamente en defensa de la dignidad humana y de la paz", dijo, y emocionó a los sobrevivientes presentes en el templo, a quienes ya había saludado, uno por uno, al llegar.

Si bien Francisco fue el tercer papa en pisar la emblemática sinagoga de Roma, su visita fue muy distinta a las anteriores por esos apretones de manos, abrazos y besos que repartió a muchos de los presentes, que lo ovacionaron.

El Papa evocó también la deportación a Auschwitz de más de mil hombres, mujeres y chicos del barrio judío romano, el 16 de octubre de 1943. "Hoy deseo recordarlos, con el corazón, en modo especial: sus sufrimientos, sus angustias, sus lágrimas no deben ser nunca olvidados", clamó.

Antes de entrar a la sinagoga, la más antigua de Europa y, para la ocasión, blindada como nunca, el Papa dejó una corona de flores que recuerda justamente ese capítulo trágico de la historia y otra en memoria de Stefano Gai Taché, un chico asesinado en un atentado terrorista palestino ocurrido en 1982.

En su discurso, el rabino jefe de Roma, Riccardo Di Segni, elogió el "compromiso personal" de Francisco con los judíos desde sus tiempos de arzobispo de Buenos Aires. El propio Papa recordó que en su ciudad solía ir a las sinagogas y reunirse con la comunidad y que "con el correr del tiempo se creó una relación espiritual que favoreció el nacimiento de auténticas relaciones de amistad y que también inspiró un compromiso común".

Al agradecer su primera visita a la sinagoga, Di Segni destacó que "según la tradición rabínica, un acto repetido tres veces se convierte en chazaqá, tradición fija". Y Francisco se despidió con un saludo de paz en hebreo: "Shalom alechem".

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