El Padre Toto de Vedia lo define como "el Papa de la villa" y sus vecinos aseguran haber recibido esta semana "un impacto muy fuerte" con la noticia de la muerte, mientras la crisis galopante se ve en cada rincón del barrio, de comedores y ollas abiertas casi a toda hora.
Por Santiago Brunetto
Una mujer se acerca a la Parroquia Virgen de los Milagros de Caacupé de la Villa 21-24 con un portarretratos en sus manos. Lo muestra y se ve la imagen del Papa Francisco: desde el lunes, cuando se enteró de su fallecimiento, lo lleva consigo a todos lados. Un hombre, al lado, aguarda junto a la puerta de la parroquia y recuerda las misas "cercanas" y "sencillas" que Bergoglio oficiaba allí todos los 8 de diciembre, antes de partir hacia El Vaticano. El Padre Toto de Vedia lo define como "el Papa de la villa" y sus vecinos aseguran haber recibido esta semana "un impacto muy fuerte" tras la noticia de la muerte, mientras la crisis galopante se ve en cada rincón del barrio, de comedores y ollas abiertas casi a toda hora.
En la pequeña iglesia con siete filas de bancos en Osvaldo Cruz al 3400, un colorido mural detrás del altar se recorta alrededor de la cruz: flores, ofrendas, velas, fotos, dibujos y carteles en cartulina o papel afiche. Uno de ellos reza: "Gracias por hacer de nuestro mundo un lugar mejor".
En la calle, a un costado de la puerta, reposa sobre un atril una gran fotografía del rostro de Francisco, enviada por El Vaticano. Del otro lado, un atril sostiene la cartelera con el cronograma de actividades para la caravana de este sábado hacia la misa oficial de la Catedral Metropolitana, que luego retornó para abrir las ollas populares del barrio. Pasaron por los puntos que marcaron la vida de Bergoglio en la ciudad: Plaza Constitución, el Hospital Borda y la propia parroquia donde hoy todo es Francisco.
Allí, José Miguel Anzué aguarda con su larga barba y un andador entre las manos. A metros, la fila del comedor de Caacupé comienza a armarse. El barrio, asegura Anzué a este diario, "tuvo un impacto muy fuerte porque durante todo este tiempo la gente siempre recordó a Francisco como una figura cercana, aunque estuviera lejos". Con voz serena y calma, Anzué recuerda cómo "durante años" Bergoglio "venía a dar la misa, llegaba solo con su portafolios en el colectivo 70, sin auto ni chofer".
El hombre destaca de aquellas misas, que el entonces arzobispo de Buenos Aires "actuaba siempre como un tipo cercano, aunque al mismo tiempo generaba mucho respeto, hablaba el mismo lenguaje de la gente, un lenguaje sencillo, medio porteño, pero así y todo te hacía sentirle respeto, no miedo, sino respeto, un respeto cercano, como estando a la par mientras que a la vez te dabas cuenta de que era alguien que te estaba enseñando algo". También sostiene que, tras las misas, se quedaba sacándose fotos con los vecinos "con santa paciencia" y asegura que aún hoy, y sobre todo tras la noticia de la muerte, "con cualquier persona que te cruzás acá y le hablás de Francisco te dice 'ah, yo tengo una foto con el Papa'".
Nidia, una mujer de nacionalidad paraguaya, decubre a este cronista y se acerca con cierta timidez a mostrar el portarretratos con la imagen de Francisco: por estos días ella lo lleva consigo por el barrio. No viene a dejarlo a la parroquia: lo sostiene con ella, como una suerte de amuleto. Y de inmediato saca su celular para buscar una foto de su esposo junto a Francisco: "Eso fue cuando le tomó la confirmación" cuenta, y trae el recuerdo de Bergoglio bajando del 70 para ir a la parroquia.
Para Nidia fue un "dolor grande" perder al Papa. Lo siente como una "pérdida", aunque estuviera lejos, "porque para nosotros seguía acá cerca". Anzué completa la idea: "Lo más importante para mí es que se haya mantenido haciendo lo mismo, defendiendo a la gente marginada, sobre todo en esta época en que la gente llega de una forma y después se transforma".
Para el Padre Toto, el sentimiento que atraviesa al barrio --mezcla de tristeza y de "paz porque nos va a acompañar con su legado"-- se debe a que "la gente acá llegó a sentirse muy identificada con Francisco como 'el Papa de la villa'; sienten en Francisco a alguien que los tuvo en cuenta, que al buscar la inclusión y al tener una preferencia por los descartados, los hizo sentir contentos de que alguien los cuide siendo tan importante". El cura villero, integrante del "Equipo de Sacerdotes de los barrios populares y villas" agrega que "Francisco siempre vino acá como alguien simple, que mostraba una iglesia que vuelve a lo sencillo, a no poner tantos requisitos, a valorar a los que se ocupan de los demás, y siempre sin tanta pompa, sin ser rimbombante".
En los rincones de la 21-24 la crisis aparece permanentemente. Al llegar a la parroquia se ven los alimentos acumulados para abastecer a los comedores que, según De Vedia, tienen cada vez más demanda: "A los comedores fijos se le agrega todo el tiempo el comedor de emergencia que tenemos que hacer. Está todo muy difícil porque el Estado, tanto de Nación como de Ciudad, decidió su alejamiento de las necesidades de la gente", sostiene el sacerdote. De la parroquia dependen cinco comedores fijos que entregan comida de lunes a viernes a las 12 del mediodía, a lo que se suma el comedor de emergencia que lo hace de lunes a sábado a las 19 horas. Todo sin contar los comedores de otros espacios como escuelas u organizaciones que se agregan a los de la parroquia.
Mientras espera y ve la fila crecer, Anzué señala que "en estos días están entregando comida para un montón de gente". "Este de acá abre ahora y a la tarde vuelve a abrir otro comedor de emergencia, y así como está este hay montones de comedores en todo el barrio. Además de lo que se hace por las noches, por ejemplo, que salen con tres ollas gigantes a repartir comida a la gente de la calle. Eso hace que más o menos se pueda sostener mínimamente la situación". Sin esa "contención" que señala como legado del Papa "hoy los chicos caerían directamente en la desnutrición".
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