Ramadán como medio para acercarse a Dios

Ramadán como medio para acercarse a Dios

Los fieles deben practicar el ayuno con la intención de agradar a Dios y obtener su aprobación, y evitar ser motivados por la imitación de una “tradición”, salud u otras ventajas.

El objetivo es ayunar para cultivar la tranquilidad interior en el sentido de un alma pacífica porque se niega a ceder a los impulsos nocivos y alienantes de la carne a la que no se trata de reprimir sino de domesticar. Y esto solo es posible cuando por la práctica del ayuno, el fiel demuestra que es capaz de protegerse contra los “impulsos” engañosos de su alma carnal, de Satanás y de los oropeles del mundo.

Sabiendo que Dios es Compasivo y Sabio, el musulmán practica el ayuno, dando por sentado que ninguno de Sus mandamientos puede ser frívolo, arriesgado, absurdo o inútil y que todo lo que Él ordena es un reflejo de Su compasión (rahmah) y Su sabiduría (hikmah). Mediante la práctica del ayuno, los fieles aprenden a saber mejor cómo defenderse de lo que su alma carnal, Satanás y el mundo les sugieren para desviarlos de su anhelo más profundo, a saber, acercarse a Dios. Al ayunar para obtener la satisfacción de Dios y como Dios quiere, el musulmán se inspira en el ejemplo del Profeta Muhammad (PB) y descubre gradualmente los secretos invaluables e insondables de este culto:

“Y tu ayuno es ciertamente mejor para ti, ¡si tan solo supieras!” (Corán 2:184). Todo esto significa que no puede haber lugar en una comprensión auténtica del Islam para el estatus de “creyente no practicante”.

A la luz de esta porción del versículo mencionado anteriormente, entendemos que no ayunar bajo el pretexto de falsas excusas o por una pura voluntad de rebelión, es mostrar una forma de ignorancia que no es consciente de sí misma. Debemos ayunar para saber cerrar las puertas a lo que nos puede alejar de Dios y obstruir su aprobación y su amor. En este contexto, el creyente que ayuna sabe que sólo en la práctica sincera y auténtica del ayuno, es decir, cuando se pone en condiciones de resistir voluntariamente a los llamamientos de los sentidos materiales, es capaz de acceder al conocimiento que libera y acerca a Dios.

Ayunar para estar conectado con Dios

Es así como, ante esta plétora de “ofertas” destinadas a incitar y excitar cada vez más los apetitos del vientre, del sexo y de la vista, en fin de todos los sentidos, o despertar la ira con todo tipo de provocaciones, los fieles no ceden “por nada del mundo”, diciéndose a sí mismos: “No quiero romper mi ayuno”.

Es solo una forma de hablar, porque, en verdad, lo que no quiere romper es el vínculo con Dios y para probarlo de manera efectiva, repetidamente durante 29 o 30 días se abstiene de dar la oportunidad a su alma carnal de satisfacerse durante unas horas:

“En verdad, la promesa de Dios es cierta. Por tanto, que la vida mundanal no os vuelva soberbios y que el Soberbio (Satanás) no os haga soberbios frente a Dios”. (Corán 31:33)

Ayunar para no ceder a la idolatría de la codicia

El fiel se niega a dejarse engañar por el mundo aplicando este método de ayuno que consiste en abstenerse de los placeres de la carne y en alimentar su alma carnal durante unas horas del día con la lectura meditada de la palabra de Dios, la oración, el dhikr, las invocaciones de petición de perdón (istigfar) y arrepentimiento (taubah). Cuanto más se alimenta esta alma carnal de estas prácticas religiosas, más se pone en condiciones de poder protegerse contra cualquier incitación al mal, por muy atractiva y seductora que sea.

Está escrito en el Corán que fue sugiriéndoles, bajo el estatus engañoso de “buen consejero”, que comieran del árbol prohibido que Satanás logró excitar el alma carnal de Adán y Eva con el propósito de la transgresión, que estuvo en el origen de su exclusión del Paraíso. La pareja en cuestión no optó por “evitar el fruto del árbol prohibido” y se lo comió, El resto se sabe. La práctica del ayuno tiene como objetivo enseñar a los fieles a recuperar su libertad con respecto al mundo y a ponerse en condiciones de recuperar el Paraíso a través de la reconstrucción del vínculo con Dios.

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