La preocupación de los pastores de Venezuela por la crisis

La preocupación de los pastores de Venezuela por la crisis

Publicamos a continuación el saludo que la presidencia de la Conferencia Episcopal de Venezuela dirigió al Papa Francisco con ocasión de la audiencia del jueves 8 de junio.

 

Los Obispos de Venezuela, por nuestro intermedio, le saludan fraternalmente, le reiteran la total adhesión a su persona y magisterio y rezan cada día pidiendo a Jesucristo que sus palabras y gestos de Pastor Universal revelen a todos los hombres y mujeres la misericordia del Padre Celestial. Nuestra obediencia a su persona no es sólo afectiva y guiada por la empatía latinoamericana sino de carácter teológico y sacramental. No es discutible, y la explicitamos con la fórmula latina Cum Petro et sub Petro. Cualquier otra interpretación es falsa y malintencionada. De aquí que hayamos recibido con profunda estima y sincera complacencia su fraterna y honrosa carta del pasado 05 de mayo dirigida a todos los Obispos, como su continua preocupación referida a Venezuela 

El Episcopado y toda la Iglesia en Venezuela le agradecen su manifiesta preocupación por el destino democrático de nuestra nación y el prolongado y creciente sufrimiento a que ella está sometida. Hoy en Venezuela ya no hay propiamente un conflicto ideológico entre derechas e izquierdas o entre "patriotas" y "escuálidos"—todo esto pasó a un segundo o tercer plano— sino una lucha entre un Gobierno devenido en dictadura, autorreferencial que sólo sirve para sus propios intereses y todo un pueblo que clama libertad y busca afanosamente, a riesgo de las vidas de los más jóvenes, pan, medicamentos, seguridad, trabajo y elecciones justas, libertades plenas y poderes públicos autónomos, que pongan en primer lugar el bien común y la paz social. La Conferencia Episcopal se ha dirigido repetidas veces al Gobierno y hace apenas dos semanas se ha reunido e intercambiado con sus representantes más calificados algunas propuestas sobre la ayuda humanitaria. La esperanza de que Caritas Venezolana, a más de la amplia labor que realiza ordinariamente, pudiera servir de instrumento para que al menos las medicinas lleguen a tiempo y sin exclusiones a todos los ciudadanos, no se ha perdido; pero las condiciones que establecen los ministerios y otros organismos encargados de la salud y nutrición son tales y tantas que el camino se hace cuesta arriba y está sembrado de obstáculos. 

Por otra parte, el Episcopado venezolano ha juzgado innecesaria, desigual desde el punto de vista social y, en consecuencia, inconveniente y peligrosa, la iniciativa presidencial de una Asamblea Nacional Constituyente, convocada sin consultar la libre opinión del pueblo de manera directa y universal, mediante un previo referéndum consultivo. Esta Asamblea, prevista para fines del próximo mes de Julio, será impuesta por la fuerza y sus resultados serán la constitucionalización de una dictadura militar, socialistamarxista y comunista, la permanencia ilimitada del actual Gobierno en el poder, la anulación de los poderes públicos constituidos, particularmente de la actual Asamblea Nacional, representante de la soberanía popular, el aumento de la persecución y exilio de los opositores al sistema político dominante y la ampliación de las facilidades para la corrupción de los gobernantes y sus adláteres. De aprobarse, no se descartan mayores controles a la libertad de expresión, incluso a la libertad religiosa, y mayor represión para la ciudadanía. Por estas y otras razones la Conferencia Episcopal Venezolana rechaza categóricamente la instalación y desarrollo de dicha Asamblea Constituyente, de carácter comunal y excluyente.

La imposición de este formato de Asamblea es también la negación por parte del actual Gobierno de un propósito de diálogo verdadero y eficaz. Para la Conferencia Episcopal, diálogo en Venezuela quiere decir hoy consultar la libre opinión del pueblo soberano de respetar seriamente el resultado de la consulta.Pero el diálogo en nuestro país debe tener, no como condición sino como punto de  partida o presupuestos de real eficacia, los Acuerdos alcanzados, pero no cumplidos, en la sesión de Diálogo del treinta y treinta y uno de Octubre del año pasado, oportunamente demandados por el Secretario de Estado Vaticano, Su Eminencia Cardenal Pietro Parolin, en su carta enviada al Gobierno y a la Oposición el 01 de Diciembre de 2016.

Santo Padre, nuestro pueblo sufre cada día más. Hoy, aunque el tema noticioso es la Asamblea Nacional Constituyente, la situación social no ha mejorado. Continúa el desabastecimiento de alimentos y medicamentos con el agravante de la poca accesibilidad económica de los venezolanos; va aumentando la desnutrición infantil y nuestros enfermos se nos mueren. La brutal represión en las protestas por parte de los órganos de seguridad del Gobierno ha cobrado más de sesenta vidas jóvenes. Son escenas muy dolorosas que hemos vivido en los dos últimos meses.

Los Obispos, Sacerdotes, Consagrados y Consagradas, y los laicos, estamos hoy en Venezuela más unidos que en otros tiempos, procurando dar un testimonio creíble de fe, esperanza y caridad, de pobreza, solidaridad y oración. Nunca antes se había hecho tanta oración en Venezuela como ahora. El santo pueblo fiel quiere al Papa y reza más por él. Rezamos también por su próximo viaje al hermano país de Colombia.

Santo Padre, la Iglesia en Venezuela camina con Usted. Nada ni nadie la apartará de su cayado de Pastor. Los Obispos valoramos como altamente positivos sus mensajes dirigidos a los pastores de la Iglesia, a los gobernantes, a la dirigencia política y a todo el pueblo. Necesitamos su palabra orientadora, aun a riesgo de que en algún momento pueda ser mal interpretada Ella es siempre para nosotros fuente de consuelo y esperanza. Agradeciendo inmensamente, Santo Padre, que nos haya recibido, Pastores y fieles de Venezuela le pedimos que nos dé su santa bendición. 

Muchas gracias.

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