"La Doctrina Social de la Iglesia, basada en los principios de la 'dignidad de cada persona' y del 'bien común', puede ayudar a superar las polarizaciones y a fortalecer la 'gobernanza global'. Esta es la reflexión del Secretario de Estado en su discurso pronunciado ayer, viernes 16 de mayo, en la conferencia internacional de la Fundación Centesimus Annus Pro Pontifice. 'En una época marcada por divisiones —políticas, culturales e ideológicas— nos encontramos en una encrucijada', subrayó.
Por: Isabella H. de Carvalho – Ciudad del Vaticano
La Doctrina Social de la Iglesia no ofrece "soluciones rápidas ni promesas utópicas", sino "un marco atemporal" para abordar los desafíos y las divisiones del mundo contemporáneo, promoviendo "la dignidad de cada persona" y "el bien común". Según el Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado de la Santa Sede, este es el aporte que la Iglesia puede ofrecer a las cuestiones sociales y económicas que afectan y dividen a las sociedades actuales, como explicó ayer, viernes 16 de mayo de 2025, durante su intervención en la conferencia internacional de la Fundación Centesimus Annus Pro Pontifice. En línea con el tema de los trabajos, que se celebraron en el Pontificio Instituto Patristico Augustinianum, el purpurado ilustró cómo la Doctrina Social de la Iglesia puede "contribuir a fortalecer la gobernanza global y superar las polarizaciones".
"En una época marcada por divisiones —políticas, culturales e ideológicas— nos encontramos en una encrucijada", destacó Parolin. "Los desafíos globales como el cambio climático, la desigualdad económica, las migraciones y los avances tecnológicos como la inteligencia artificial requieren cooperación, pero a menudo prevalecen la desconfianza y la fragmentación".
El patrimonio social de la Iglesia, "arraigado en el Evangelio y en siglos de reflexión", se basa en principios universales que no son exclusivos de los católicos, por lo que puede ser "una brújula moral para construir sociedades justas". En la base de la Doctrina Social Católica, añadió, está "la convicción de que cada persona es importante, de que estamos llamados a vivir como hermanos y hermanas, y de que nuestro mundo es un don que debemos cuidar".
Superar la mentalidad de "nosotros contra ellos"
"Ya sea populismo contra globalismo, tradición contra progreso, o derecha contra izquierda, nuestro mundo está dividido por mentalidades del tipo 'nosotros contra ellos'", observó el cardenal, destacando también cómo las redes sociales tienden a amplificar estos fenómenos. "En un mundo polarizado, las personas se aferran a sus versiones de la verdad, rechazando a los demás como enemigos".
La Doctrina Social de la Iglesia, en cambio, explicó el Secretario de Estado, citando también la encíclica del Papa Francisco, Fratelli tutti, quiere "trascender" las diferencias, insistiendo en la búsqueda de la verdad, pero con humildad y con un diálogo "que busque la comprensión, no la victoria".
La enseñanza social de la Iglesia también se basa en la 'solidaridad', que 'no es solo un eslogan', sino 'una invitación a reconocer nuestra humanidad compartida', continuó el cardenal. Por ejemplo, durante la pandemia del Covid-19, "los países ricos acumularon vacunas mientras los pobres se encontraban en dificultades". "La solidaridad habría dado prioridad a un acceso equitativo, no por un sentido de culpa, sino porque un mundo sano beneficia a todos", reiteró el cardenal.
Para Parolin, la crisis ambiental puede ayudar a superar las polarizaciones porque es un asunto que "no conoce fronteras ni ideologías: afecta a todos". "El cuidado de la creación —dijo también el Secretario de Estado— es 'un imperativo moral arraigado en la custodia' y puede unir tanto a conservadores como a progresistas si las iniciativas se centran en esfuerzos comunes, como la reforestación o la energía renovable".
Reforzar la gobernanza global
Además de ayudar a superar las polarizaciones, la Doctrina Social de la Iglesia también puede reforzar la gobernanza global, que actualmente atraviesa una “crisis de legitimidad”. “La gobernanza no es solo burocracia: se trata de orientar las sociedades humanas hacia la justicia, la paz y el bienestar”, afirmó el cardenal. Al fin y al cabo —continuó el ponente—, para la Iglesia cada individuo “ha sido creado a imagen de Dios” y está “dotado de una dignidad inalienable”, lo que se opone a cualquier visión que “reduzca a las personas a simples instrumentos económicos o piezas del ajedrez político”.
En este sentido, el Secretario de Estado subrayó que la gobernanza global debería “dar prioridad a los más vulnerables —refugiados, pobres, ancianos, no nacidos— por encima del poder o el beneficio económico”. Esto debe hacerse con el objetivo del “bien común”, que “equilibra los derechos individuales con las responsabilidades colectivas”. “Las guerras comerciales, el acaparamiento de vacunas o la explotación de los recursos dañan el bien común al enfrentar a unas naciones contra otras”, insistió el purpurado.
“Imaginemos un mundo en el que la condonación de la deuda de los países más pobres no se vea como caridad, sino como una inversión compartida en la estabilidad global”, propuso Parolin. En esta línea, subrayó también la importancia del equilibrio entre “subsidiariedad” y “solidaridad”, para que la gobernanza global no sea “ni centralizada ni fragmentada” y evite caer en formas “autoritarias o ineficaces”.
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