Para los lefebvristas "está en peligro la misa y la unión con el Señor"

Para los lefebvristas

El superior de la Fraternidad San Pío X dice que la Iglesia atraviesa una "terrible crisis", lo que los "obliga a ocupar un lugar especial en el combate". Fratelli tutti es "el resultado catastrófico del ecumenismo y el diálogo interreligioso", opina.

La Fraternidad Sacerdotal San Pío X cumple 50 años. Y lo hace con pleno convencimiento de “la tradición se puede guardar más fácilmente y se puede preservar con más comodidad”.  O lo que es lo mismo, sin cejar en su empeño ni rebajar un ápice sus exigencias con respecto a los planteamientos de su fundador Marcel Lefebvre. Al menos, así lo expresa el superior general de este movimiento desde hace dos años, el italiano Davide Pagliarani, en una carta firmada el Día de Todos los Santos. Para ello, cuenta con el respaldo de casi 700 sacerdotes, unos 200 seminaristas, además de miles de laicos y consagradas presentes en los cinco continentes.

En su misiva, Pagliarani considera que desde hace 60 años la Iglesia está sumida en una “terrible crisis”, lo que “nos ha obligado a ocupar un lugar muy especial en lo que ha tomado la forma de un verdadero combate” . Así, reconoce que se “ha tenido que luchar con fe, con valor y perseverancia contra los enemigos de la Iglesia” en defensa del sacerdocio, la liturgia y la doctrina, “trágicamente amenazada incluso en Roma por la apostasía galopante de nuestro siglo”. De hecho, a pesar de sus diferencias con Roma, asegura que “la Fraternidad es de la Iglesia, y por eso es necesariamente militante”.

Nocividad de la nueva liturgia

“No son solo la misa, los sacramentos y la fe, los que están en peligro: sino, a través de todo esto, la vida de unión con nuestro Señor”, alerta Pagliarani para justificar la vigencia del mandato de Lefebvre frente a la “nocividad de la nueva misa”, el diálogo interreligioso, el ecumenismo…

La institución fue fundada el 1 de noviembre de 1970 por el arzobispo francés, que se opuso a los planteamientos eclesiales del Concilio Vaticano II, apostando por mantenerse en la misa tridentina y el tomismo. La decisión de Lefebvre de consagrar a cuatro sacerdotes de la entidad como obispos, les llevó a ser excomulgados. Para los ‘lefrebvrianos’, su fundador es un “santo obispo” aunque son consciente de que “sólo le corresponde a la Iglesia canonizar”.

Diálogo congelado

En los últimos años y, de la mano de Benedicto XVI, la Santa Sede mantuvo algo más que gestos de acercamiento, como muestra el hecho de que en 2009 se levantara la excomunión a los obispos. Sin embargo, durante el pontificado de Francisco parece haberse congelado todo diálogo. En unas declaraciones recientes, Pagliarani dejó caer que “el propio Vaticano prefiere por el momento no reanudar las discusiones doctrinales que la FSSPX proponía con el fin de exponer mejor su postura, y mostrar su adhesión a la fe católica y de la Sede de Pedro”. Además, defiende que la premisas de Roma para retomar las conversaciones “siguen siendo absolutamente inaceptables”.

En esa misma reflexión no dudaba en criticar al Papa: “Lamentablemente, las últimas enseñanzas de Papa Francisco parecen confirmar definitivamente la dirección equivocada que había adoptado al principio de su pontificado. En efecto, el 3 de octubre el Papa firmó la encíclica Fratelli tutti, supuestamente el buque insignia de la segunda parte de su pontificado, después de que Laudato si’ fuera el referente de la primera parte”. Así, el sucesor de Lefebvre considera que la nueva carta papal es “el resultado catastrófico del ecumenismo, el diálogo interreligioso, la libertad religiosa y, sobre todo, la negación de la realeza universal de Cristo y de sus derechos intangibles”.

En la nueva carta, el superior general defiende que están en pleno “combate por Cristo Rey”. “Desde que la Iglesia se ha convertido en abanderada de la libertad religiosa, ya no se reconoce su realeza total”, considera el líder de la Fraternidad, que denuncia cómo, según sus postulados, “la jerarquía eclesiástica ha llegado a negar prácticamente los derechos de Jesucristo sobre la persona humana”. Desde ahí, incluso llega a acusar a “los hombres de Iglesia” de “silenciar al mismo Salvador” y de “hacer mentir a San Pedro”.

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