A pocos días de la llegada del PAPA FRANCISCO a Paraguay y a Bolivia, América Latina toda se conmueve. El pueblo, los cristianos, las otras religiones, viven esta nueva peregrinación con fuerza inusitada, curiosidad activa y voluntad colectiva de cercanía.
El acontecimiento, es resonante para los latinoamericanos y los argentinos. Un Papa venido “del fin del mundo”, según él mismo se definió, minutos después de su elección, que vuelve al fin del mundo para hablarle al mundo.
Es un tiempo de esperanza para la Iglesia y también es una hora de alegría para los pueblos que son interpelados por el nombre elegido por el Papa: FRANCISCO, evocando al Pobre de Asís.
Dos circunstancias de la historia de la ciudad remiten a relaciones e intersecciones con el hombre, sacerdote jesuita, que hoy es el PAPA FRANCISCO.
La primera. Nuestra Sra. del Pilar. En las orillas de la Laguna de los Padres se levanta la capilla bajo la advocación de la Virgen del Pilar. Para los marplatenses es un paisaje cercano y bello. ¿Qué hay detrás? La capilla levantada allí es un recuerdo de la fundación que hicieron en esos lugares los religiosos jesuitas Matías Strobel, Tomás Falkner y Cardiel (hoy nombres del calles del Barrio Parque Luro y sobre lo que volveremos) erigida el 13 de noviembre de 1746.
El también jesuita Guillermo Furlöng relata en forma pormenorizada la llegada de los sacerdotes de la Compañía de Jesús entre los años 1746 y 1751 y la fundación de un pequeño espacio “Ntra. Sra, del Pilar. Muchísimo antes del saladero de Coelho de Meirelles , la zona mar y sierras tuvo su origen en un encuentro entre jesuitas y originarios.
Los jesuitas fueron expulsados de América Latina por los borbones españoles. Promovieron una organización política, económica y cultural, sin precedentes.
En plena dictadura militar, un sacerdote de la Obra Don Orione, el P. Roberto Simionatto que era Párroco de San José y llegó a ser Superior General de los Orionitas, presidía la Junta Diocesana de Catequesis del Obispado local. Organizó una marcha hacia la capilla “Ntra. Sra, del Pilar”. Estaba convencido, junto con sus colaboradores, que había que rescatar de la historia los valores populares de la Fe que embebían nuestro origen como ciudad.
La segunda. La Casa de los Jóvenes. En pleno barrio Parque Luro se erige una vieja casona entre las calles Marcos Sastre y Juan A. Peña. A pocas cuadras de Stróbel, Falkner y Cardiel…
Esa casa, hoy devenida en centro de atención a adultos mayores, es una casa de los jesuitas. Sobre la esquina, hay una pequeña capilla – San Jorge – cuyo altar es una enorme piedra colocada sobre otra. Impresiona.
Entre los años 1972 y 1973 comenzó en ese edificio otra historia. Esa casa fue el espacio para un acuerdo entre tres patas: sus propietarios los jesuitas que la cedieron para esta experiencia, los salesianos de Don Bosco que asumieron allí la primera comunidad de sacerdotes y religiosos al servicio de la Pastoral Juvenil y el Obispado de Mar del Plata, a cargo de Mons. Eduardo Pironio, luego Cardenal y hoy en proceso de beatificación.
Los salesianos estaban conducidos por el P. Argimiro Moure que años más tarde fue Obispo de Comodoro Rivadavia. Poseedor de una enorme sencillez y bondad, vio en esa experiencia la posibilidad de atender a los cientos de jóvenes que buscaban respuestas en el clima de compromiso de los años 70.
Fueron los tiempos del Concilio Vaticano II, de los Documento de Medellín (Episcopado de Latinoamérica) y de los Documentos de San Miguel (Episcopado Argentino). Tiempos de renovación de la Iglesia, de inserción en el pueblo y de mirada latinoamericanista.
Fue bautizada como la CASA DE LOS JÓVENES. Sus habitaciones, pasillos y patio central recuerdan la típica arquitectura de la Compañía de Jesús extendida por todo el mundo con un sello especial y significativo.
Por la Casa de los Jóvenes pasaron miles de jóvenes de Mar del Plata y la zona. En ellos quedó grabada esa experiencia juvenil y popular. Tres actuales sacerdotes son vocaciones surgidas de aquella notable experiencia: P. Pablo Etchepareborda, actual párroco de Villa Gesell, P. Daniel Climente, párroco de Batán y PO. Juan Pablo Cayrol, párroco del Santuario de San Cayetano.
En esa Casa, meses antes de su asesinato, predicó un retiro para jóvenes, ofició Misa y se alojó, el P. Carlos Mugica. Cautivó a quienes lo escucharon con su mensaje de coherencia y testimonio.
La primera comunidad salesiana que vivió en la casa estaba formada por los sacerdotes José María de la Cuadra (“Chema”), Anselmo Gáspari y el religioso coadjutor Nicolás Schiavonne (“don Nicolás”). Luego pasó por allí el P. Ricardo Sills, también salesiano.
Junto con ellos, trabajaron la Hna. Ana María Lozada (franciscana misionera), los P, Alfredo Ardanaz y Andrés Mangas, Daniel Ferrari, Jesús Domaica y tanto otros.
En la casa se realizaban encuentros juveniles llamados Cursos de Promoción, charlas, retiros, reuniones. Se debatía, se estudiaba, se trabajaba. En la casa se consolidó el Movimiento Juvenil Diocesano. También se motorizó la Marcha de la Esperanza que sigue realizándose año tras año desde la Gruta de Lourdes hasta la Iglesia Catedral.
Ntra. Sra. Del Pilar y la Casa de los Jóvenes: la historia nos propone dos procesos de Fe y compromiso social donde se entrelazan la historia de los jesuitas – la orden originaria del PAPA FRANCISCO – con las calles, los barrios y la vida de los marplatenses.
Comentá la nota