Mons. García Cuerva: 'Que el Espíritu Santo nos empuje al encuentro con los demás'

Mons. García Cuerva: 'Que el Espíritu Santo nos empuje al encuentro con los demás'

El arzobispo de Buenos Aires invitó a invocarlo porque "lo necesitamos mucho". "Que el Espíritu Santo alegre nuestra vida, nos entusiasme, nos llene de pasión, nos encienda para ser testigos de Cristo

El arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge García Cuerva, señaló en la primera lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles el Espíritu Santo está simbolizado con “una fuerte ráfaga de viento y con llamas de fuego”.

“Qué interesante hoy entonces pensar el Espíritu Santo con esta misma simbología, una fuerte ráfaga de viento y llamas de fuego. Y me acordaba de una oración que alguna vez leí que decía no intentemos detener el viento ni apagar el fuego porque es Pentecostés. No intentemos detener el viento ni apagar el fuego porque es Pentecostés”, pidió en la homilía del Domingo de Pentecostés.

“Quisiera entonces hoy invitarlos a todos a que no intentemos detener el viento del Espíritu, que no intentemos apagar el fuego del Espíritu en nuestra vida y en nuestro corazón y aún en el contexto difícil en el que nosotros también estamos, igual que aquellos discípulos, escuchemos nosotros la voz del Señor que nos dice, reciban el Espíritu Santo”, agregó.

 

 

El arzobispo también propuso: “Con esta imagen del fuego y con esta imagen de las ráfagas de viento, en el contexto difícil que seguramente estamos atravesando todos, poder nosotros también insistir que queremos recibirlo el Espíritu y lo queremos hacer bajo tres consignas que quisiera compartir”. 

La primera consigna: no te apagues. No te apagues. No dejes que se consuma la llama del Espíritu Santo que se encendió en el bautismo. Cuidá la luz que tenés en tu corazón. Cuidá la luz de la esperanza, a pesar de que a veces la oscuridad lastima muy dentro. Cuida esa luz, no te apagues. Y no solamente no te apagues, sino no te enfríes, porque también la llama del Espíritu Santo es el calor del fuego. No perdamos las ganas, el entusiasmo, la pasión. No te apagues. No te dejes ganar por la oscuridad. No te dejes ganar por el frío. Al contrario, como decía: no apaguemos el fuego del Espíritu. La segunda consigna que pensaba: no te encierres. Recordamos que los discípulos estaban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Nosotros también podemos tener cerrada la mente y el corazón. No te encierres. Es propio de la ráfaga de viento, y me acuerdo cuando era obispo en Río Gallegos, que el viento sopla fuerte y cuando sopla fuerte abre ventanas, abre puertas. El viento sopla fuerte y empuja. El viento del Espíritu no es un remolino para que estemos todo el tiempo girando sobre nosotros mismos, creyéndonos que somos el centro del mundo, victimizándonos todo el tiempo o creyéndonos dueños de la verdad, el centro. No, el viento del Espíritu no es remolino. El viento del Espíritu son ráfagas de viento que nos empujan a abrirnos a los demás, a no encerrarnos, a animarnos a la diversidad, animarnos a la fraternidad, animarnos al encuentro, porque nos empuja también al encuentro con el hermano y al compromiso con los otros. La tercera consigna que quería compartir hoy con ustedes: no te quedes quieto, porque de eso también se trata el recibir el Espíritu Santo, el de no apagarnos, el de no encerrarnos, pero el de no quedarnos quietos, al contrario, comprometernos, jugarnos la vida por los demás, salir al encuentro de los otros, con nuevas lenguas, como dice la primera lectura, con las nuevas lenguas significa animándonos a adaptarnos a este mundo de hoy, con nuevas lenguas significa entendiendo cuál es el mensaje que hoy necesita la juventud, que hoy necesitan la sociedad de hoy, pudiendo empatizar con la realidad de hoy y no pretendiendo con los mismos esquemas de siempre responder a realidades nuevas. 

“Que el Espíritu Santo nos empuje al encuentro con los demás y ser Iglesia en salida. ¿Cuánta tarea tiene el Espíritu Santo en nuestra vida? Con mucha fe invoquémoslo en estos días. Lo necesitamos mucho. Que Él venga a nuestra vida. Que el Espíritu Santo, como dijimos, alegre nuestra vida, nos entusiasme, nos llene de pasión, nos encienda para ser testigos de Cristo, como aquellos discípulos lo hicieron en los Hechos de los Apóstoles”, concluyó.+

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