Mons. Castagna: El amor incondicional de Pedro

Mons. Castagna: El amor incondicional de Pedro

El arzobispo emérito de Corrientes recordó que en su petición al apóstol la única condición que le pone Cristo es "su amor incondicional", para que lo represente como pastor.

El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, señaló que “la única condición que el Señor pide al apóstol principal no es el valor y la juventud de Juan o la intrepidez de Santiago, es su amor incondicional”.

“El amor fiel es la garantía exclusiva para apacentar, en su Nombre, los corderos y ovejas de su redil”, subrayó en su sugerencia para la homilía dominical.

El prelado destacó que “Pedro, después de su triste experiencia -la triple negación  no se atreve  a considerarse el más aventajado en la fidelidad a su Maestro”.

“Sin embargo, Jesús lo desafía abiertamente: ‘¿me amas más que estos?’ Pedro había aprendido el secreto del verdadero amor a Jesús: la humildad. Su respuesta es directa y sincera: ‘No sé si te amo más que los demás, sólo sé que te amo -'tú sabes que te amo’-”, indicó. 

“El Señor insiste para reforzar la única condición requerida en la singular misión que le encomienda. Pedro se entristece porque recuerda su triple cobardía. Finalmente se rinde, empobrecido su corazón: ‘Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero’”, concluyó.

Texto de la sugerencia

1.- Esa noche no pescaron nada. A medida que el tiempo muestra su inevitable fragilidad, se multiplican las apariciones del Señor resucitado. Algunas de ellas son espectaculares. Juan las describe sin ocultar sus mínimos detalles. Aquellos discípulos ya no están dispersos, algo los mantiene relacionados. No sabiendo aún qué hacer, y cómo hacerlo, están sometidos a un entrenamiento de fe que los predispone a la inmediata misión. Estas últimas apariciones se convierten en una síntesis de inimaginada trascendencia. Juan, haciendo uso de su proverbial agudeza teológica, atribuye a cada uno su característica inserción en el grupo de los Doce, momentáneamente “Once”. No vuelven a su antiguo oficio de pescadores, deciden hacer lo que sabían hacer sin su Maestro y Pedro los lidera: “Simón Pedro les dijo: “voy a pescar”. Ellos le respondieron: “vamos también nosotros”. Y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada”. (Juan 21, 3)

2.- La fe de Juan. Escueta es la descripción del intento fallido por pescar. Más bien  buscan una forma fácil de distraer la tristeza, causada por la crucifixión del Señor. Imposible lograrlo, mientras no se dé la convicción de que Cristo está vivo. En ese marco de situación debemos ubicar esta nueva aparición, acompañada por la pesca milagrosa. Como ocurre en el entrenamiento de la fe pascual, al que son sometidos los discípulos, la visión es opacada por un velo que oculta, a primera vista, el esplendor de la Resurrección. Juan “el discípulo amado” manifiesta una clarividencia singular. Se dirige respetuosamente al Apóstol principal: “El discípulo que Jesús amaba dijo a Pedro: “¡Es el Señor!” (Juan 21, 7) Es interesante la reacción inmediata de Pedro. Es un hombre de impulsos imprevistos, que lo conduce a lograr aciertos conmovedores, como también a cometer errores garrafales. Sin pensar más, aquel líder de sus hermanos, se viste y se arroja al agua para adelantar el encuentro con su Maestro: “Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua”. (Juan 21, 7) No es un vacilante, siempre responde de inmediato. Debidamente equilibrado por el amor a su Señor, en lo sucesivo, Pedro será un amigo absolutamente confiable.

3.- El amor incondicional de Pedro. Así lo expresa el Señor en el diálogo que mantiene con Pedro, junto al mar de Tiberíades. Pedro es el líder elegido por Jesús, trascendiendo capacidades y cercanías afectivas. Es un hombre simple y frágil, dispuesto a todo e incapaz de medir sus fuerzas ante lo que se propone. Cree poderlo todo pero, conserva la humildad de reconocer y llorar su debilidad. El Señor conoce su corazón y, para el logro de la enorme misión que le encomienda, no le pide más que el obsequio generoso de su amistad. El texto del Apóstol y evangelista Juan no da lugar a otras interpretaciones: “Después de comer. Jesús dijo a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?” Él le respondió: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”. Le volvió a decir por segunda vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Él le respondió: “Sí, Señor, sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas”. Le preguntó por tercera vez: “Simón. hijo de juan, ¿me quieres?”. Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: “Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas”.  (Juan 21, 15-17)

4.- Cristo cuenta con el amor de Pedro, para que lo represente como Pastor. La única condición que el Señor pide al Apóstol principal no es el valor y la juventud de Juan o la intrepidez de Santiago, es su amor incondicional. El amor fiel es la garantía exclusiva para apacentar, en su Nombre, los corderos y ovejas de su redil. Pedro, después de su triste experiencia -la triple negación- no se atreve  a considerarse el más aventajado en la fidelidad a su Maestro. Sin embargo, Jesús lo desafía abiertamente: “¿me amas más que estos?” Pedro había aprendido el secreto del verdadero amor a Jesús: la humildad. Su respuesta es directa y sincera: “No sé si te amo más que los demás, sólo sé que te amo -“tú sabes que te amo”- . El Señor insiste para reforzar la única condición requerida en la singular misión que le encomienda. Pedro se entristece porque recuerda su triple cobardía. Finalmente se rinde, empobrecido su corazón: “Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero”. (Juan 21, 17).+

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