Líderes cristianos y musulmanes resaltaron la necesidad de fortalecer la unidad en el Líbano

Líderes cristianos y musulmanes resaltaron la necesidad de fortalecer la unidad en el Líbano

En la carpa instalada con motivo del acto con la presencia de León XIV, representantes de distintas religiones destacaron la coexistencia y pluralidad religiosa. Por su parte, el Papa afirmó que, pese a la guerra, la paz y la reconciliación son posibles.

León XIV almorzó con los patriarcas católicos en la sede de la Nunciatura antes de dirigirse a un encuentro interreligioso en la plaza de los Mártires de Beirut. Un intenso acto celebrado, como señaló en su discurso el Papa, en "un lugar excepcional, en donde se yerguen uno junto al otro minaretes y campanarios de iglesias, ambos elevándose hacia el cielo", y en el que el pontífice recordó que, pese a las bombas, la guerra y el odio en este rincón del mundo, "el miedo, la desconfianza y los prejuicios no tienen la última palabra, y que la unidad, la reconciliación y la paz son posibles".

El Papa evocó el "alma justa que florece" en la historia de Líbano, "una tierra donde el eco del Logos nunca ha enmudecido, sino que continúa llamando, de siglo en siglo, a aquellos que desean abrir sus corazones al Dios vivo". Recordando la exhortación Ecclesia in Medio Oriente, que firmó en el mismo lugar, en 2012, Benedicto XVI, León XIV reivindicó la "vocación universal de la Iglesia" para "estar en diálogo con los miembros de otras religiones", que en Oriente Medio habría de ser práctica común.

"Queridos amigos, su presencia hoy aquí da testimonio de la fe inquebrantable de esta tierra y de la firme devoción de su pueblo al único Dios", agradeció el pontífice, quien pidió que "cada repique de campana, cada adhān, cada llamada a la oración se armonice en un único y grandioso himno, no sólo para glorificar al misericordioso Creador del cielo y de la tierra, sino también para elevar una sincera oración por el don divino de la paz", afirmó el Papa.

Una paz más necesaria que nunca en Oriente Medio, observada con mil ojos por todo el mundo. "A veces, la humanidad mira al Oriente Medio con inquietud y desaliento, ante conflictos tan complejos y prolongados. Sin embargo, en medio de estas luchas, se puede encontrar esperanza y aliento cuando nos centramos en lo que nos une: nuestra humanidad común y nuestra creencia en un Dios de amor y misericordia", insistió Prevost.

"En una época en la que la coexistencia puede parecer un sueño lejano, el pueblo libanés, aun abrazando diferentes religiones, se erige como un poderoso recordatorio de que el miedo, la desconfianza y los prejuicios no tienen la última palabra,  y que la unidad, la reconciliación y la paz son posibles", clamó el Papa León, quien invitó a los libaneses a "dar testimonio de la verdad imperecedera de que cristianos, musulmanes, drusos y muchos otros pueden vivir juntos y construir un país unido por el  respeto y el diálogo", detalló.

Desde el Concilio Vaticano II, continuó el Papa, se abrió "un nuevo horizonte para el encuentro y el respeto mutuo entre católicos y personas de diferentes religiones, enfatizando que el verdadero diálogo y la colaboración están enraizados en el amor, único fundamento para la paz, la justicia y la reconciliación".

Un diálogo que "debe abrazar a todas las personas de buena voluntad, rechazar los prejuicios, la discriminación y la persecución, y afirmar la igual dignidad de todo ser humano", insistió el Papa, quien quiso recordar cómo esta tierra también fue testigo del paso de Jesús por la historia. "Aquí, la tierra misma se convierte en algo más que un simple lugar de encuentro entre Jesús y una madre suplicante; se convierte en un sitio donde la humildad, la confianza y la perseverancia superan todas las barreras y se encuentran con el amor infinito de Dios que abraza cada corazón humano", señaló.

Junto al cedro, símbolo del país, el Papa también recordó la presencia de numerosos olivos, "venerados en los textos sagrados del cristianismo, el judaísmo y el islam, sirviendo como símbolo atemporal de reconciliación y paz".

"Su longevidad y su notable capacidad para florecer incluso en los entornos más hostiles simbolizan la resistencia y la esperanza, reflejando el firme compromiso necesario para fomentar la coexistencia pacífica. De este árbol fluye aceite que sana, un bálsamo para las heridas físicas y espirituales, manifestando la infinita compasión de Dios por todos los que sufren", recordó.

Ambas raíces, que "se hunden profundamente y se extienden por toda la tierra", también simbolizan al pueblo libanés, que "se encuentra disperso por el mundo, pero unido por la fuerza perdurable y la herencia eterna de su patria".

"Su presencia, aquí y en toda la tierra, enriquece el mundo con su herencia milenaria, pero también representa una vocación. En un mundo cada vez más interconectado, ustedes están llamados a ser constructores de paz: a enfrentarse a la intolerancia, a superar la violencia y a desterrar la exclusión; iluminando el camino hacia la justicia y la concordia para todos, a través del testimonio de su fe", finalizó.

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