León XIV mueve la primera ficha: el Vaticano reordena su mapa financiero

León XIV mueve la primera ficha: el Vaticano reordena su mapa financiero

El papa redefine el rol de su banco y actualiza el esquema de control de Bergoglio. Teología del déficit fiscal e inversiones. El eco del cardenal condenado.

Por Guillermo Villarreal.

A cinco meses de su elección, León XIV instrumentó su primera reforma financiera en el Vaticano, orientada a reforzar la transparencia en los movimientos de la Curia romana. Con un decreto que actualiza el legado de Jorge Bergoglio, el nuevo papa redefine el papel del banco vaticano y reescribe la arquitectura del poder económico entre control, cooperación y gestión patrimonial.

Sin estridencias ni ruptura formal con su antecesor, el pontífice estadounidense dispuso que el Instituto para las Obras de Religión (IOR), más conocido como banco vaticano, deje de tener la exclusividad sobre las inversiones de la Santa Sede.

A través del decreto Coniuncta Cura, Robert Prevost restituye atribuciones a la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), que vuelve a manejar directamente los fondos y podrá recurrir a intermediarios financieros externos, incluso fuera de Italia.

La gestión, hasta ahora centralizada en el IOR por decisión del papa Francisco en 2022, queda así sujeta a un principio de “corresponsabilidad en comunión”, supervisado por el Consejo para la Economía.

Para muchos observadores en Roma, el gesto combina pragmatismo y realismo. No hay desobediencia al legado de Bergoglio, pero sí una reinterpretación técnica: lo que antes era un intento de control interno frente a los escándalos, actualmente se transforma en una arquitectura de cooperación vigilada. En clave vaticana, un aggiornamento sin sangre.

Del Francisco reformista al León XIV gestor

Francisco había llegado en 2013 con la decisión de limpiar el frente financiero del Vaticano. Su apuesta fue moral y estructural: crear la Secretaría para la Economía, transparentar el IOR, auditar los fondos de la Curia y aprobar la constitución apostólica Praedicate Evangelium, que institucionalizó la noción de transparencia como mandato evangélico y administrativo.

Sin embargo, los resultados fueron parciales. La caja siguió en rojo y las tensiones entre organismos no desaparecieron. “Durante el tiempo de Francisco se tomaron medidas importantes; los resultados se están viendo”, se lee en la biografía León XIV, ciudadano del mundo, misionero del siglo XXI.

El nuevo papa no desarma ese camino, lo corrige. Su apuesta no es punitiva, sino técnica. Si Francisco buscó reformar con autoridad moral, León XIV lo hace con lógica de gestión. Cambia el tono y la gramática del poder financiero vaticano: de la cruzada ética a la coordinación institucional.

“El principal desafío no es económico, sino comunicacional”, confió en una audiencia reciente con el Consejo para la Economía.

Déficit, banco vaticano e inversiones

El Vaticano enfrenta desde hace años un delicado equilibrio financiero. En 2024, la Santa Sede declaró ingresos por unos u$s 1250 millones frente a u$s 1340 millones en gastos, lo que deja un déficit estimado entre u$s 80 y 90 millones. El rojo, aunque moderado respecto de años anteriores, sigue siendo el principal desafío estructural para la sostenibilidad de la Curia romana.

El Banco Vaticano continúa siendo el corazón y la fuente de controversia del sistema financiero. En 2023 reportó u$s 33,2 millones en ingresos y administró activos de clientes por u$s 5900 millones, mientras la autoridad de control ASIF registró una caída del 36% en reportes de operaciones sospechosas, signo de un “refinamiento” en los mecanismos de supervisión más que de una merma en la vigilancia.

Históricamente, el Vaticano invirtió en industrias italianas y en sectores de bajo riesgo, con participaciones menores al 6% en empresas. En la última década, el portafolio se volvió más internacional: bonos y divisas de Europa Occidental, activos en la Bolsa de Nueva York y propiedades en el mundo.

León XIV redefine el rol del IOR o banco vaticano  VATICAN MEDIA

La Santa Sede mantiene además su compromiso con la desinversión en combustibles fósiles, alineado con el llamado ecológico del papa Francisco.

Pese a la discreción contable, los expertos reconocen que las reservas del Vaticano siguen siendo significativas, aunque presionadas por las obligaciones jubilatorias y el envejecimiento de su personal.

En este contexto, la reforma impulsada por León XIV busca no sólo transparencia, sino una reconfiguración del modelo de inversión y control que permita sostener la misión global de la Iglesia sin repetir los desvíos del pasado.

Una reforma sobre las grietas internas

El exprefecto de la Secretaría para la Economía, el jesuita Juan Antonio Guerrero Alves, reforzó el diagnóstico papal: “El problema más serio del Vaticano no es la falta de recursos, sino la desarticulación interna”.

Las tres estructuras que administran fondos -la Santa Sede, el Estado de la Ciudad del Vaticano y el IOR-, escribió, “no siempre cooperan ni confían entre sí”. Esa cultura de compartimentos estancos explica buena parte del caos contable y de los abusos financieros que el Vaticano arrastra desde los años ochenta.

El decreto de León XIV busca justamente revertir ese modelo. No recentraliza, pero tampoco dispersa. Avanza hacia un sistema de control cruzado que combina descentralización funcional con transparencia obligatoria.

Una reforma 2.0 sobre el esqueleto institucional que Francisco había dejado. El gesto no es menor: al distribuir poder, el Papa redefine también los límites de su autoridad sobre el dinero sagrado.

El eco del caso Becciu

Ninguna reforma financiera en el Vaticano puede leerse sin el eco del caso de la fallida operación inmobiliaria en Londres que terminó en condenas a prisión, entre ellas del cardenal italiano Angelo Becciu por malversación de fondos y delitos económicos, y en la pérdida de al menos 139 millones de euros en las cuentas de la Santa Sede.

Ese episodio, que sacudió a la Secretaría de Estado y erosionó la confianza pública, fue la gran herida del último tramo del papado de Francisco.

El cardenal Becciu condenado por malversación de fondos durante el pontificado de Jorge Bergoglio

El reciente fallo del Tribunal de Apelación, que ratificó parte de las penas, volvió a poner el tema en agenda. León XIV, que vivió ese escándalo desde afuera, parece haber tomado nota. Su decreto introduce mecanismos preventivos para impedir que una operación de ese tipo vuelva a ocurrir.

Más que una advertencia, la medida es una señal: el nuevo papa entiende que la transparencia no es un gesto ético, sino una estrategia de supervivencia institucional. En la Curia romana, donde el dinero también es poder, la gestión se convierte en una forma de gobierno.

Teología del equilibrio fiscal

La reforma financiera de León XIV marca el cierre de una etapa iniciada hace más de una década. Mientras Francisco buscó moralizar el sistema, su sucesor apunta a profesionalizarlo.

En tiempos de crisis global y desconfianza hacia las instituciones religiosas, el Vaticano se mira en su propio espejo contable: ya no basta con predicar austeridad, hay que demostrar solvencia.

El papa estadounidense propone un equilibrio inédito entre espiritualidad y gestión. Ni austeridad mística ni tecnocracia pura: una teología del equilibrio fiscal, en la que la administración del patrimonio se vuelve parte de la pastoral.

A cinco meses de su elección, León XIV parece haber comprendido que en Roma, a veces, el modo más eficaz de ejercer autoridad no es con la palabra, sino con la contabilidad.

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