De León XII a Francisco, una aproximación a los papas que va mucho más allá de su salud

De León XII a Francisco, una aproximación a los papas que va mucho más allá de su salud

Lejos de ser una mera reconstrucción de historias clínicas, la investigación del médico y periodista reseña logros y frustraciones de los últimos pontífices, el impacto en su estado anímico y los avatares de sus últimos días. El testimonio de Bergoglio.

Sergio Rubin

El PPapa Francisco se convirtió en el personaje mundial vivo sobre el que más libros se escribieron y se siguen escribiendo. El hecho de ser primer pontífice latinoamericano y jesuita, reformista y austero, es un atractivo para quienes se lanzan a la aventura literaria. Hay para todos los gustos: elogiosos, analíticos y también algunos críticos, especialmente de plumas conservadoras. Pero la profusión de títulos acerca de los más diversos aspectos de Jorge Bergoglio tras ocho años de pontificado torna difícil encarar uno novedoso. Sin embargo, el médico y periodista Nelson Castro avanzó por un costado no abordado minuciosamente: su salud -no solo física, sino también psíquica- y para ello contó con el plus de que el propio protagonista habló sin reservas de ella, lo que lo convirtió en el primer papa en hacerlo.

En verdad, la ocurrencia no fue de autor -como él mismo lo cuenta de entrada-, sino de Francisco, que tras su primer viaje, en 2013, a Brasil le envió una carta en la que le sugería que escribiera un libro sobre la salud de los papas. Nelson lo tomó como un reconocimiento a sus libros que abordan esa problemática en relación con el poder en la Argentina y punto (“Los últimos días de Eva”, “Enfermos de poder”, “Secreto de Estado:la verdad sobre la salud de Cristina Fernández de Kirchner”). Pero en 2017, durante un fugaz encuentro en la Plaza de San Pedro, el pontífice le insistió: “Le recuerdo que usted tiene que escribir un libro sobre la salud de los papas en el que yo le voy a hablar de mis neurosis”. Así nació “La salud de los papas: medicina, complots y fe; desde León XIII hasta Francisco”.

Nelson comenzó así una investigación que -gracias a la ayuda del entonces secretario privado del papa, el padre Fabián Pedacchio- le permitió acceder al enorme archivo vaticano, donde la colaboración de la corresponsal de Clarín en España, Marina Artusa- revisando decenas de cajas con documentos y recortes, fue muy valiosa. E incluyó  diversas entrevistas a descendientes de los papas, médicos, clérigos, periodistas, historiadores. Lejos de ser una mera reconstrucción de historias clínicas, el autor pone en contexto a cada papa describiendo brevemente su perfil, los desafíos, logros y frustraciones de cada pontificado, anécdotas curiosas e increíbles idas y vueltas que, en no pocos casos, rodearon el cuidado de su salud, y humanizando a los protagonistas más allá de toda sacralización.

“Empezamos por León XIII, (1878-1903), por el nivel de desarrollo que había alcanzado la medicina”, explica Nelson. Claro que ya desde el comienzo no parece fácil conciliar ciencia y fe. Por caso, cuenta un episodio de un desmayo León XIII en una misa tras el cual le habría contado a los presentes que durante la pérdida de conciencia había escuchado un inquietante diálogo entre Jesucristo y el diablo en el que este se jactaba de poder destruir a la Iglesia. “Verdad o leyenda, lo cierto es que, como resultado de este episodio, León XIII compuso la invocación a San Miguel Arcángel” (contra el poder de satanás), señala el autor. Otro gran sobresalto que tuvo -aunque por un hecho más terreno- fue ante una versión -infundada- de haber derogado el celibato sacerdotal.

El caso de Pío X (1903-14) -subraya Nelson- patentizó hasta donde los males del mundo pueden afectar la salud de un papa. Porque el sucesor de León XIII sufrió severamente el estallido de la Primera Guerra Mundial. En particular, que se hayan enfrentado naciones de tradición cristiana. Eso sí, acabó con la injerencia que las potencias europeas tenían a través de sus cardenales en la elección de pontífice. Por otra parte, su voluntad de no ser embalsamado, imitada por su sucesor, Benedicto XV, acabó con esa costumbre. Esto, sin perjuicio de que se recurra a procesos de conservación para retrasar la descomposición del cuerpo de los papas y así permitir su exposición de varios días para que los fieles puedan despedirse.

En medio de la guerra, Benedicto XV (1914-22) puso todas sus fuerzas en abogar por la paz. Nelson cuenta un gesto que impulsó el pontífice que tuvo una derivación plena de humanidad que fue llevada al cine. Propuso una tregua de Navidad. En la zona de Ypres (Bélgica) hubo un cese del fuego entre alemanes e ingleses hasta el 26 a las ocho de la mañana que incluyó un partido de fútbol que jugaron soldados de ambos bandos. Considerado un “profeta de la paz” en Europa -lo que inspiró a Joseph Ratzinger a tomar su nombre- en su agonía se entregó a la voluntad de Dios, pero debido a una súbita mejora una hora antes de morir quiso ir a misa y pidió que lo afeitaran.

El momento en que se produce la muerte de un papa puede llegar a ser clave. En vísperas del comienzo de la segunda gran guerra, el deceso del sucesor de Benedicto XV,  Pío XI (1922-39), le impidió leer un discurso que iba a pronunciar horas después en el que condenaba severamente el fascismo -al punto que Nelson menciona el rumor de que murió envenenado en una acción urdida por Benito Mussolini- y el nazismo. Como también una encíclica en la misma línea que a juicio de estudiosos produciría un enfrentamiento sin retorno con esos totalitarismos.

Como contrapartida, su sucesor, Pío XII (1939-58) quedaría envuelto -como recuerda Nelson- en una polémica por su actitud frente al nazismo entre quienes los que lo  acusan de haber sido condescendiente y haber facilitado el Holocausto judío y quienes afirman que salvó a muchos de ellos. Más allá de la controversia, sorprende que el circunspecto Eugenio Pacelli -considerado el último papa príncipe- optara por medicinas alternativas, nada científicas, con una tozudez que preocuparon a sus médicos y, de hecho, afectaron de salud y hasta pusieron en riesgo su vida.

Pero no siempre la salud de un papa y el momento en que mueren truncan su misión. Es el caso de Juan XIII (1958-63) que, elegido pensando en un pontificado breve, de transición, por su avanzada edad, convocó a un concilio que modernizó a la Iglesia y la abrió al mundo. Víctima de un cáncer de estómago que le producía terribles dolores, Angelo Roncalli abrió la magna asamblea y la presidió durante su primer año. Además contribuyó a que EE.UU. y la URSS dieran marcha atrás en la escalada por los misiles soviéticos en Cuba que estremeció al mundo.

No solo el ejercicio del curanderismo alcanzó a un papa como fue el caso de Pío XII. También otras actitudes difíciles de explicar -más allá del peso de los usos y costumbres- a la luz del avance de la medicina y de la aplicación del sentido común.   Nelson narra la resistencia de la curia romana a llevar a los papas a un hospital cuando su estado así lo requiere y tener que armar un quirófano en El Vaticano. Ocurrió, por caso, con Pablo VI (1963-78) y una operación de próstata que, curiosamente, se trató de tener en reserva.

La mayor polémica -que aún persiste- sobre la muerte de un papa gira en torno a Juan Pablo I (1978), que gobernó apenas 33 días: si murió de muerte natural o fue envenenado por mafiosos que blanqueaban su dinero en el banco vaticano. Nelson abunda en las dos posiciones y deja un final abierto. La larga agonía, a los ojos del mundo, de Juan Pablo II también merece un amplio tratamiento e incluso un costado inquietante: ¿Se incurrió en una eutanasia pasiva? Además de explorar cuánto influyó el debilitamiento de su salud en la histórica renuncia de Benedicto XVI.

Hacia el final llega el aspecto más taquillero. Nelson consiguió en 2019 ser recibido por Francisco, con quien conversó una hora. Lo sorprendió el modo franco con que Jorge Bergoglio le habló sobre su salud. Dejó en claro que siendo un joven seminarista le extirparon un lóbulo de un pulmón -que implicó un doloroso postoperatorio-, pero no todo el pulmón como suele decirse (una situación que fue usada por sus adversario en la elección papal para tratar de invalidar su candidatura, según revela el libro). Además, le detalló que, ya como sacerdote y superior de los jesuitas, se sometió a una operación de urgencia por una gangrena vesicular que lo colocó al borde de la muerte.

No obstante, lo más impactante de la entrevista fue cuando el papa le contó que en aquellos años de superior de los jesuitas, en la época de la dictadura, fue durante seis meses a una médica psiquiatra. Y el motivo que lo movió a hacerlo: tratar la angustia que le provocaba “llevar gente escondida para sacarla del país y así salvar vidas”, según sus propias palabras. “Imagínese usted lo que era llevar una persona en un auto solo cubierta con una frazada y pasar tres controles policiales en la zona de Campo de Mayo”, abundó. De paso, reconoció que los encuentros le sirvieron para “manejar mi ansiedad”. 

En las últimas líneas, Nelson transcribe una respuesta ante su pregunta que en la Argentna suscitó polémica:

-¿Cómo imagina su muerte?

-Siendo papa, ya sea en ejercicio o emérito. Y en Roma. A la Argentina no vuelvo, a morir

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