Las homilías en Santa Marta, en los orígenes del magisterio de Francisco

Las homilías en Santa Marta, en los orígenes del magisterio de Francisco

El relato de las Misas celebradas durante siete años en la Capilla Vaticana, que desde el primer momento contribuyeron a dar a conocer el perfil espiritual y pastoral del Papa y la fuerza de un lenguaje innovador, que caracterizará su enseñanza.

 

Ahora que llega el momento de hacer balances, de mediar las narrativas del Pontificado y de analizar los temas clave que caracterizaron al Papa de la esperanza y de la fraternidad, de los descartados y de la misericordia, ningún relato sobre lo que ha sido el edificio del magisterio construido por Francisco puede ignorar la obra donde ese edificio vio, por así decirlo, colocadas las primeras piedras. Repasando los siete años de homilías celebradas en la capilla de la Casa Santa Marta – desde marzo de 2013 a mayo de 2020 – no es difícil rastrear una primera expresión, una primera forma y una primera fuerza impresa por el Papa Bergoglio sobre aquellos temas que le eran más cercanos a su corazón, luego desarrolladas en forma completa en discursos y documentos.

El Papa Francisco durante una de sus homilías en Casa Santa Marta (Vatican Media)   (Vatican Media)El Papa de la proximidad

Es en el silencio “parroquial” de aquella capilla, que le dio su último adiós el 23 de abril, que Francisco, “párroco” del mundo, comienza a darse a conocer en profundidad en su estilo de pastor. Un Papa sin distancias, como lo demuestra la celebración de la Misa, varias veces a la semana, delante de la gente común, concluida con el saludo y el apretón de manos ofrecido a todos los presentes, uno a uno, al salir de la capilla. Y como demuestra su lenguaje lleno de espontaneidad, tan cercano a la gente como alejado de vaguedades conceptuales, y a menudo aderezado con algunos términos tomados de su lengua materna.

Los últimos, los primeros de Francisco

Por eso, es del todo coherente con el Pastor que quiere tener el mismo olor que sus ovejas – y que nos enseñará a mirar el centro desde las periferias y con el gusto por la iniciativa que vuelca los protocolos – el hecho de que el tiempo de las liturgias de la mañana se abra silenciosamente, con la invitación a una categoría tan preciosa como difícil de acreditar con el honor de los primeros lugares. A las 7 de la mañana del 22 de marzo de 2013, cuando ya era oscuro en Roma, fueron los jardineros y barrenderos que trabajaban en el Vaticano quienes llenaron la capilla y luego escucharon la primera homilía de Francisco en la capilla de la Casa Santa Marta. Al día siguiente acuden otros trabajadores de la Santa Sede, empleados de invernaderos, monjas… Y así, semana tras semana, hasta acoger a multitud de fieles de parroquias romanas. Lo que parecía una Misa improvisada, un episodio marginal de la agenda papal, pronto se convirtió, con el paso de los años, en una cita para cientos de personas “normales”, personas que nunca habrían pensado en pasar un día cara a cara con el Papa.

Una vista de la capilla de Santa Marta (Vatican Media)   (Vatican Media)Palabras jamás escuchadas

Dios “que no tiene una varita mágica” pero salva con perseverancia, “Jesús que no excluye a nadie”, la “Iglesia que no es una niñera” ni siquiera “una ONG” sino “una historia de amor”, el Espíritu “que no se puede domesticar” y la “fe que no es una estafa” (aunque haya “ideólogos que falsifican el Evangelio”), los pastores “carreristas” que a veces “se convierten en lobos”, los cristianos que son personas de alegría y no rostros melancólicos “como chiles en vinagre”, las comunidades cerradas “que no saben a caricias sino a deber”, pero también la invitación a evitar las habladurías y a “maquillar la vida”, la “gracia de las lágrimas”, la paz “que no tiene precio”, los confesionarios “que no son una tintorería” sino a los que hay que acercarse con “bendita vergüenza” – es decir, los conceptos y las palabras que con el tiempo se convertirán en el sello distintivo de la enseñanza del Papa – florecen sin excepción en esas primeras semanas después de las elecciones. Un Evangelio “según Francisco” cobra vida, accesible, vivo, inmediato. Eso provoca el pensamiento y toca el corazón. Que conquista oídos indiferentes. El eco de aquellas Misas sorprende, conmueve, es como un cincel que golpe tras golpe va trazando el perfil espiritual del Papa venido desde los confines de la tierra.

De la Radio del Papa al Mundo

Desde ese momento, Radio Vaticano asume una gran responsabilidad: por voluntad del Papa, sus redactores seleccionan cada vez tres fragmentos de audio de la homilía, de los cuales uno es para el vídeo que será difundido a los medios de comunicación del mundo entero, con el previo consentimiento de la Secretaría de Estado. Y así, en plena coherencia con un Papa que ama iniciar procesos, la Capilla de Santa Marta surge como el punto de apoyo esperado e imprescindible para la comprensión del pontificado. Y más tarde, como demostrará la segregación impuesta por el Covid, será el “hogar” de confort para millones de personas conectadas desde todo el mundo, a las que la pandemia ha despojado de toda seguridad.

El Papa en oración durante una misa en Santa Marta (Vatican Media)   (Vatican Media)La eficacia de la inmediatez

Por tanto, lo que surge de las homilías pronunciadas en la Capilla de Casa Santa Marta es una “teología de la vida cotidiana”. Francisco inserta el Evangelio en la vida cotidiana, explicando cómo encarnar la Palabra en la realidad de las pequeñas cosas, valiéndose de hechos o anécdotas aquí y allá. Las homilías de Francisco son breves, como siempre recomendó, no largas, aburridas, retóricas. Para él, la Palabra debe llegar directamente a la gente, ser una brújula en los caminos de la existencia. Por eso sus palabras son vivas, ricas en metáforas extraídas de acontecimientos concretos. Estos son los consejos de un pastor que conoce bien el cuidado del rebaño, pues ha vivido toda su vida en Buenos Aires, compartiendo todo, incluso el uso de medios de transporte comunes, como el metro.

Humildad y clericalismo

Es el estilo que utiliza siempre, incluso para los temas más “altos”, como cuando el 18 de abril de 2013 explica que la fe cristiana es verdaderamente creer en tres Personas, “porque éste es nuestro Dios, uno y trino; no un dios indefinido y difuso, como un spray esparcido por todas partes”. En junio del mismo año, hablando de la necesidad de la humildad, afirma que sin ella no se puede “pretender anunciar a Cristo ni ser sus testigos” y esto, añade con su habitual estilo franco, “también vale para los sacerdotes”: el don de la gracia de Dios, subraya, “es un tesoro que hay que guardar en vasos de barro” y nadie puede apropiárselo “para su propio currículum personal”. En muchas homilías, el Papa Bergoglio describe el identikit del cristiano. El creyente, argumenta, recorre un camino “abierto a los demás” y, por tanto, destierra la idea de “sentirse importante” por ser cristiano. El modelo es Jesús, que molestaba porque “explicaba las cosas para que la gente las entendiera bien” y “vivía lo que predicaba”, con el comentario contra la “actitud clericalista” del sacerdote-príncipe “que dice una cosa y hace otra”.

Una de las misas en Casa Santa Marta (Vatican Media)   (Vatican Media)La “habladuría criminal”

El tema de la misericordia, que se convertirá en el arquitrabe de un Jubileo, resuena muy a menudo entre las bóvedas de la Capilla. “Dios lo perdona todo, si no el mundo no existiría”, afirmó Francisco en diciembre de 2015, y en 2017, para destacar su medida sin límites, aseguró que “Jesús derrocha misericordia con todos”. Hablando de la oración, en una homilía a principios de 2016, el Papa Bergoglio la define como el verdadero motor de la vida de la Iglesia y en 2018 insiste en la necesidad de rezar sin cansarnos nunca con esta invitación: “En la oración, sean invasivos”. Otro tema, que volverá en mil discursos pero que tiene su primera caja de resonancia en Santa Marta, es el del chisme. Siembran envidia, celos, ambición de poder, advierte el Pontífice. Cosas que pueden llevarte a matar a alguien: “El chisme es criminal porque mata a Dios y a tu prójimo”.

La paz y el “pan sucio” de la corrupción

Los límites de la Capilla coinciden con los del Planeta. El Papa de los infinitos llamamientos a la paz, especialmente en los últimos años de su pontificado, se detiene en muchas ocasiones en la urgencia de la paz, definida como "un trabajo de todos los días". En una homilía de 2017, recordando a Noé, reitera que la rama de olivo es “el signo de lo que Dios quiso”, un valor fuerte que nosotros, observa, aceptamos “con debilidad”. Hay, añade, una tentación de guerra que reside en el “espíritu de Caín”, mientras que la de Adán y Eva, señalada en otra ocasión, muestra que el diablo “es un estafador”. El Papa Bergoglio habla a menudo del “Gran Mentiroso”, el diablo que “te promete todo y te deja desnudo”, con quien está prohibido “dialogar”. El paso hacia el otro gran enemigo de la corrupción es corto. El Papa ya en 2013 lo llamó “pan sucio”, “astucia” que alimenta la mundanidad, que muchas veces comienza “con una cosa pequeña” y “poco a poco se cae en el pecado”.

El Papa Francisco celebra la misa en directo por televisión durante el confinamientoCovid, la tormenta “inesperada y furiosa”

Y luego está ese momento en el pontificado de Francisco en el que su paternidad, hecha de cuidado, de proximidad, de atención, se expresa con fuerza. Tiene una fecha de inicio precisa: el 9 de marzo de 2020, día en que, a petición suya, los medios vaticanos transmitieron la Misa de las 7 de la mañana celebrada desde la Casa Santa Marta. Esa luz roja que brilla sobre el Papa es en realidad una luz que brilla sobre el Evangelio, que consuela a un mundo perdido, cerrado, asustado por la epidemia de Covid-19 que asusta sobre todo en Italia; de hecho, casi mil personas mueren cada día. Francisco conoce esos sentimientos, esa barca golpeada por la tormenta “inesperada y furiosa” que alarma a los discípulos, como recordará el 27 de marzo en el momento extraordinario de oración en la Plaza de San Pedro. Una barca en la que “todos somos frágiles y desorientados, pero al mismo tiempo importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de consolarnos unos a otros”.

Cerca de la humanidad en confinamiento

La costumbre que hasta entonces había marcado la celebración de la Misa de la mañana cambió. Si hasta entonces había sido contado de forma resumida por las crónicas mediáticas vaticanas, pero reservado a la presencia de grupos limitados, a partir de ese día se convirtió en un momento para todos. El Papa, en directo por televisión, celebra la Eucaristía, mostrando inmediatamente el significado de esa elección. “En estos días”, explica, “ofreceré una Misa por los enfermos de esta epidemia de coronavirus, por los médicos, enfermeras, voluntarios que tanto ayudan, por los familiares, por los ancianos que están en residencias de ancianos, por los presos que están encerrados. Oremos juntos esta semana esta fuerte oración al Señor: “Sálvame, Señor, y dame misericordia”. Mi pie está en el camino correcto. En la asamblea bendeciré al Señor.

El Papa Francisco en Santa Marta durante la consagración (Vatican Media)   (Vatican Media)Eco mundial

En definitiva, Francisco abraza las heridas de esta humanidad consternada y paralizada. Quien escucha se siente “observado”, considerado en su dolor vivido a menudo en la soledad, en la imposibilidad de compartir, de abrazar a un familiar, de despedir a un abuelo, a una tía, a un vecino, a un amigo que de un día para otro ya no se ve. En este drama colectivo, la cita de la mañana se convierte en un momento de oración, de adoración al Santísimo Sacramento incluso a través de una pantalla. El Padre toma así en sus manos su rebaño perdido y esta elección tiene un eco increíble, y también en China las celebraciones se siguen diariamente desde la Capilla de Santa Marta. Cada día, en el corazón de Francisco, se alternan rostros, historias y vidas de gente común abrumada por la pandemia.

Una oración por cada categoría social

El 10 de marzo, su pensamiento se dirige a “los sacerdotes, para que tengan el coraje de salir a visitar a los enfermos, llevándoles la fuerza de la Palabra de Dios y de la Eucaristía”. Dos días después, instó a orar por las autoridades llamadas a decidir “medidas que no gustan al pueblo”. El 14 de marzo, su pensamiento se dirige a las familias con niños en casa, llamadas a afrontar esta difícil situación con paz y alegría, pero sobre todo a quienes conviven con personas con discapacidad, para que no pierdan la paz en este momento y puedan seguir adelante con toda la familia con fuerza y ​​alegría. Pensó también en las víctimas de violencia doméstica, animando repetidamente a las familias a aprovechar la oportunidad para crecer en el bien.

En esas semanas el corazón del Papa es un caleidoscopio que no quiere dejar atrás ninguna categoría social. Recordar a “los trabajadores de las farmacias, de los supermercados, del transporte, de la policía” (15 de marzo), “los sanitarios fallecidos” (18 de marzo), “las personas que se encargan de enterrar a los difuntos, que arriesgan su vida y también corren el riesgo de contraer la infección” (16 de mayo), las “muchas personas que limpian los hospitales, las calles, que vacían los cubos de basura” (17 de mayo): esta es la última celebración que cierra la era de las Misas matutinas con la Capilla de Santa Marta abierta al exterior.

El Papa Francisco en la capilla de la Casa Santa Marta

Un lugar especial en las numerosas intenciones de oración de estos días está reservado a los ancianos que están solos y sufren «una grandísima soledad interior» (17 de marzo) y, especialmente, a los encarcelados. El Papa denuncia el hacinamiento en las instituciones penitenciarias, comprende el sufrimiento de los presos pensando en sus familias fuera (19 de marzo), reza «por todas las personas que sufren una condena injusta a causa de la crueldad» (7 de abril).

Con el paso de los meses surge la preocupación por quienes han perdido el trabajo y comienzan a sentir hambre, por quienes son víctimas de la “pandemia social”, por quienes dependen de los usureros para alimentarse (23 de abril), o por las personas sin hogar abandonadas en las calles “para que la sociedad de hombres y mujeres tome conciencia de esta realidad y ayude y la Iglesia los acoja” (31 de marzo). Hay también un pensamiento dirigido al Viejo Continente para que se una y “logre tener esa unidad fraterna que –espera Francisco- soñaron los padres fundadores de la Unión Europea” (22 de abril). El Papa también recuerda a quienes trabajan en los medios de comunicación (1 de abril), a las mujeres embarazadas preocupadas por el futuro de sus hijos (17 de abril), a los docentes llamados a educar a distancia (24 de abril) y a las víctimas de la faceta más cruel del Covid, los enterrados en fosas comunes y sin nombre (30 de abril). Una oración también por los artistas, que «a través del camino de la belleza nos indican el camino a seguir» (27 de abril). Luego, el 18 de mayo, después de más de dos meses, Francisco concluyó la Misa en directo por televisión, coincidiendo con la reanudación de las celebraciones presenciales.

El patrimonio que queda

Las homilías de Santa Marta quedarán ahora en la historia del pontificado y de la Iglesia. Hay quienes los han atesorado, quienes quieren leerlos y quienes aún no los conocen. Aquella misma Capilla que durante años le vio explicar el Evangelio le dio su último adiós, pero en ese espacio quedó el patrimonio de palabras, gestos, silencios de adoración, y el féretro de Francisco, colocado al pie del altar poco después de su muerte, recordó sus palabras: «el ideal de la Iglesia está siempre con el pueblo y con los Sacramentos. Siempre».

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