El Papa está en Bolivia, segunda etapa de su gira latinoamericana. De las misas en Floresta a La Paz. La explicación detrás de sus gestos
Por Alicia Barrios
Cuando todos creen que el Papa está cansado, por un gesto cerrado, en realidad esta fastidiado, disgustado por alguna situación que lo incomoda. No se lo vio así, hasta ahora, en la gira por Latinoamérica, donde está en su salsa.
Las conversaciones que mantiene a solas con los presidentes son a puertas cerradas, sin testigos, y de llegar a trascender una palabra esto disgustaría a Su Santidad, a quién la falta de discreción lo enoja, defrauda, no sólo en estas situaciones sino también entre sus propios amigos.
A Bolivia, llegó con el recuerdo vivo de las misas de Floresta, cada 2 de febrero, cuando en las patronales de la virgen de la Candelaria, bautizaba a los chiquitos, fruto del amor de parejas de madre boliviana y padre coreano. Algo habitual en un barrio en el cual ambas colectividades trabajan en el polo comercial de la avenida Avellaneda.
Llegó a La Paz con la nostalgia en su corazón de esas uniones que celebraba con tanta felicidad. Siendo Papa suele ponerlos de ejemplo en Italia, de frente a una sociedad europea, excluyente, que no tiene hijos y se cierra al inmigrante. Es desde este lugar, que suele decir: "La esperanza está en Latinoamérica, no en Europa".
A esas mujeres bolivianas, que lo seguían por todas las procesiones, con un espíritu abierto, les enseñó un ejercicio muy sanador en su última misa como cardenal en la Candelaria: "María estaba con su pequeño Jesús recién nacido, de 40 días, y mirando al cielo, a Dios, lo elevó en sus brazos. Dijo: es mío, yo lo parí, pero también es tuyo y vos cuidalo".
Las mujeres una y otra vez hacían que entregaban su hijo a Dios para que los cuide. Sentían alivio. Ahí estaba la fe. Dos de ellas, Rosa Mariscal y Dora Santos, lo están esperando en Santa Cruz de la Sierra para abrazarse con ese padre, hermano, amigo. El mismo a quien acompañaron en las misas de la Candelaria y con toda la familia en las 14 nochebuenas que Jorge Mario Bergoglio presidió como cardenal en la catedral Metropolitana.
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