En vísperas de la cumbre mundial en París, clamó durante su gira africana por un acuerdo transformador; brindó una misa multitudinaria en Nairobi
Por Elisabetta Piqué
NAIROBI.- Decir que ayer, segundo día del Papa en África, fue intenso, es poco. Francisco tuvo un encuentro ecuménico e interreligioso en el que llamó "a no usar nunca el nombre de Dios para justificar odio y violencia". Celebró una primera misa multitudinaria en la que llamó a los keniatas a "estar firmes en la fe y a no tener miedo"; se reunió con el clero local, y, finalmente, lanzó una fuerte advertencia a la cumbre del clima que comienza en París el próximo lunes.
Citando varias veces su encíclica Laudato si', el Papa llamó a que la cumbre de París no se quede en discursos y lleve a un acuerdo transformador para lograr tres objetivos interdependientes: "el alivio del impacto del cambio climático, la lucha contra la pobreza y el respeto de la dignidad humana".
"Sería triste, y me atrevo a decir hasta catastrófico, que los intereses particulares prevalezcan sobre el bien común y lleven a manipular la información para proteger sus proyectos", dijo en un discurso pronunciado ante 3000 personas en el aula magna de la sede de las Naciones Unidas de esta capital. Fue interrumpido varias veces por aplausos.
Como hizo en Bolivia en julio pasado ante los movimientos populares, también llamó a poner "la economía y la política al servicio de los pueblos" y a un cambio de rumbo. Además, a una cultura del cuidado: cuidado de sí, del otro y del ambiente. Y salió en especial defensa de África, un continente donde aún hoy "la eliminación de la malaria y la tuberculosis reclaman una atención política primaria, por encima de cualquier otro interés comercial o político".
"África ofrece al mundo una belleza y una riqueza natural que nos llevan a alabar al Creador. Este patrimonio africano y de toda la humanidad sufre un constante riesgo de destrucción, causado por egoísmos humanos de todo tipo y por el abuso de situaciones de pobreza y exclusión", denunció.
"En el contexto de las relaciones económicas entre los Estados y los pueblos no se puede dejar de hablar de los tráficos ilegales que crecen en un ambiente de pobreza y que, a su vez, alimentan la pobreza y la exclusión", agregó el Papa. Condenó el comercio ilegal de diamantes y piedras preciosas, de metales raros o de alto valor estratégico, de maderas y material biológico, el tráfico de marfil y la consecuente matanza de elefantes, un cóctel que "alimenta la inestabilidad política, el crimen organizado y el terrorismo".
El discurso -que también trató problemas como la exagerada urbanización, que fomenta nuevas formas de agresividad social, narcotráfico, desarraigo y anonimato social- fue recibido con una ovación muy parecida a la que el Papa había tenido en el cuartel general de la ONU, en septiembre pasado.
"Ningún papa jamás habló así, tan claro y metiendo el dedo en la llaga", dijo a LA NACION Akelo Gicobi, estudiante universitario, que se manifestó "enamorado del papa argentino". Pablo VI fue el primer pontífice en pisar África, en 1969; Juan Pablo II estuvo 14 veces, y Benedicto XVI viajó en 2009.
En el aula magna de la sede de la ONU africana se oyeron los mismos ululatos de alegría de las mujeres -tradición de esta zona-, que también marcaron la misa al aire libre de la mañana. En medio de estrictas medidas de seguridad, incluso con militares a caballo, la misa tuvo lugar en el campus de la Universidad de Nairobi, que por la lluvia se había convertido en un lodazal.
"Bienvenida a África, pero nosotros estamos contentos por el agua porque tenemos sequía. La lluvia es una bendición, como el Papa", dijo, al observar el calzado de esta corresponsal, Lukorito Misori, banquero jubilado, que viajó dos días desde Mombasa.
Con bellísimos coros en swahili, gran ritmo y danzas típicas que conquistaron al Papa, a la misa asistieron 4000 curas de 20.000 centros, 60 obispos y por lo menos 300.000 fieles, algunos llegados de países vecinos.
Energizado por la buena onda africana, en un encuentro que tuvo más tarde con el clero, religiosos y novicios, Francisco dejó de lado el discurso que tenía preparado. Se disculpó por su "pobre" inglés y continuó en porteño -traducido al inglés por un ayudante-, lo que provocó risas y aplausos.
"Jesús, cuando nos elige, no nos canoniza, seguimos siendo pecadores. ¡Que levante la mano quien no se siente pecador! ¡Todos los somos, yo primero!", exclamó Francisco. Llamó a los hombres de Iglesia a ser servidores de los más necesitados y seguidores de Jesús, sin ambiciones de dinero y poder, y hasta les dio un consejo a los seminaristas: "Si alguno no está seguro, búsquese trabajo, cásese, forme una buena familia".
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