Francisco entre los hijos de los migrantes: contagien su alegría

Francisco entre los hijos de los migrantes: contagien su alegría

El Papa visita una escuela católica de Harlem, a la que asisten los hijos de familias de bajos recursos: «Martin Luther King dijo un día: ‘Tengo un sueño’. El soñó que muchos niños, muchas personas tuvieran igualdad de oportunidades. El soñó que muchos niños como ustedes tuvieran acceso a la educación. Es hermoso tener sueños y poder luchar por ellos»

Llegó puntual y sonriente en la Fiat 500 de color oscuro. Papa Francisco demuestra nuevamente sentirse a gusto entre la gente, especialmente entre la gente común. Saludó largo rato a los chicos que lo esperaban fuera de la escuela «Nuestra Señora Reina de los Ángeles», en Harlem. Una escuela primaria y secundaria con 282 alumnos. El 69 % de los chicos cuenta con una beca. Provienen de familias de bajos recursos, los llamados «dreamers» que persiguen el sueño americano: migrantes adultos o menores no acompañados de América Latina, refugiados de África y del Medio Oriente, pero también afro-americanos.

La visita a la escuela, que forma parte de una red de seis escuelas católicas en los barrios de Harlem y del South Bronx, es una etapa simbólica que Francisco quiso incluir en su viaje. Esta mañana habló a los potentes de la tierra y por la tarde abrazó a los hijos de los migrantes.

Cuando entró, ante la presencia del alcalde de Nueva York Bill De Blasio, fue acogido con un canto de los niños, a los que les pidió que cantaran más fuerte. Saludó a los maestros y maestras y pasó por los pupitres para escuchar las experiencias de algunos de los presentes. Recibió regalos. Dos niños acompañaron a Bergoglio frente a una pantalla interactiva con una imagen dedicada al medio ambiente. Cada uno tenía que mover un elemento para llevarlo al espacio que le correspondía. Los niños se tardaron un poco. El Papa, que no es muy ducho con computadoras y tabletas, se tardó más y logró hacerlo solamente con la ayuda de los alumnos. Dos jóvenes migrantes obreros le regalaron un casco de plástico blanco.

«Pido perdón, especialmente a los maestros -dijo Francisco hablando su lengua- por ‘robarles’ unos minutos de la lección. Están todos contentos. Me han contado que una de las lindas características de esta escuela es que algunos de sus alumnos vienen de otros lugares, inclusive de otros países. Qué bueno que es eso. Aunque sé que no siempre es fácil tener que trasladarse y encontrar una nueva casa, nuevos vecinos, amigos; no es nada fácil. Al principio puede ser algo cansador, ¿verdad? Muchas veces aprender un nuevo idioma, adaptarse a una nueva cultura, un nuevo clima. Cuántas cosas tienen que aprender. No solo las tareas de la escuela»

Francisco subrayó: «Lo bueno es que también encontramos nuevos amigos. Y esto es muy importante; encontramos personas que nos abren puertas y nos muestran su ternura, su amistad, su comprensión, y buscan ayudarnos para que no nos sintamos extraños. Para que nos sintamos en casa». La escuela se convierte en una «gran familia», en la que junto con «nuestras madres, padres, abuelos, educadores, maestros y compañeros aprendemos a ayudarnos, a compartir lo bueno de cada uno, a dar lo mejor de nosotros, a trabajar en equipo y a perseverar en nuestras metas».

Después, Francisco recordó que muy cerca de la escuela hay una calle «con el nombre de una persona que hizo mucho bien por los demás, y quiero recordarla con ustedes. Me refiero al Pastor Martin Luther King. El dijo un día: ‘Tengo un sueño’. El soñó que muchos niños, muchas personas tuvieran igualdad de oportunidades. El soñó que muchos niños como ustedes tuvieran acceso a la educación. Es hermoso tener sueños y poder luchar por ellos».

«Hoy -continuó- queremos seguir soñando y celebramos todas las oportunidades que, tanto a ustedes como a nosotros los grandes, nos permiten no perder la esperanza en un mundo mejor, con mayores posibilidades. Y tantas personas que me han saludado y que me han presentado también sean con ustedes, con esto y por esto se involucran en este trabajo para acompañarlos en este camino. Todos soñamos. Sé que uno de los sueños de sus padres, de sus educadores y también del cardenal Dolan, que es muy bueno, es que ustedes puedan crecer con alegría. Siempre es muy bueno ver a un niño sonreír. Acá se los ve sonrientes: sigan así y ayuden a contagiar la alegría a todas las personas que tienen cerca».

Antes de retirarse dijo que quería dejarles una «homework»: «Es un pedido sencillo pero muy importante: no se olviden de rezar por mí para que pueda compartir con muchos la alegría de Jesús. Y recemos también para que muchos puedan disfrutar de esta alegría como la que tienen ustedes, cuando se sienten ayudados, acompañados, aunque haya problemas, pero está esa paz de que Jesús no abandona».

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