Alrededor de 45 mil personas participan en el encuentro con las familias en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez; el testimonio de cuatro personas y las respuestas del Pontífice; 'echarle ganas' en la familia, «Prefiero una familia que intenta volver a empezar a una sociedad obsesionada por el lujo», «Dios no sabe hacer otra cosa que querernos y echarnos ganas y empujarnos y llevarnos adelante»
Por PABLO LOMBÓ - ROMA
«Prefiero una familia herida, que intenta todos los días conjugar el amor, a una sociedad enferma por el encierro y la comodidad del miedo a amar. Prefiero una familia que una y otra vez intenta volver a empezar a una sociedad narcisista y obsesionada por el lujo y el confort». En un ambiente de fiesta absoluta, con la alegría de miles de personas, Papa Francisco sostuvo un encuentro con las familias. Mons. Fabio Martínez en nombre de la Arquidiócesis de Tuxtla Gutiérrez dio la bienvenida al Pontífice visiblemente emocionado: «Santo Padre, su presencia nos invita a hacer de nuestras familias nuestro tesoro y nuestro reto en el amor de cada día», acotó. «Papa Francisco, nuestro pastor con olor a Cristo, contigo somos familia, contigo somos Iglesia. Gracias Papa Francisco. Bienvenido, mensajero de la buena noticia de la familia». Y tres mujeres le ofrecieron como regalo una estola artesanal como ofrenda del trabajo en la diócesis con rostros de niños nacidos desde el año 2000.
Primero la conmovedora Misa presidida en San Cristóbal de las Casas (en la que pidió perdón a los pueblos indígenas porque sus tradiciones han sido consideradas «inferiores», mientras que el poder, el dinero y las leyes del mercado los han «despojado» de sus tierras o «han realizado acciones que las contaminaban») y la oración ante la tumba de mons. Saúl Ruiz en la Catedral de la misma ciudad. Después, y para concluir esta tercera jornada completamente chiapaneca de su viaje apostólico en México, Papa Francisco se reunió con alrededor de 45 mil personas para el encuentro de las familias en el estadio Víctor Manuel Reyna de Tuxtla Gutiérrez, capital de Chiapas.
Tras una oración a la Santa Familia de Nazaret, el Papa escuchó las palabras de mons. Francisco Xavier Chabola, responsable de la comisión familia, quien presentó a cuatro familias que ofrecieron su testimonio. La familia Morales Montoya fue la primera; uno de sus miembros, Manuel, de catorce años y que sufre distrofia muscular, explicó al Papa su situación y dijo que «le echo ganas», con mucha alegría, a pesar de su enfermedad, para salir a invitar a los jóvenes a conocer a Dios: «Santo Padre, ore por nosotros, los adolescentes de México, ya que hay muchos desanimados. Hay algunos que están en malos pasos y como nadie los escucha caen en malas compañías».
Después siguió el turno de la familia Hernández Robledo, y habló en su nombre Menelio de la diócesis de Tapachula: «Mi esposa, mis hijos y yo hemos venido acompañando a mis padres que han vivido más de 50 años juntos». «Mi familia se siente bendecida junto con ellos, porque, a través de nuestros padres Dios nos ha regalado la fe católica», subrayó. Y le pidió «que haga mucha oración por nosotros, por nuestra patria, y por nuestro pueblo que sufre mucho, somos un pueblo que sufre pero que tiene esperanza, fe y mucho amor para seguir transmitiendo el amor de Dios a nuestros hijos y a las nuevas generaciones».
El tercer testimonio fue el de la familia de Humberto Gómez Espinosa y Claudia Castillo Leal, que es una pareja de divorciados que se han vuelto a casar, y son de la arquidiócesis de Monterrey, del norte de México. «Somos Humberto y Claudia, tenemos 16 años casados por el civil. Yo antes era soltero y Claudia era divorciada con tres hijos», después tuvieron juntos un hijo que ahora tiene 11 años, que ahora es monaguillo. «Sentíamos que no teníamos un lugar» en la Iglesia, por lo que entraron a un grupo para divorciados vueltos a casar y allí, indicó recibieron acogida y misericordia. «Los divorciados vueltos a casar no podemos acceder a la Eucaristía, pero podemos comulgar a través del hermano necesitado, del hermano enfermo, del hermano privado de su libertad», por eso son voluntarios. Claudia, además, es voluntaria de guarderías del penal de Topo Chico (en donde hubo hace pocos días un motín que provocó la muerte de más de 40 personas). «Somos bendecidos porque tenemos un matrimonio y una familia donde el centro es Dios», concluyó.
El cuarto y último testimonio fue de una madre soltera con sus hijos, Beatriz, de la arquidiócesis de la Ciudad de México. Narró su historia caracterizada por la violencia y la pobreza, y reconoció que en la adolescencia tuvo hijos sin estar casada. «Siendo enfermera, se me ofreció la oportunidad de abortar, pero Dios me permitió no atentar contra la vida de mis hijos», a pesar de las dificultades. El aborto, indicó, se presentaba como una solución a los problemas, pero indicó que encontró fortaleza en «el amor del padre y la misericordia de la Iglesia y el perdón de los pecados». Y pidió a Francisco que ayude para que las mujeres no cedan «Ante la falsa salida del aborto, para que puedan, como yo, encontrarse con una Iglesia que les ama y les acoge».
«Gracias a ustedes, familias y amigos --dijo el Papa--, que nos han regalado sus testimonios, que nos han abierto las puertas de sus casas, de sus vidas; nos han permitido estar en sus ‘mesas’ compartiendo el pan que los alimenta y el sudor frente a las dificultades cotidianas». Y se dirigió al cicho Manuel: «antes de darte gracias a vos por tu testimonio quiero dar gracias a tus padres, los dos, de rodillas, delante tuyo, teniéndote el papel. ¿Vieron qué imagen? Los padres de rodillas ante el Hijo. No nos olvidemos de esa imagen. Por ahí de vez en cuando, ellos se pelean, y más cuando se mete la suegra, pero no importa. Pero se aman y nos han demostrado que se aman y son capaces por el amor que se tienen deponerse de rodillas delante de su hijo enfermo. Gracias amigos por ese testimonio que han dado». «Me gustó esa expresión que usaste: ‘Echarle ganas’, como la actitud que tomaste después de hablar con tus padres. Comenzaste —continuó— a echarle ganas a la vida, echarle ganas a tu familia, echar ganas entre tus amigos; y nos has echado ganas a nosotros aquí reunidos. Creo que es lo que el Espíritu Santo siempre quiere hacer en medio nuestro: echarnos ganas, regalarnos motivos para seguir apostando, soñando y construyendo una vida que tenga sabor a hogar, a familia».
«El Padre Dios le ha echado ganas a nuestra vida. Podemos preguntarnos: ¿Por qué? Porque no sabe hacer otra cosa. Dios no sabe hacer otra cosa que querernos y echarnos ganas y empujarnos y llevarnos adelante. Porque su nombre es amor, su nombre es donación, su nombre es entrega, su nombre es misericordia. Eso nos lo ha manifestado con toda fuerza y claridad en Jesús, su Hijo, que se la jugó hasta el extremo para volver hacer posible el Reino de Dios. Un Reino que nos invita a participar de esa nueva lógica, que pone en movimiento una dinámica capaz de abrir los cielos, capaz de abrir nuestros corazones, nuestras mentes, nuestras manos y desafiarnos con nuevos horizontes. Un reino que sabe de familia, que sabe de vida compartida. En Jesús y con Jesús ese reino es posible. Él es capaz de transformar nuestras miradas, nuestras actitudes, nuestros sentimientos muchas veces aguados en vino de fiesta. Él es capaz de sanar nuestros corazones e invitarnos una y otra vez, setenta veces siete, a volver a empezar. Él es capaz de hacer siempre nuevas todas las cosas». «Me pediste, Manuel, que rezara por muchos adolescentes que están desanimados y en malos pasos. Lo sabemos, ¿no? Muchos adolescentes sin ánimo, sin fuerza, sin ganas. Y, como bien dijiste —añadió—, muchas veces esa actitud nace porque se sienten solos, porque no tienen con quien hablar. Piénselo padres, piénselo madres. Hablan con sus hijos y sus hijas o están siempre ocupados apurados. ¿Juegan con sus hijos y sus hijas?»
«Y eso me recordó el testimonio que nos regaló Beatriz. Si mal no recuerdo, Beatriz, vos dijiste: ‘La lucha siempre ha sido difícil por la precariedad y la soledad’. Pensemos en todas las mujeres que pasan por lo que pasó Beatriz. La precariedad, la escasez, el no tener muchas veces lo mínimo nos puede desesperar, nos puede hacer sentir una angustia fuerte ya que no sabemos cómo hacer para salir adelante y más cuando tenemos hijos a cargo. La precariedad no sólo amenaza el estómago (y eso es ya decir mucho), sino que puede amenazar el alma, nos puede desmotivar, sacar fuerza y tentar con caminos o alternativas de aparente solución, pero que al final no solucionan nada. Existe una precariedad que puede ser muy peligrosa, que se nos puede ir colando sin darnos cuenta, es la precariedad que nace de la soledad y el aislamiento. Y el aislamiento siempre es un mal consejero».
«Ambos usaron sin darse cuenta la misma expresión, ambos nos muestran cómo muchas veces la mayor tentación a la que nos enfrentamos es ‘cortarnos solos’ y lejos de ‘echarle ganas’; esa actitud es como una polilla que nos va corroyendo el alma, nos va secando el alma. La forma de combatir esta precariedad y aislamiento, que nos deja vulnerables a tantas aparentes soluciones, se tiene que dar a distintos niveles. Una es por medio de legislaciones que protejan y garanticen los mínimos necesarios para que cada hogar y para que cada persona pueda desarrollarse por medio del estudio y un trabajo digno. Por otro lado, como bien lo resaltaba el testimonio de Humberto y Claudia cuando nos decían que buscaban la manera de transmitir el amor de Dios que habían experimentado en el servicio y en la entrega a los demás. Leyes y compromiso personal son un buen binomio para romper la espiral de la precariedad. Y ustedes se animaron, rezan están con Jesús, están integrados en la vida de la Iglesia. Usaron una bella expresión: comulgamos con el hermano débil, el enfermo, el preso, Gracias».
Hoy en día, recordó Francisco, «vemos y vivimos por distintos frentes cómo la familia está siendo debilitada, cuestionada. Cómo se cree que es un modelo que ya pasó y que no tiene espacio en nuestras sociedades que, bajo la pretensión de modernidad, propician cada vez más un modelo basado en el aislamiento».
«Es cierto, vivir en familia no siempre es fácil, muchas veces es doloroso y fatigoso, pero creo que se puede aplicar a la familia lo que más de una vez he referido a la Iglesia: prefiero una familia herida, que intenta todos los días conjugar el amor, a una sociedad enferma por el encierro y la comodidad del miedo a amar. Prefiero una familia que una y otra vez intenta volver a empezar a una sociedad narcisista y obsesionada por el lujo y el confort. Prefiero una familia con rostro cansado por la entrega a rostros maquillados que no han sabido de ternura y compasión». «‘¿Cuántos chicos tenés?’ ‘No tenemos, nos gusta ir de vacaciones, quiero comprarme una quinta’. Los lujos y el confort quedan y cuando quisiste tener uno ya se te pasó la hora. Qué daño que hace eso, ¿Eh?».
«Cuando les pregunté a don Aniceto y señora quién tuvo más paciencia en estos 50 años: los dos padre. Porque en la familia para llegar a lo que ellos llegaron hay que tener paciencia, amor, hay que saber perdonarse. Padre una familia perfecta nunca discute mentira es conveniente que dictan y que vuele algún plato, está bien, no les tengan miedo. El único consejo es que no terminen el día sin hacer la paz. Porque si terminan el día en guerra, van a amanecer ya en guerra fría y la guerra fría es muy peligrosa en la familia».
«Y hablando de arrugas —continuó sin leer el texto—, recuerdo el testimonio de una gran actriz latinoamericana de cine, cuando ya casi sesentona comenzaba a mostrarse las arrugas de la cara y le aconsejaron un arreglo para seguir trabajando bien, su respuesta fue muy clara: estas arrugas me costaron mucho trabajo, mucho dolor y una vida plena. Ni soñando las quiero tocar. Son las huellas de mi historia y siguió siendo una gran actriz».
«El amor no es fácil. No. Pero es lo más lindo que un hombre y una mujer se pueden dar entre sí. El verdadero amor, para toda la vida. Me han pedido que rezara por ustedes y quiero empezar a hacerlo ahora mismo, con ustedes. Ustedes queridos mexicanos tienen un plus —concluyó—, corren con ventaja. Tienen a la madre: la Guadalupana quiso visitar estas tierras y eso nos da la certeza de tener su intercesión para que este sueño llamado familia no se pierda por la precariedad y la soledad. Ella es Madre y está siempre dispuesta a defender nuestras familias, nuestro futuro; está siempre dispuesta a ‘echarle ganas’ dándonos a su Hijo».
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