Este 8 de diciembre el Papa vuelve a rendir homenaje a María Inmaculada

Este 8 de diciembre el Papa vuelve a rendir homenaje a María Inmaculada

Después de dos años de interrupción a causa de la pandemia, este 8 de diciembre, el Santo Padre volverá a rendir “homenaje público” a la imagen de la Virgen María Inmaculada. El Pontífice presidirá el acto de veneración a la Inmaculada, a las 16.00 horas, en la Plaza de España de Roma. Descubramos su historia y el origen de esta amada tradición del pueblo romano.

Como cada año, la Iglesia celebra el 8 de diciembre, la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. Esta fiesta fue establecida en 1476 por el Papa Sixto IV; y el Papa Clemente XI la hizo universal en 1708. Pero fue el Papa Pío IX quien proclamó solemnemente en 1854 el dogma de la Inmaculada Concepción de María: “Declaramos, afirmamos y definimos verdad revelada por Dios la doctrina que sostiene que la santísima Virgen María fue preservada, por especial gracia y privilegio de Dios omnipotente, en previsión de los méritos de Jesucristo Salvador del género humano, inmune de toda mancha de pecado original desde el primer instante de su concepción”. (Bula Ineffabilis Deus, 1854).

El hallazgo de la columna de mármol

El 17 de septiembre de 1777, durante las obras de mantenimiento de los cimientos de un edificio donado por el Papa Pío VI a las monjas benedictinas de Santa María en Campomarzio, vino a la luz una columna de mármol de considerables dimensiones: medía 11,81 metros de altura y tenía un diámetro de 1,45 metros. A pesar que el Papa había ordenado su inmediata extracción, hubo que esperar casi un año antes de que pudieran comenzar las obras, para ello, ee instalaron ocho cabestrantes, cada uno de ellos manejado por 16 personas. Finalmente, el 21 de mayo de 1778, la columna fue extraída. Sin embargo, su reubicación no fue inmediata porque, aunque había muchos planes para su reutilización, no se encontró ninguna solución viable. Así, la columna permaneció 77 años junto al palacio de Montecitorio (actualmente, sede de la Cámara de Diputados, el Parlamento italiano), adonde había sido transportada.

La proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción

Así llegamos al 8 de diciembre de 1854: el Papa Pío IX proclamó solemnemente el dogma de la Inmaculada Concepción con la Constitución Apostólica Ineffabilis Deus, expresando el deseo de erigir en Roma un monumento que recordara el acontecimiento a las generaciones futuras. Entonces, era, la ocasión propicia para reutilizar la columna romana y fue el propio Papa quien señaló la Plaza de España como el lugar más adecuado. La obra fue financiada por Fernando II, rey de las Dos Sicilias, como acto simbólico de reconciliación con la Iglesia, y encomendada al arquitecto Luigi Poletti. La colocación de la primera piedra tuvo lugar el 6 de mayo de 1855, con la bendición del cardenal Giacomo Filippo Franzoni, Prefecto de Propaganda Fide.

La solemne inauguración del monumento

Antes de la inauguración se limpió la columna y luego se transportó desde la plaza Montecitorio hasta la plaza de España utilizando rodillos y el trabajo de varios prisioneros. Pero no fue el único mármol que llegó a la obra: sólo para los cimientos y el zócalo se necesitaron 400 metros cúbicos de travertino, por no hablar de las estatuas y bajorrelieves que ayudaron a decorarla. La tarde del 18 de diciembre de 1856 todo estaba listo para la compleja fase de la elevación, en la que participaron 200 bomberos. Y fueron también los bomberos quienes, el 5 de agosto de 1857, colocaron la estatua de bronce de la Virgen, obra de Giuseppe Obici, en lo alto de la columna.

La solemne inauguración del monumento tuvo lugar el 8 de septiembre de 1857 en presencia de Pío IX, y para la ocasión, en la fachada del edificio de la Embajada de España, el arquitecto Antonio Sarti hizo instalar un balcón artificial sobre enormes columnas, destinado a acoger al propio Papa para el rito de inauguración y bendición.

Una iconografía reconocible

La Virgen María viste túnica y manto con pliegues profundos. Lleva la cabeza descubierta, la larga cabellera suelta, coronada con doce estrellas. Su mirada y su mano izquierda se dirigen hacia arriba, mientras que la derecha apunta hacia abajo, materializando en la figura su papel maternal de intercesora entre Dios y la humanidad. Está de pie sobre el globo terráqueo, sostenido a su vez por los símbolos de los cuatro evangelistas. La luna creciente parece surgir de sus pies mientras aplasta victoriosa la cabeza de la serpiente, sobre ella se alza la estatua de la Inmaculada Concepción, de 4 metros de altura y 7000 kilogramos de peso. La parte escultórica de bronce descansa sobre una base ática, que a su vez se apoya en un capitel compuesto de mármol, para una altura total de unos 15 metros. Todo el aparato decorativo hace referencia a la Virgen. El capitel lleva ramas de olivo y lirios, símbolos de paz y pureza.

La base y los relieves del monumento

En la base del monumento hay estatuas de los cuatro profetas que hablaron de la Virgen María en sus vidas: Moisés, esculpido por Ignazio Iacometti; Isaías, esculpido por Salvatore Revelli de Taggia; Ezequiel, esculpido por Carlo Chelli de Carrara; y David, esculpido por Adamo Tadolini de Bolonia. Los bajorrelieves de la base representan escenas de la vida de María: la Anunciación de Francesco Gianfredi, el Sueño de José de Nicola Cantalamessa Papotti, la Coronación de Giovanni Maria Benzoni y la Promulgación del Dogma de la Inmaculada de Pietro Galli.

Hubo un tiempo en que también había 16 pequeñas columnas de diferentes mármoles, unidas con varillas de hierro, para proteger el monumento en la base, pero el tráfico y las necesidades de espacio obligaron a retirarlas.

La tradición del homenaje a la Inmaculada

Fue Pío XII el primero en enviar flores con ocasión de esta Solemnidad Mariana y, el 8 de diciembre de 1953, día de la apertura del Año Mariano, fue el primero en acudir en persona a la Escalinata de España (en realidad se trata de la Plaza Mignanelli, ubicada al lado de Plaza de España); tras él, en una costumbre que perdura aún hoy, san Juan XXIII, el beato Pablo VI, que acudió allí con ocasión de la solemne clausura del Concilio Vaticano II, el 8 de diciembre de 1965; en el período de la crisis del petróleo, el Papa Montini llegó a la Escalinata de España en carroza. San Juan Pablo II, Benedicto XVI y el Papa Francisco han continuado esta tradición tan querida por el pueblo romano.

El 8 de diciembre de 2021, el Papa Francisco rindió homenaje de forma privada a la Virgen María y en un momento de oración a los pies de la estatua de la Inmaculada pidió “por todas las personas que sufren a causa de las guerras y las crisis climáticas”.

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