Después de Cuba, el Papa mira a China

Después de Cuba, el Papa mira a China

El Vaticano busca restablecer la relación con el país asiático, rota hace 63 años.

ROMA.- Como ya es habitual, el miércoles pasado, antes de la audiencia general, Francisco dio una vuelta en el papamóvil para saludar a los fieles en la Plaza San Pedro. En medio de los gritos de entusiasmo, cuando vio a un grupo de peregrinos con ojos rasgados que agitaban banderas chinas, se bajó a saludarlos. Expertos vaticanos no dudaron entonces en poner la lupa sobre la "diplomacia de los gestos" del ex arzobispo de Buenos Aires, el primer papa jesuita que está convencido de que el futuro de la Iglesia Católica está en Asia.

 

En agosto pasado, el Pontífice había dicho, luego de ser autorizado a sobrevolar por primera vez espacio aéreo chino en su viaje a Corea del Sur, que "iría mañana mismo" a China, el país comunista distanciado de la Santa Sede desde hace 63 años y donde hay más de 10 millones de católicos.

Se sabe que la diplomacia vaticana opera sigilosamente para superar la división con China y sellar un acuerdo que podría llegar pronto. Y es mucho lo que puede hacer en ese sentido Francisco, cuya mediación fue decisiva para el inesperado deshielo entre Estados Unidos y Cuba.

Francisco es el papa del pueblo. Pero, como resulta cada vez más evidente, también es el papa político, el papa "diplomático". No es para menos. En un mundo en el que se está dando una "tercera guerra mundial en pedazos", como suele advertir el Pontífice, la diplomacia vaticana trabaja en diversos dossiers, que van sobre todo desde China hasta Venezuela, África o las dos Coreas divididas.

En el caso de las relaciones con Pekín, el máximo punto de desacuerdo es la cuestión de la designación de los obispos, que para el Vaticano es prerrogativa del Papa.

El cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, brazo derecho de Francisco y eximio diplomático, intentó bajar las expectativas de un acuerdo inminente al decir en marzo pasado que "no hay nada nuevo importante". Confirmó, sin embargo, que hay "contactos en curso", así como "voluntad de diálogo, un diálogo que tiene sus ritmos y tiempos, y que esperamos que traiga algún resultado".

Pero después de dos años de pontificado de Francisco en los pasillos del Palacio Apostólico del Vaticano, todos son conscientes de que con él, un Papa que sorprende por su libertad interior y su modo de actuar fuera de los esquemas, la diplomacia puede explorar otros caminos.

Los hechos están a la vista. Lo confirma el encuentro que tienen hoy por la mañana en el Vaticano Raúl Castro, presidente de Cuba, y Francisco. El hermano menor de Fidel, el "barbudo revolucionario", quiere agradecerle personalmente su mediación para lograr el deshielo con Washington, hasta hace poco su máximo enemigo. Además, quiere hablar del significativo viaje que Jorge Bergoglio hará a la isla caribeña en septiembre próximo, antes de su histórica visita a Estados Unidos.

"En un momento de las negociaciones secretas entre Cuba y Estados Unidos, que tuvieron lugar en Canadá y en el Vaticano, cuando las cosas ya estaban bastante avanzadas, se bloquearon. Ni siquiera Parolin podía destrabarlas. Y si no hubiera sido por la intervención directa del Papa, que decidió escribirle una carta a cada uno de los dos presidentes, aunque hay quienes hablan de una conversación telefónica, seguramente con su habitual estilo directo, franco, todo habría quedado en vía muerta", dijo a LA NACION Franco Venturini, editorialista del Corriere della Sera y experto en temas internacionales.

"No conozco el contenido de las cartas, pero es evidente que esas dos cartas no es que hayan asustado a Obama o a Castro, sino que les dieron a las dos partes un motivo para ceder, lo cual es muy importante desde el punto de vista diplomático. Fue un paso decisivo y políticamente muy inteligente del Papa, una movida muy aguda, porque fue como decirles: «Si dicen que no, le tienen que decir que no al Papa»", agregó.

La mediación entre Cuba y Estados Unidos -elogiada tanto por Barack Obama como por Raúl Castro el 17 de diciembre pasado, cuando sorpresivamente anunciaron el restablecimiento de relaciones diplomáticas después de más de medio siglo- reforzó las credenciales diplomáticas que Francisco comenzó a tramitar en otro caso de enorme trascendencia.

En septiembre de 2013, le escribió una carta a Vladimir Putin, anfitrión del G-20 reunido en San Petersburgo, llamando a cada uno de los líderes políticos allí presentes a "abandonar cualquier vana pretensión de una solución militar" y a evitar una "inútil masacre" en Siria.

Por primera vez se vio que Francisco estaba decidido a usar toda la fuerza, popularidad y carisma de su rol como líder de la Iglesia para hacer lo posible para evitar una intervención militar en Siria, auspiciada por Estados Unidos. Convocó a una multitudinaria jornada mundial de ayuno por la paz y ordenó a la diplomacia vaticana que se moviera con el mismo fin.

En el mismo período, el entonces hombre a cargo de las relaciones exteriores del Vaticano, el arzobispo Dominique Mamberti, detalló, durante 20 minutos, ante 71 embajadores acreditados, la postura de la Santa Sede en favor de una solución negociada y contraria al uso de la violencia. Barack Obama, finalmente, abortó la intervención militar.

Con Francisco, la diplomacia vaticana no sólo transita nuevos caminos, sino que también es "salteada" desde la residencia de Santa Marta. Así ocurrió cuando a través de dos emisarios argentinos con buenos contactos en Pekín -Ricardo Romano y José Luján-, en septiembre pasado, el Papa le mandó una carta sellada al presidente chino, Xi Jinping.

Algo bastante parecido sucedió antes de su viaje a Tierra Santa, en mayo del año pasado, cuando se contactó directamente con los entonces presidentes de Israel y los territorios palestinos a través de un intermediario: Henrique Cymerman, el veterano periodista israelí del Canal 2 de televisión, de madre española y padre polaco, a quien había conocido a través de su amigo rabino, Abraham Skorka. Fue Cymerman quien, bajo la batuta del Papa, movió los hilos para que se diera una histórica plegaria conjunta por la paz en Medio Oriente en los Jardines del Vaticano, el 6 de junio del año pasado.

"Admiro al papa Francisco por su gran habilidad comunicativa, por su profunda preocupación por lo que pasa en el mundo actual y por su determinación a intentar mejorar la situación internacional", dijo a LA NACION Teruaki Nagasaki, embajador de Japón ante la Santa Sede. "Creo que el Papa no es sólo un carismático comunicador, sino también un gran jugador de la diplomacia. Y que gracias a él la diplomacia vaticana ha vuelto al escenario internacional. El Vaticano, que no tiene intereses económicos, ni militares, está cada vez más comprometido a dar su aporte a los problemas internacionales a través del enorme poder moral del Papa", agregó.

"Describiría a Francisco más como un estadista, que como un diplomático", opinó, por su parte, el embajador de un país europeo hasta hace poco acreditado ante la Santa Sede que prefirió no ser identificado.

Este diplomático coincidió en destacar la autoridad moral del primer pontífice latinoamericano, que "en el campo de las relaciones internacionales demuestra ese liderazgo tan necesario en un mundo dividido, buscando la resolución de conflictos pensando en el interés de quienes más sufren sus consecuencias".

"Y lo hace a través de la aplicación de una presión moral y alentando a la reconciliación, con el apoyo del brillante servicio diplomático de la Santa Sede y de consultores externos", agregó.

Francisco, que en noviembre del año pasado en Estrasburgo dio recordados discursos ante el Parlamento Europeo y el Consejo de Europa, volverá a demostrar su rol de gran jugador diplomático en septiembre.

Se convertirá en el primer papa que habla ante las dos cámaras del Congreso norteamericano, y en el primer papa del "sur del mundo" que le habla a la Asamblea General de las Naciones Unidas. Después llegará la hora de China..

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