Cuando la religión y el trabajo chocan

Cuando la religión y el trabajo chocan

 Desde que el Gobierno de Quebec prohibió en junio que los empleados del sector público portaran símbolos religiosos en el trabajo, la gente ha estado lidiando con las consecuencias.

Una abogada musulmana que usa velo ha dejado a un lado su aspiración de convertirse en fiscal pública. Una maestra sikh con turbante se mudó 4 mil 500 kilómetros, de Quebec a Vancouver, autoproclamándose una “refugiada en su propio país”.

Y a una maestra judía ortodoxa que usa pañoleta en la cabeza le preocupa que se le pudiera frustrar un ascenso.

Desde que el Gobierno de Quebec prohibió en junio que los empleados del sector público portaran símbolos religiosos en el trabajo, la gente ha estado lidiando con las consecuencias.

François Legault, el primer ministro de tendencia derechista de Quebec, señala que la ley —que aplica a velos musulmanes, turbantes sikh, kipás judías, crucifijos católicos y otros símbolos— ratifica la separación de religión y Estado y mantiene la imparcialidad de los trabajadores del sector público.

El Gobierno ha enfatizado que la gran mayoría de los quebequenses apoya el veto.

“No me sentiría a gusto al estar ante una juez o abogada en el tribunal que usen un velo aquí, porque me preocuparía por su imparcialidad”, comentó Radhia Ben Amor, coordinadora de investigación en la Universidad de Montreal, quien es musulmana y dijo que se mudó de Túnez para vivir en un país más laico.

No obstante, la ley ha generado manifestaciones, impugnaciones legales y condenas por parte del primer ministro Justin Trudeau. Los detractores de la ley señalan que menosprecia la libertad de religión, viola las protecciones constitucionales y excluye a minorías de profesiones vitales.

La Comisión Escolar Inglesa de Montreal afirmó que la ley la estaba forzando a rechazar a maestros calificados.

El veto tiene sus raíces en la evolución histórica de Quebec en una sociedad categóricamente laica con una desconfianza visceral de la religión, derivada de la llamada Revolución Silenciosa de los 60, cuando los quebequenses se rebelaron contra el dominio de la iglesia católica.

Jean Duhaime, profesor emérito de religión en la Universidad de Montreal, dijo que portar un crucifijo en el sector público estaba estigmatizado, y los promotores de la ley veían los velos de las musulmanas como un “fantasma de la religión reapareciendo en Quebec”.

Nour Farhat, de 28 años, soñaba con convertirse en una fiscal pública de Quebec. Ahora representa a un sindicato de maestros que interpuso una demanda por el veto. Durante unas prácticas profesionales para una dependencia gubernamental de Quebec, se presentó ante un juez con su velo puesto. Pero el veto entró en vigor unas semanas tras concluir su licenciatura en Derecho penal. “Mis sueños están destruidos”, afirmó.

El veto fue aprobado el día que Amrit Kaur, una sikh de 29 años, egresó de la universidad de maestros. “El que Quebec me pida que me quite mi turbante es como si me pidiera que me cortara una extremidad”, declaró. ¿Cómo se supone que les enseñara a los niños sobre tolerancia cuando para ella estaba prohibido usar un símbolo de su fe en el trabajo?, preguntó.

Los padres de familia en la preparatoria donde Carolyn Gehr imparte clases la elogian como un modelo a seguir para jovencitas. Pero Gehr, una judía ortodoxa, teme que se le pueda frustrar un ascenso a vicedirectora a raíz de su pañoleta en la cabeza.

Gehr, quien tiene 37 años y usa la pañoleta para simbolizar su compromiso nupcial, añadió, “el Gobierno de Quebec no parece entender que las reglas religiosas no son algo que simplemente puedas dejar en la puerta”.

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