"Quiero que todo sea simplemente un viaje,

sin llamadas de urgencia ni peso de equipaje,

con las almas en vela navegando hacia Dios;

y mientras llega el día de partir, no me dejes

ni un minuto, tan sólo, ni un minuto te alejes,

porque yo no podría despertarme sin vos".

Fragmento de "Del buen amor III", de José María Castiñeira de Dios.

José María Castiñeira de Dios fue mucho más que el creador de la frase: "Volveré y seré millones", o el afiliado número 48 del Partido Justicialista. Nacido en Ushuaia, Tierra del Fuego, el 30 de marzo de 1920, llegó al mundo intelectual porteño a través de  las cualidades de sus primeras obras poéticas, que  lo acercaron indefectiblemente a Buenos Aires. Alumno de Leopoldo Marechal, sorprendió en el mundo de la literatura por su calidad, brillantez y juventud. Abrazo la causa peronista desde los orígenes, junto a una permanente participación poética, católica y política. Agudo observador de la realidad, con el prisma del artista, hizo de sus obras un canto a la fe, al compromiso, y a la sensibilidad social.

Simple, humilde, y atento a las bondades de "lo cotidiano". Una pequeña muestra de eso, es el ritual del pesebre armado en el patio de su casa por más de 70 años, un ejemplo de ese intelectual que también palpa la fibra íntima y al mismo tiempo colectiva de la fiesta del pueblo.

“Somos en la familia y para la familia”, solía decir Castiñeira al comentar que todos los domingos se reunían en su casa sus hijos, nietos y bisnietos. Y recuerda a su esposa, con quien compartió más de 60 años de matrimonio y a quien ha dedicado una poesía “Ella en mí”. Hasta el Papa Francisco le envió una carta en el año 2014 saludando al hombre, y también felicitándolo por la iniciativa.

“José María fue un poeta brillante, militante justicialista y ferviente católico; siempre consecuente con sus ideas permanecerá en el recuerdo de todos aquellos que lo conocimos” sintetiza con afecto el padre Carlos Accaputo. 

Hoy vale la pena también tomar la voz de Castiñeira de Dios, para recuperar y reconocer una palabra que en estos tiempos está vapuleada injustamente, y hasta demonizada: Él disfrutaba de identificarse como "militante católico". Le gustaba emplear esa expresión. Y la militancia es bella en todos los órdenes: Llevar con coherencia y pasión, junto a un gran compromiso y renunciamiento, una profunda convicción, abrazando la fe para servir, para pensarnos en prójimos y hermanos, en común unidad.