Las tres preguntas de Su Santidad

Las tres preguntas de Su Santidad

En el prólogo que ha escrito de ‘Para un conocimiento de la paz’, el nuevo libro de Editrice Vaticana, el Santo Padre se plantea tres preguntas a las que me atrevo a proponer sendas respuestas aproximadas, porque las cuestiones que ofrece dicen mucho de una visión de la naturaleza humana que parece pasar por alto la realidad del Pecado Original.

 

“¿Por qué en un mundo en el que la globalización ha derribado tantas fronteras, en el que todos –se dice– estamos interconectados, seguimos practicando la violencia en las relaciones entre los individuos y las comunidades?”, es la primera pregunta que se hace el Papa en el prólogo de ‘Para un conocimiento de la paz’, y me permito aventurar una respuesta sencilla.

Porque, Santo Padre, no son las fronteras, ni de lejos, el único o principal motivo de enfrentamiento de los hombres. Los hombres han luchado y se han matado por el acceso a los recursos, por las mujeres, por las ideologías -buena parte de esa violencia la estamos viendo ahora dentro mismo de las fronteras de un país, Estados Unidos- y, sí, por la religión, por forzar a vivir juntos bajo las mismas leyes e instituciones grupos humanos con valores y visiones del mundo incompatible.

Se podría sostener, de hecho, que las fronteras, lejos de fomentar la violencia, la modera. Buenas vallas hacen buenos vecinos, reza el refrán anglosajón, y no anda descaminado. Si existen grupos humanos con formas de vida, culturas y credos completamente distintos, y lo que uno ve bueno el otro lo considera malo, y lo que este ve falso el otro lo juzga verdadero, puede ser una buena idea para evitar que choquen continuamente y pretendan de continuo imponer al otro sus propias leyes que cada colectivo viva y se desarrolle en un territorio propio, con fronteras bien definidas e internacionalmente respetadas.

“¿Por qué los que son diferentes a nosotros a menudo nos asustan tanto, como para hacernos asumir un comportamiento de defensa y sospecha que con demasiada frecuencia se convierte en agresión hostil?” es la segunda pregunta, a lo que respondo:

La preferencia de lo propio sobre lo ajeno, lo familiar sobre lo extraño, es lo bastante universal en el espacio y el tiempo como para que podamos considerarla parte de nuestra naturaleza, un instinto biológico. Y esa actitud de recelo de la que habla el Santo Padre se explica porque, a menudo a lo largo de la historia, el extraño ha llegado como invasor. El régimen por defecto en el mundo es ya la democracia; eso significa teóricamente que los valores y formas de vida sostenidos por la mayoría de un territorio tienen su reflejo en el modo en el que se les gobierna. El extraño, obviamente, tiene esa misma pretensión, lo que le convierte en un rival que, de conseguir alcanzar un status mayoritario, elegirá un gobierno con principios y visiones diferentes y a menudo incompatibles con los de la población original.

Tercera pregunta: “¿Por qué los gobiernos de los Estados creen que el despliegue de su fuerza, incluso con actos de guerra, puede darles mayor credibilidad a los ojos de sus ciudadanos y aumentar el consenso del que gozan?”.

Esa es facilita: porque el gobierno ES la fuerza. Los pueblos ceden el monopolio de la violencia al Estado, precisamente porque la coercividad que ejerce es la que garantiza la paz ciudadana. Un gobierno que no sea capaz de desplegar fuerza es un gobierno incapaz de gobernar, empezando por la tarea de garantizar la paz. Si Adán no hubiera pecado y viviéramos todos en el Paraíso Terrenal, el gobierno no tendría que desplegar su fuerza, pero tampoco serían necesarios los gobiernos.

Las preguntas, en fin, que plantea Francisco no solo han sido respondidas desde hace milenios, sino que no se necesitan cursos en teoría política para responderlas, y están al alcance de cualquier iletrado. De hecho, la propia Iglesia en sus doctores ha tratado por extenso estas cuestiones, pero partiendo siempre de la realidad, es decir, de la naturaleza caída del ser humano.

El cuadro de paz, hermandad y armonía que pinta Francisco es enormemente atractivo, y ha sido en la práctica el objetivo de cuantas ideologías desgarran el mundo con sus planteamientos encontrados. Para lograrlo basta ignorar que existen la lujuria, la ira, la soberbia, la envidia, la avaricia, la pereza y la gula, que seguirán existiendo en el sistema mejor pensado del mundo.

 

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