Ha nacido la utopía que faltaba desde hace tiempo, “la esperanza que ya no calla”
di Luis Badilla
“No todo está perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse, más allá de todos los condicionamientos mentales y sociales que les impongan. Son capaces de mirarse a sí mismos con honestidad, de sacar a la luz su propio hastío y de iniciar caminos nuevos hacia la verdadera libertad. No hay sistemas que anulen por completo la apertura al bien, a la verdad y a la belleza, ni la capacidad de reacción que Dios sigue alentando desde lo profundo de los corazones humanos. A cada persona de este mundo le pido que no olvide esa dignidad suya que nadie tiene derecho a quitarle”. (Laudato sì, N° 205)
A pesar de las maquinaciones para quitarle impacto mediático a la Encíclica Laudato si’ del Papa Francisco, es suficiente navegar cinco minutos por la Red para comprender que estamos frente a un fenómeno de comunicación completamente excepcional. Los noticieros de todo el día de hoy lo confirman. Los diarios impresos de mañana volverán a confirmarlo. El documento del Papa ha demostrado que no es, como ya lo anticiparon algunas personas, una Encíclica “verde” o “ambiental”, sino mucho más.
En realidad la Encíclica es un texto extenso aunque redactado en lenguaje sencillo, tranquilo, claro y agradable, que repasa con serenidad e inteligencia cada uno de los grandes desafíos del hombre contemporáneo transmitiendo esperanza, infundiendo optimismo y coraje, y sobre todo tejiendo diálogo, puentes, encuentro y colaboración. El documento del Papa Francisco ofrece a todos, creyentes o no, católicos o no, una plataforma de valores de alto calibre ético, existencial y cultural. Con la Encíclica, sobre todo para las generaciones jóvenes, ha nacido una verdadera, auténtica y sana “utopía”, que faltaba desde hace mucho tiempo, desde hace demasiado tiempo. Aún quienes no estén de acuerdo con todo y tengan críticas respetuosas y razonables para proponer, si son de buena fe y sin segundas intenciones encontrará en este documento ese respiro profundo que faltaba y que desde hace tanto tiempo ahogaba el corazón y la garganta de muchos.
En la Encíclica se plantean todas las cuestiones verdaderamente importantes que toda la humanidad, de acuerdo o en desacuerdo respetuoso, necesitaba tener delante de los ojos para ponerse a trabajar. Nada se ha perdido todavía. Se puede cambiar, es más, hay que cambiar, y cada uno, desde el más pequeño hasta el más poderoso, tiene un rol y una tarea. El barco se hunde con todos, sin excepción, o navega y llega a puerto con todos, sin excepción. Lo que está en juego no es la fe cristiana en particular. Lo que está en juego es el ser humano y la humanidad, y nadie puede escapar a ese desafío.
El Papa ha ofrecido a todos su precioso aporte a la discusión, a la reflexión y a la colaboración. No es solo una cuestión de cambios climáticos. Es una cuestión global, totalizante: el futuro del planeta y sobre todo el futuro de quien Dios ha llamado a cultivar y custodiar este jardín. Parafraseando a Cesare Pavese podríamos decir: la esperanza ya no calla.
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