Timor Oriental; concordato Iglesia - Estado

Timor Oriental; concordato Iglesia - Estado

El cardenal Parolin firmará el acuerdo, siguiendo el modelo italiano, en la nación asiática, bastión católico que celebra 500 años de evangelización

Por PAOLO AFFATATO

Es oficial el acuerdo que sigila la absoluta sintonía entre el Estado y la Iglesia católica. Lo firmará el cardenal Secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, el próximo 15 de agosto en Dili, capital de Timor Oriental, nación asiática que ocupa la parte más extrema de la isla Timor (la parte occidental pertenece a Indonesia) y que es un verdadero bastión católico.

Con el 96% de creyentes, en una población de más de 1,2 millones de habitantes, Timor Oriental se configura orgullosamente como la primera nación católica de Asia, por porcentaje de fieles. Los ciudadanos indican que tal porcentaje la sitúa en primer lugar en el mundo. Y se profesan «más católicos que el Papa», recordando que hace 15 años, mientras la nueva Constitución estaba en fase de redacción, pidieron introducir oficialmente el catolicismo como «religión de Estado», aunque las autoridades vaticanas aconsejaron que defendieran el carácter laico del mismo. 

Es un hecho que allí la Iglesia católica siempre ha tenido un papel determinante en la sociedad y en la política, influyendo de manera decisiva en la construcción de una identidad nacional.

La ocasión para la firma de este concordato es la celebración de los 500 años de evangelización en la isla. Las autoridades locales refieren orgullosamente que «es una de las raras ocasiones en las que un documento de este tipo se firma fuera del Vaticano».

En la carta, en la que nombró como su enviado a la isla del sureste asiático al Secretario de Estado Pietro Parolin (que estará en ella del 13 al 15 de agosto), Papa Francisco recordó el testimonio de los «emprendedores misioneros dominicos que llevaron el Evangelio a la isla de Timor, colonizada en el siglo XVI por los portugueses». 

Parolin se reunirá con el Primer ministro de Timor oriental, Rui María de Araujo, que, al definir la firma del pacto con la Santa Sede como una «piedra angular en un momento histórico», recordó en una nota oficial que «la Iglesia católica, en más de 500 años, ha dado un óptimo apoyo espiritual, humano y material al pueblo de Timor, contribuyendo decisivamente al proceso de liberación de Timor Oriental».

«Hoy -prosigue la nota- la Iglesia católica sigue siendo una referencia fundamental para la población, debido al compromiso que sigue manifestando al apoyar recorridos de desarrollo de la Nación, en particular en el campo de la educación».

El acuerdo con la Santa Sede tuvo sus orígenes en 2006, con la creación de una comisión mixta. La necesidad de un grupo de trabajo mixto era necesaria debido a las discusiones entre la Iglesia y el gobierno en relación con la educación religiosa en las escuelas. Un año antes, una declaración conjunta indicaba el carácter obligatorio de la educación religiosa en los institutos públicos, afrontaba otros temas delicados de moral y política (como la prostitución y el aborto, que en el Código penal emanado en 2008, sigue siendo una práctica ilegal, menos en circunstancias particulares en las que esté en juego la salud de la madre).

Después de estas discusiones, el presidente de Timor Oriental, José Ramos Horta, pidió a la Santa Sede que se estipulara un Concordato, siguiendo el modelo italiano, para dar a la religión católica un reconocimiento público adecuado dentro de la administración, de las escuelas y de toda la sociedad.

Un pasaje histórico explica la preferencia de las autoridades políticas por el catolicismo. Cuando Timor Oriental obtuvo la independencia de Portugal, el 28 de noviembre de 1975, la libertad duró muy poco, pues en diciembre del mismo año Indonesia invadió el archipiélago, declarándolo una de sus provincias.

La ocupación militar duró 25 años, hasta que el 30 de agosto de 1999, los habitantes de Timor Oriental optaron por la independencia en un referéndum promovido por la ONU. El 20 de mayo de 2002, después de una administración transitoria, nació la República democrática de Timor Oriental.

Como recuerdan los estudiosos, durante los años de la ocupación, la Iglesia fue una autoridad decisiva para legitimar, a nivel ideal y moral, la resistencia política, para conservar la identidad nacional y para mantener vivo en la población el deseo de la autodeterminación. El obispo salesiano de Dili, Carlos Ximenes Belo, Nobel de la Paz en 1996 (que utilizó todas sus influencias para denunciar la opresión del pueblo y apoyar el deseo de libertad) sigue siendo uno de los héroes nacionales de la independencia, al lado del líder combatiente Xanana Gusmano.

Un dato que caracterizó significativamente aquella fase histórica: en 1975, solamente el 30% de los habitantes era católico. Pero el puño duro de Indonesia estimuló el crecimiento exponencial de los creyentes en la isla, no solo porque la ley obligaba a los ciudadanos a elegir una de las cinco religiones reconocidas por Jakarta, sino también porque los ciudadanos de Timor Oriental quisieron alejarse netamente de la mayoría indonesia que profesaba el islam, manteniendo la originalidad de su identidad, dato que pesó en el resultado positivo de la batalla por la independencia.

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