La encíclica de Papa Francisco puede impulsar a la segunda economía de África a interrogarse sobre las contradicciones económicas y sociales
Por DAVIDE MAGGIORE
En 2013, en la municipalidad de Witbank, en el oriente de Sudáfrica, había 350 mil habitantes, 11 centrales termoeléctricas y unas veinte minas de carbón. La calidad del aire era imposible de medir incluso para los expertos de una misión financiada por la Unión Europea e Israel. La concentración de metales pesados en la atmósfera iba más allá de la misma capacidad para medir de los instrumentos y la convertía en «la más contaminada del mundo», según concluyeron los científicos. Dos años después casi nada ha cambiado en la zona en la que también se concentran grandes acereras y muchas actividades para la extracción de platino, cromo y otros minerales: la ciudad de la provincia de Mpumalanga, sede diocesana, sigue siendo uno de los lugares del país en el que la necesidad de la «ecología integral» deseada por Papa Francisco en la encíclica «Laudato si’» es más urgente.
«Es necesario hacer comprender que no podemos pensar solo en taladrar, explotar, excavar, sino que debemos respetar esta tierra -explicó el obispo local, el italiano Giuseppe Sandri-, y en un contexto social, política y culturalmente fragmentado, como el de Sudáfrica, es importante también subrayar, como la Encíclica desde su título, que vivimos en una casa común». Sim embargo la tarea no es fácil por muchas razones. Una la subraye y desmenuza otro religioso, el padre jesuita Anthony Egan, teólogo y politólogo del Jesuit Institute di Johannesburg: «Hablar de medio ambiente aquí es, principalmente, hablar de los efectos de la contaminación -aclara-, pero también significa entrar en ruta de choque con los problemas, por ejemplo, de la industria minera», cuyo peso económico ha disminuido, aunque siga siendo muy importante.
Y luego está la cuestión energética, con el país que depende casi por completo del carbón (80%) y que no logra producir suficiente electricidad como para evitar apagones periódicos, aplicados a rotación. Y también pesa mucho el tema del trabajo: «La gente común, cuando oye hablar de ecología, teme que implique una pérdida de trabajo en las mineras, en las centrales eléctricas, en las fábricas y en las actividades económicas que contaminan más», indicó el padre Sandri. Y todas estas son razones por las que, más allá de los círculos especializados, el mensaje de la Encíclica se ha revelado muy difícil de difundir. Sin embargo, aunque represente la segunda economía africana, después de Nigeria, Sudáfrica encarna perfectamente la «compleja crisis socio-ambiental» que diagnosticó Francisco en «Laudato si’», incluso por un desempleo que se ha detenido establemente alrededor del 25% y por la tasa de desigualdad económica más alta del mundo.
«La misma crisis social -explicó al respecto el padre Egan- aquí tiene muchos niveles: hay 15 millones de personas que dependen del bienestar para sobrevivir. La economía no será más justa a corto plazo y las necesidades de la mayor parte de los sudafricanos son el trabajo, la comida y las necesidades básicas: este es el ‘ambiente social’ que debemos afrontar». Un contexto que tiene mucho en común con una lógica de la explotación y del egoísmo, y que el Papa ha invitado a abandonar. «El desafío -resume el Obispo de Witbank- es crear una consciencia sobre el respeto del medio ambiente, y hacer que pase el mensaje de que es también nuestra casa lo que está más allá de las cuatro paredes». Para hacerlo, prosigue, el punto de partida ya existe: «A la gran economía en Sudáfrica le interesa la ganancia, no la persona, pero los jóvenes son más sensibles al respeto del medio ambiente».
Sin embargo, la «Laudato si’», sostiene Egan, también ofrece la posibilidad de ir más allá, siguiendo el modelo de la Iglesia «en salida». «Este documento -concluye- es una toma de partido importante que podría llevar a muchos, normalmente alejados de la Iglesia pero muy cerca de las problemáticas medio-ambientales, a discutir sobre las tesis de Papa: se puede crear una apertura en relación con la Iglesia, que, a su vez, deberá discutir con estas personas…».
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