El Sínodo de la Familia ha representado un antes y un después en la Iglesia. Como lo están representando muchas de las acciones que el Papa Francisco hace y deja hacer. Con poco más de dos años y medio de pontificado, el lenguaje de los gestos que tanto lo caracteriza ya no es noticia.
El 25 de octubre concluyó el XIV Sínodo de los Obispos donde el tema a tratar era la familia. No solo fueron 3 semanas de exposiciones, charlas y círculos menores entre padres sinodales y auditores. Fue la primera vez en que un tema de esta índole ocupaba la agenda durante dos años y se discutía en dos periodos distintos.
Dejo esta vez el análisis político y el moral para los que llevan tiempo siguiendo el tema y tienen conocimientos teológicos suficientes para analizar lo sucedido. Hasta para aquellos a quienes les interesa la geopolítica el Sínodo tiene material para rato… Después de este, nunca más un sínodo pasará desapercibido.
Vivir el sínodo de cerca fue un aliento a seguir trabajando por la elección de todos los días. La familia es prioritaria para que la sociedad crezca, sane y se fortalezca. Familia son marido y mujer, familia son los hijos, familia son los abuelos, los tíos y los primos. Familia son los amigos que elegimos para acompañarnos en el camino. Familia es no estar de acuerdo y expresar el porqué sin sentirse juzgado ni condenar. Familia es aceptar, es elegir, es comprender y es también luchar. Familia es abrazar y sin duda: familia es perdonar.
Este 4 de noviembre Francisco compartía una reflexión en la Audiencia General. Hizo que volviera a pensar… En todos aquellos que unieron sus vidas hace años. En los amigos a quienes las circunstancias o la sociedad “engatusaron”. En aquellos que han pensado en tirar la toalla. Tengan fuerzas, luchen, no abandonen. Recuperen el amor, los recuerdos… Construyan nuevos episodios que volver a ver en los momentos difíciles.
La Iglesia está preocupada, quiere abrir sus brazos a quienes necesitan sostén. Abre camino, deja hablar, permite que se nutran de las experiencias de otros… El Sínodo fue eso: un espacio, una mesa donde poder contar realidades que muchos ignoraban, permitir que los obispos pueda discernir con criterio, con un criterio enriquecido con las realidades de quienes viven en otro escenario.
El Sínodo nos abrió los ojos para que quienes confiamos en la familia como recurso social y fuente de vida, seamos valientes y no nos dejemos vencer. Más allá de las nuevas ópticas pastorales, nosotros los laicos somos los protagonistas del cuadro, responsables de mostrar su valor y los encargados de embellecerlo con esfuerzo y alegría cotidiana mientras va pasando el tiempo.
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