El Reino: cielo y tierra integrados

El Reino: cielo y tierra integrados

¿Qué enfoque puede ser recomendable en la delicada relación entre religión y política? ¿Cómo integrar estas dos realidades sin confundir ni uniformar la dimensión religiosa del hombre con la esfera política?

 

El reciente éxito en Netflix de la serie “El Reino”, con sus estereotipos y una mirada crítica al mundo evangélico, nos invita a reflexionar sobre la relación entre política y religión desde el liderazgo político. 

La Política y la Religión son dos realidades que se unen en la persona y en la cultura. El hombre, además de “animal político”, es un ser que busca el sentido de su propia existencia con la transcendencia con norte. Necesitamos también de la  comunidad política, de la sociedad y de la familia para desarrollarnos en forma plena.

Foto: Netflix

Un primer enfoque histórico del tema, como todo en la vida, arroja luces y sombras en esta difícil interacción. Unas luces radiantes que iluminan la obra educativa y social de la fe en el mundo y unas sombras de las guerras religiosas y las persecuciones atizadas por intereses políticos.

Los líderes políticos y religiosos deben estar atentos a no reeditar dominaciones,  falsas neutralidades y menos aún persecuciones. Es un objetivo pendiente la vigencia amplia de los derechos humanos especialmente la libertad de conciencia y de culto dejando de lado la injerencia de los Estados o grupos políticos que asumen la religión como un ámbito propio y obligatorio. Las imágenes de Kabul deben interpelar la conciencia en ese sentido.

Sí a la cooperación, sí a la coordinación y al respeto mutuo entre el Estado y las Iglesias. Política y Religión: Generar y cuidar un vínculo cercano y cordial que no se acerque para quemarse en la confusión,  ni se aleje demasiado para congelarse en la indiferencia o el odio.

Política y Religión: Generar y cuidar un vínculo cercano y cordial que no se acerque demasiado para quemarse en la confusión,  ni se aleje tanto para congelarse en la indiferencia o el odio.

Un segundo enfoque más personal nos recuerda a los valores religiosos como una ayuda esencial para formar las conciencias en la ardua tarea del liderazgo político. Gobernar el orgullo y la desmesura del ego nos pone en camino hacia el equilibrio y el sentido del deber y del sacrificio que requiere la vida política.

Juana de Arco con 19 años liberó Francia, el alcalde Giorgio La Pira reconstruyó la ciudad de Florencia luego de la segunda guerra y Elpidio González, ex vicepresidente de la Nación renunció a su jubilación de privilegio y fue vendedor ambulante en la Buenos Aires de la década del 30. Todos inspirados en valores religiosos y con una fuerte vocación de servicio.

La política no es el diablo, es una vocación apasionante y de las más nobles y esforzadas que es ejercida por personas con errores y debilidades aumentadas precisamente por la dimensión publica.

Cielo y tierra,  distintos e integrados en la responsabilidad y el esfuerzo personal que requiere el servicio público.

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