El día en que la Quinta Avenida tuvo sólo una atracción

El Papa fue aclamado en Nueva York; volvió a hablar de los abusos en San Patricio

NUEVA YORK.- Vallada, custodiada y callada como nunca antes, la Quinta Avenida fue testigo del hercúleo esfuerzo de seguridad montado para proteger a Francisco, que, con todo, sintió el calor de la gente que había esperado horas para verlo unos segundos.

Dos hileras de vallas metálicas -una de ellas, de dos metros de altura-, controles de seguridad similares a los aeropuertos, perros, policías y agentes del servicio secreto convirtieron la icónica avenida de Manhattan en una de las zonas más vigiladas del planeta para el paso del jefe de la Iglesia Católica.

Ante la elite de la Iglesia norteamericana, Francisco calificó ayer de "vergüenza" los actos pederastas cometidos por algunos sacerdotes.

"Sé que ustedes, como cuerpo presbiteral, junto con el pueblo de Dios, recientemente han sufrido mucho a causa de la vergüenza provocada por tantos hermanos que han herido y escandalizado a la Iglesia en sus hijos más indefensos", dijo Francisco, que se solidarizó "en este tiempo de dolor" y ponderó el trabajo de las religiosas norteamericanas. "Las quiero mucho", les dijo.

"A lo mejor alcanzo a verlo en el auto, o a ver una manito, y que me dé la bendición", se esperanzaba ante LA NACION María Elena Carreño, una colombiana de 57 años. Ella y su marido, Diego (59), se instalaron cerca de las 14 detrás de una de las vallas en la entrada del Centro Rockefeller, a media cuadra de la catedral de San Patricio, donde Francisco ofició una oración vespertina. "Lo adoramos -dijo Diego-. Este papa es nuestro."

Bajo un sol otoñal y un cielo despejado, la histórica catedral lucía ayer todo su esplendor, tras un largo proceso de restauración que costó 177 millones de dólares. Los andamios que cubrieron durante más de tres años el edificio desaparecieron hace poco por la llegada del Sumo Pontífice. Durante gran parte del día, un calmo silencio desterró el típico bullicio de una de las avenidas más populares del mundo.

La gente empezó a acercarse para buscar un lugar cerca de San Patricio desde antes del mediodía. Centenares de personas comenzaron a formar filas en las calles perpendiculares, devenidas, como la Quinta Avenida, en peatonales desiertas y valladas. En cada esquina, la misma imagen se repitió una y otra vez: policías de la ciudad explicando a transeúntes, turistas o jóvenes repartidores de comida adónde tenían que ir para eludir las barreras y poder cruzar de Oeste a Este o viceversa.

Linda Chakar (68) fue una de las personas que llegaron temprano. A las 10 ya estaba esperando a Francisco, y pensaba seguirlo a Filadelfia, al Encuentro Mundial de las Familias. Se la veía cansada, pero contenta, a pesar de que no había almorzado para no perder su lugar. "No me canso de él", dijo a LA NACION. "Es una persona adorable, maravillosa, y, como bien dice, tenemos que ocuparnos del medio ambiente y de los pobres", agregó.

Varias personas se lamentaban porque el fuerte operativo de seguridad que montaron las autoridades no iba a permitirles estar cerca del Papa, que se ha caracterizado por buscar el contacto con la gente. "Es lo normal en Nueva York", escuchó LA NACION entre la multitud.

La ciudad, luego de los atentados terroristas del 11-S, terminó por acostumbrarse a los grandes operativos de seguridad. Dos datos: la Policía de Nueva York utilizó 409 bloques de concreto para cortar el tráfico y aislar calles, y utilizó casi 60 kilómetros de vallas. "Es una de las mayores operaciones en las que hemos participado", dijo días atrás el jefe de la policía, Bill Bratton.

Como era de esperarse, en los alrededores de la catedral se veían muchos hispanos. Y no faltaron a la vista las camisetas de la selección argentina de fútbol o de Lionel Messi.

Hubo vendedores ambulantes que buscaron aprovechar la visita papal. "Cinco dólares por bandera", propuso Manuel Schira, un dominicano de 50 años que vendía banderas de la Argentina y el Vaticano frente al Radio City Music Hall. Otros negocios eran más sofisticados: Blade, una empresa nueva conocida aquí como el "Uber de los helicópteros", ofrecía por 95 dólares viajes aéreos para eludir el caos de tránsito en el que se convirtió Manhattan.

Varios neoyorquinos optaron por mantenerse alejados de la zona. "Me voy a casa -dijo Bethy Louis, una enfermera haitiana de 40 años, mientras se alejaba de la Quinta Avenida-. Será mejor verlo por televisión."

Comentá la nota