Pese a las críticas al Papa y a la Iglesia, la fe sigue convocando multitudes en la Argentina

Pese a las críticas al Papa y a la Iglesia, la fe sigue convocando multitudes en la Argentina

El pueblo argentino mayoritariamente sigue siendo religioso y las devociones populares se mantienen. Como dijo Francisco, “las religiones no son un problema, sino parte de la solución para una convivencia armoniosa”.

Por: Sergio Rubin

 Después del entusiasmo inicial que causó la elección de Jorge Bergoglio como pontífice, comenzaron las críticas de una parte de la sociedad por palabras y gestos de Francisco que fueron considerados de inclinación hacia el peronismo, en general, y el kirchnerismo, en particular. Ni qué hablar tras su gesto adusto al posar junto al entonces presidente Mauricio Macri en el Vaticano.

La Iglesia en el país también empezó a recibir cuestionamientos. Sea porque hay quienes opinan que fue severa con el gobierno de Macri y contemplativa con los de Cristina Kirchner (habría que sumar el de Alberto Fernández). O por prestarse a polémicas iniciativas como la reciente “Misa por la Paz y la Fraternidad” en la basílica de Luján convocada por el oficialismo.

Es difícil mensurar la cantidad de católicos enojados con el Papa y las máximas autoridades eclesiásticas vernáculas, y cuánto influye la fuerte polarización política. Sin embargo, un dato objetivo de los últimos meses, luego del fin de las restricciones sanitarias por la pandemia, es que la religiosidad popular se mantiene alta en el país.

Por lo pronto, ya se había percibido en la Semana Santa pasada una importante concurrencia a las celebraciones. En julio, la tradicional peregrinación al santuario de Itatí, en Corrientes, para el 122º aniversario de la Coronación de la Virgen tuvo una asistencia multitudinaria, como siempre, pero superior a la de ediciones anteriores.

Otra muy tradicional manifestación de fe, la procesión del Señor y la Virgen del Milagro, en Salta, hace diez días, no solo revalidó su condición de ser una de las más concurridas del país, sino que los grupos de peregrinos que bajan de los cerros en los días previos sumaron 170 luego de que hace unos pocos años eran 60.

El último fin de semana, la 42º peregrinación juvenil a la basílica de Itatí -que congrega anualmente a jóvenes de las provincias del noreste- también mantuvo su asistencia multitudinaria, pero sumó una cantidad inédita de grupos de apoyo para asistir a los caminantes en los más de 70 km que deben recorrer.

Este domingo una multitud participó de la festividad de la Virgen del Rosario de San Nicolás, en esa localidad bonaerense. Y el próximo fin de semana se hará la peregrinación juvenil a Luján, la manifestación de fe más multitudinaria del país. La percepción en las parroquias es que será muy concurrida.

Estamos hablando de cientos de miles de personas que por estos días participan de convocatorias religiosas en diversos puntos del país -en algunos casos caminan muchas horas y hasta días e incluso deben viajar de una provincia a otra- en una época en que la gente es renuente a movilizarse.

Podría pensarse que la fuerte afluencia se explica por el deseo de salir tras las restricciones sanitarias. Pero la explicación no convence a los analistas. Al menos, no es un factor fundamental. En cambio, sí creen que la angustia por la situación económica podría ser un motivo de mayor asistencia.

Algo es seguro: no es el clero el factor convocante, sino la fe. El pueblo argentino mayoritariamente -aunque un poco menos en perspectiva histórica- sigue siendo religioso, muchos matrimonios continúan bautizando a sus hijos y, sobre todo, las devociones populares se mantienen.

La frase popular “creo en Dios, pero no creo en los curas” quizá pueda servir para explicar la actual situación. Ciertamente, los escándalos por abusos sexuales cometidos por miembros del clero impactaron como también una cultura muy refractaria a lo religioso.

En Salta, la provincia más católica del país, un conflicto entre el arzobispo y una congregación de monjas con eje en la devoción a la Virgen del Cerro -sumado a varios escándalos sexuales- provocó una menor asistencia a misa, pero no a la procesión del Milagro.

A ello hay que sumar lo que los sociólogos de las religiones describen como un proceso de “desinstitucionalización de las religiones”, por el cual los fieles se relacionan directamente con Dios y no reparan en muchas de las premisas doctrinarias de su religión.

Quizá en la ciudad de Buenos Aires y toda la región metropolitana no se perciba el vigor de la religiosidad popular. Ocurre que es la zona menos religiosa del país como lo son las grandes urbes. Y donde las polémicas y las grietas más se sienten.

Otra es la realidad a medida que nos alejamos del Obelisco. No es casual que en las encuestas que se hicieron con motivo del debate por la legalización del aborto la aprobación se imponía en la región metropolitana, pero el rechazo lo hacía en el interior.

En tiempos de creciente angustia económica como el actual, la religiosidad constituye un factor de contención y de potenciación de los lazos solidarios, como se observó en las barriadas populares durante el peor momento de la pandemia.

Además, los valores religiosos, cuando son rectamente asumidos, fortalecen el desarrollo moral de un país. No es casual, como escribió Alexis de Tocqueville, que lo religioso sea uno de los pilares de los Estados Unidos.

En su reciente visita a Kazajistán, al hablar ante el Congreso Mundial de Líderes Religiosos, Francisco dijo que “las religiones no son un problema, sino parte de la solución para una convivencia armoniosa”.

Más allá de las críticas al Papa y a la Iglesia, sería bueno tenerlo en cuenta.

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