El Papa: "No teman ser profetas de esperanza para su pueblo"

El Papa:

Cercanía de Dios y profecía para el pueblo. Sobre estos dos puntos Francisco centró su discurso a los obispos de la Conferencia Episcopal de la República Democrática del Congo. Les recordó que la Palabra de Dios, “es un fuego que quema por dentro” y que “empuja a salir”. Y les dijo que “Dios desea construir en un mundo de perversión e injusticia”, de manera que “están llamados a seguir alzando su voz profética, para que las conciencias se sientan interpeladas y cada uno pueda ser protagonista"

Tras haber celebrado la Santa Misa en privado y saludar al personal y a los benefactores de la Nunciatura Apostólica, el Papa Francisco se despidió y se dirigió a la cercana sede de la Conferencia Episcopal Nacional del Congo (CENCO) en Kinsasa para reunirse con los obispos de las 48 circunscripciones eclesiásticas del país.

Al darles los buenos días, el Pontífice les manifestó su alegría por este encuentro y les agradeció la calurosa acogida que le reservaron, a la vez que dio las gracias a monseñor Marcel Utembi Tapa, arzobispo de Kisangani y presidente de la Conferencia Episcopal quien tomó la palabra en nombre de todos.

“Les agradezco cómo anuncian con valentía el consuelo del Señor, caminando en medio del pueblo, compartiendo sus fatigas y sus esperanzas”

El corazón verde de África

En su discurso el Santo Padre les dijo que fue hermoso para él transcurrir estos días en su tierra, que “con su gran selva representa el corazón verde de África, un pulmón para el mundo entero” del que destacó:

“La importancia de este patrimonio ecológico nos recuerda que estamos llamados a conservar la belleza de la creación y a defenderla de las heridas causadas por el egoísmo rapaz”

“Como Iglesia necesitamos respirar el aire puro del Evangelio”

Sin embargo, de esta inmensa extensión verde que es su selva, el Papa Francisco les dijo que “es también una imagen que habla a nuestra vida cristiana”, puesto que:

“Como Iglesia necesitamos respirar el aire puro del Evangelio, expulsar el aire contaminado de la mundanidad y custodiar el corazón joven de la fe”

Una Iglesia dinámica, animada por el anhelo misionero

Así, les dijo el Papa, “imagino a la Iglesia africana y así veo a esta Iglesia congoleña, una Iglesia joven, dinámica, alegre, animada por el anhelo misionero, por el anuncio de que Dios nos ama y de que Jesús es el Señor”. Después de recodarles que su Iglesia “está presente en la historia concreta de este pueblo, enraizada de modo capilar en la realidad, protagonista de la caridad”, Francisco les dijo que es “una comunidad capaz de atraer y contagiar con su entusiasmo y, por tanto, al igual que sus selvas, con mucho oxígeno”.

“¡Gracias por ser un pulmón que da aliento a la Iglesia universal!”

“Es feo comenzar un párrafo con la palabra "desgraciadamente", ¡pero tengo que hacerlo...! Por desgracia – prosiguió el Obispo de Roma – sé bien que la comunidad cristiana de esta tierra tiene también otra fisonomía. En efecto, su rostro joven, luminoso y hermoso está surcado por el dolor y la fatiga, marcado a veces por el miedo y el desaliento”. Y añadió que el rostro de esta Iglesia es el de quien “sufre por su pueblo”, en cuyo corazón “palpita intensamente la vida de la gente con sus alegrías y tribulaciones”.

Signo visible de Cristo rechazado y despreciado

Por lo tanto, “es una Iglesia signo visible de Cristo que, aún hoy, es rechazado, condenado y despreciado en tantos crucificados del mundo, y llora nuestras mismas lágrimas. Es una Iglesia que, como Jesús, quiere también secar las lágrimas del pueblo, comprometiéndose a asumir las heridas materiales y espirituales de la gente, y derramando sobre ella el agua viva y sanadora del costado de Cristo”.

“Con ustedes, hermanos, veo a Jesús que sufre en la historia de este pueblo crucificado y oprimido, devastado por una violencia que no perdona, marcado por el dolor inocente, obligado a convivir con las aguas turbias de la corrupción y la injusticia que contaminan la sociedad; y que sufre la pobreza en tantos de sus hijos”

Tras destacar que también ve a “un pueblo que no ha perdido la esperanza, que abraza con entusiasmo la fe y mira a sus pastores, que sabe volver al Señor y confiar en sus manos, porque la paz que anhela, sofocada por la explotación, por egoísmos de grupos, por el veneno de los conflictos y las verdades manipuladas, pueda finalmente llegar como un don de lo alto”, el Santo Padre les dijo que cabe preguntarse: “¿Cómo ejercer el ministerio en esta situación?”.

Cercanía de Dios y profecía para el pueblo

El mismo Pontífice respondió que pensando en estos pastores del Pueblo santo de Dios, le vino a su mente la historia de Jeremías, el profeta llamado a vivir su misión en un momento dramático de la historia de Israel, en medio de injusticias, abominaciones y sufrimientos. Y les habló de lo que definió “dos dimensiones”: la cercanía de Dios y la profecía para el pueblo.

Por esta razón, ante todo, el Papa invitó a los obispos a dejarse “abrazar y consolar por la cercanía de Dios”, y aludiendo a la primera palabra que el Señor dirige a Jeremías: “Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía”, les dijo que se trata de “una declaración de amor que Dios esculpe en el corazón de cada uno de nosotros, que nadie puede borrar y que, en medio de las tormentas de la vida, es una fuente de consuelo”. Y les recomendó:

“Que no vaya a suceder que nos creamos autosuficientes, mucho menos que se vea en el episcopado la posibilidad de escalar posiciones sociales y de ejercitar el poder. Y, sobre todo, que no entre el espíritu de la mundanidad, que nos hace interpretar el ministerio según criterios de beneficio personal, que nos vuelven fríos y alejados de la administración de cuanto nos ha sido confiado, que nos lleva a servirnos del rol antes que a servir a los demás, y a no cuidar más esa relación indispensable, la de la oración humilde y cotidiana”.

Atentos a la mundanidad

“No olvidemos que la mundanidad es lo peor que le puede pasar a la Iglesia, es lo peor. Siempre me ha conmovido ese final del libro del cardenal De Lubac sobre la Iglesia, las tres, cuatro últimas páginas, que dice: ‘La mundanidad espiritual es lo peor que puede pasar, incluso peor que la época de los Papas mundanos y concubinarios’. Es peor. Y la mundanidad está cerca. Estemos atentos”

"Queridos hermanos obispos, cuidemos la cercanía con el Señor para ser sus testigos creíbles y portavoces de su amor ante el pueblo (…) Si cultivamos la cercanía con Dios, nos sentimos impulsados hacia el pueblo y sentiremos siempre compasión por aquellos que nos son confiados".

Instrumentos de consuelo y de reconciliación

El Papa afirmó asimismo que “animados y fortalecidos por el Señor, nos hacemos, a su vez, instrumentos de consuelo y de reconciliación para los demás, para sanar las llagas de los que sufren, mitigar el dolor de los que lloran, alzar a los pobres, liberar a las personas de tantas formas de esclavitud y de opresión”, de manera que:

“La cercanía con Dios da profetas para el pueblo, capaces de sembrar la Palabra que salva en la historia herida de la propia tierra”

Adentrándose en el segundo punto, “la profecía para el pueblo”, el Santo Padre los invitó a ver la experiencia de Jeremías, llamado por Dios “a ser profeta para las naciones, enviado para llevar luz en la oscuridad, para dar testimonio en un contexto de violencia y corrupción”.

“La Palabra de Dios es un fuego que quema por dentro”

“No podemos retener sólo para nosotros la Palabra de Dios” – afirmó el Papa – ni podemos “contener su fuerza; es un fuego que quema nuestra apatía y enciende en nosotros el deseo de iluminar a quien está en la oscuridad”.

“La Palabra de Dios es un fuego que quema por dentro y que nos empuja a salir. Esta es nuestra identidad episcopal: encendidos por el fuego de la Palabra de Dios, en salida hacia el Pueblo de Dios, con celo apostólico”

Como el profeta Jeremías

Llegado a este punto el Pontífice invitó a preguntarse: “¿En qué consiste este anuncio profético de la Palabra?”. Y recordó que al profeta Jeremías el Señor le dice: “Yo pongo mis palabras en tu boca. Yo te establezco en este día sobre las naciones y sobre los reinos, para arrancar y derribar, para perder y demoler, para edificar y plantar”. A la vez que explicó:

Arrancar y derribar para edificar y plantar

“Son verbos fuertes” – les dio el Papa – “primero arrancar y derribar, para luego poder edificar y plantar. Se trata de colaborar en favor de una historia nueva que Dios desea construir en un mundo de perversión e injusticia”. “Así que también ustedes – añadió Francisco – están llamados a seguir alzando su voz profética, para que las conciencias se sientan interpeladas y cada uno pueda ser protagonista y responsable de un futuro diferente”.

“Arrancar las plantas venenosas del odio y el egoísmo”

“Por tanto, es necesario arrancar las plantas venenosas del odio y el egoísmo, del rencor y la violencia; derribar los altares consagrados al dinero y a la corrupción; edificar una convivencia fundada en la justicia, la verdad y la paz; y finalmente, plantar semillas de renovación, para que el Congo del mañana sea verdaderamente el que el Señor sueña, una tierra bendecida y feliz, ya no más maltratada, oprimida ni ensangrentada”

El anuncio de la Palabra es la tarea de los pastores

El Papa les recordó que “no se trata de una acción política”, puesto que “la tarea de los obispos y de los pastores en general no es esta”, sino “el anuncio de la Palabra para despertar las conciencias, para denunciar el mal, para alentar a los que están abatidos y sin esperanza”. Es un anuncio hecho no sólo con palabras, sino con cercanía y testimonio.

“Cercanía, ante todo, con los sacerdotes, escucha de los agentes pastorales, apoyo al espíritu sinodal para trabajar juntos. Y testimonio, porque los pastores, primero y en todo, deben ser creíbles, y en particular al cultivar la comunión, en la vida moral y en la administración de los bienes”

Construir armonía, sin subirse a pedestales y sin asperezas

El Papa los invitó a dar “buen ejemplo con el sostén y perdón mutuos, trabajando juntos, como modelos de fraternidad, de paz y de sencillez evangélica”. Y manifestó su deseo de “que nunca suceda que, mientras el pueblo sufre de hambre, se diga de ustedes: ‘a aquellos no les importa y se va uno a su campo, otro a su negocio’. No, por favor, los negocios dejémoslos fuera de la viña del Señor”.

“Pastores y servidores del pueblo, no hombres de negocios”

Tras haber compartido con los obispos de la República Democrática del Congo lo que sentía en su corazón, el Obispo de Roma les pidió “que no descuiden el diálogo con Dios y no dejen que el fuego de la profecía se extinga por cálculos o ambigüedades con el poder, ni tampoco por la vida tranquila o por la rutina”.

“Ante el pueblo que sufre y ante la injusticia, el Evangelio nos pide alzar la voz”

Así lo hizo un hermano de ellos, “el siervo de Dios monseñor Christophe Munzihirwa, pastor valiente y voz profética, que protegió a su pueblo ofreciendo su vida”, quien, “el día antes de morir envió un mensaje a todos, diciendo: ‘En estos días, ¿qué más podemos hacer?’”. De ahí su invitación:

“Permanezcamos firmes en la fe. Confiemos en que Dios no nos abandonará y que de alguna parte surgirá para nosotros un pequeño destello de esperanza. Dios no nos abandonará si nos comprometemos a respetar la vida de nuestros vecinos, sea cual sea la etnia a la que pertenecen”

Recordar a los grandes pastores que marcaron su historia

Francisco también recordó que al día siguiente de haber enviado este mensaje, monseñor Munzihirwa “fue asesinado en una plaza de la ciudad, pero su semilla, plantada en esta tierra, junto a la de muchos otros, dará fruto”.

“Es bueno recordar, con gratitud, a los grandes pastores que marcaron la historia de su país y de su Iglesia; que los evangelizaron y precedieron en la fe. Ellos son sus raíces, que los robustecen en el ardor evangélico. Pienso también en el bien que me ha hecho conocer al cardenal Laurent Monsengwo Pasinya”

“No tengan miedo de ser profetas de esperanza para el pueblo, voces armónicas de la consolación del Señor, testigos y anunciadores gozosos del Evangelio, apóstoles de la justicia, samaritanos de la solidaridad; testigos de misericordia y reconciliación en medio de la violencia desencadenada no sólo por la explotación de los recursos y por los conflictos étnicos y tribales, sino también y sobre todo, por la fuerza oscura del maligno, enemigo de Dios y del hombre”.

“Pero no se desanimen nunca, el Crucificado ha resucitado, Jesús vence, es más, ya ha vencido al mundo y desea resplandecer en ustedes, en su valiosa labor, en su semilla fecunda de paz”

Por último, el Santo Padre les agradeció su servicio, su celo pastoral y su testimonio. Y al llegar al final de este viaje, les expresó su agradecimiento a todos ellos y a cuantos lo prepararon, habiendo trabajado el doble, porque la primera vez la visita fue cancelada.

“De verdad, gracias. El próximo mes de junio van a celebrar en Lubumbashi el Congreso Eucarístico Nacional. Jesús está verdaderamente presente y operante en la Eucaristía; ahí da paz y restaura, consuela y une, ilumina y transforma; ahí inspira, sostiene y hace eficaz su ministerio”

Y antes de bendecirlos el Papa pidió que “la presencia de Jesús, pastor manso y humilde de corazón, vencedor del mal y de la muerte, transforme este gran país y sea siempre su alegría y su esperanza”. Antes de rezar el Padrenuestro en francés, hablando espontáneamente, el Santo Padre agregó:

Me gustaría añadir sólo una cosa: he dicho que sean "misericordiosos". La misericordia. Perdonar siempre. Cuando un fiel viene a confesarse viene a pedir el perdón, viene a pedir la caricia del Padre. ¡Y nosotros, el dedo acusador! ‘¿Y cuántas veces? ¿Y cómo lo hiciste?’. No, esto no. Perdonar. Siempre. ‘Pero no sé... porque el código me dice...’. Pero el código... tenemos que ver el código, porque es serio, ¡pero el corazón del pastor va más allá! Arriésguense. Por el perdón arriésguense. Siempre. Perdonen siempre en el Sacramento de la Reconciliación. Y así sembrarán el perdón para toda la sociedad. Los bendigo de corazón. Y, por favor, ¡sigan rezando por mí, porque este cargo es un poco difícil...! ¡Pero confío en ustedes!

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