Un 42,2% de los argentinos considera que el Sumo Pontífice tiene una actitud más cercana al kirchnerismo que al resto de la dirigencia política, según un sondeo de M&F. Pese al malestar que generaron en las redes sociales sus supuestos desaires a Macri, su popularidad se mantiene alta, pero el microclima político comienza a resentir su imagen.
Nadie es profeta en su tierra", reza la sentencia evangélica a la que por estos días echan mano algunos analistas para tratar de entender los dimes y diretes que tiñen hoy la relación entre el Papa y el gobierno argentino y el revuelo que generan en un sector de la opinión pública los supuestos desplantes de Francisco a Mauricio Macri en tiempos de sensibilidades políticas a flor de piel.
Es que el Pontífice argentino sigue, por acción u omisión, fogoneando la tan mentada grieta que divide a los argentinos; no con palabras ni definiciones concretas, pero sí con gestos y silencios a los que apela constantemente poniendo en blanco sobre negro la distancia ideológica que lo separa del gobierno actual.
Mientras los macristas miran cada vez con mayor recelo las actitudes frías de Francisco hacia Cambiemos, los K aplauden con fervor los inexplicables ¿desaires? que el jefe de la Iglesia viene prodigándole al Gobierno, desconcertado frente a las acciones de quien se esperaba contribuyera a concretar la famosa "unión de los argentinos".
Ahora, ¿quién gana y quién pierde en este juego de equívocos y malos entendidos, donde los gestos del Sumo Pontífice dan rienda suelta a todo tipo de interpretaciones y especulaciones políticas provocando malestar o regocijo, en proporciones casi idénticas, según el costado de la grieta con que se miren?
Las redes sociales ardieron en estos días reflejando el grado de indignación que entre los simpatizantes del macrismo causaron los últimos movimientos de Francisco, empezando por el rosario que le envió a la piquetera K Milagro Sala, apresada por presunto enriquecimiento ilícito, y la audiencia que le concedió a Hebe de Bonafini, mientras en paralelo se conocía la noticia de que el Papa le había negado un encuentro a Margarita Barrientos, la dirigente social más cercana al PRO.
A esto se sumó la inquietante reunión que Francisco mantuvo en Roma con el polémico juez Sebastián Casanello, a cargo nada menos que de la causa de la ruta del dinero K, que salpica a Cristina Kirchner, y de la investigación sobre los Panamá Papers que involucra al propio Presidente. La gota que rebalsó el vaso llegó esta semana con el sonoro rechazo papal a una donación de $ 16 millones que el Gobierno había enviado a Scholas Occurrentes, la Red Mundial de Escuelas para el Encuentro promovida por Francisco. No hay duda de que, lejos de cerrarse, la brecha que divide al mundo político vernáculo en K y anti-K se retroalimenta con los gestos del Padre de la Iglesia. Al punto que la imagen que los argentinos tienen de él, según quien lo mida, claro, estaría comenzando a resentirse.
Víctima del microclima
"El Papa en el mundo es visto como un líder político, religioso y transformador, pero en la Argentina se lo está llevando puesto el clima local", argumenta Jorge Giacobbe (h), quien salió a medir la imagen de Francisco tras sus últimos cortocircuitos con el Gobierno. Según ese sondeo, mientras en septiembre de 2014 (a poco más de un año de iniciar su Papado), la imagen positiva del Papa superaba el 88%, hoy alcanza el 54,6%, es decir que registra una caída de más de 30 puntos que no dejan de llamar la atención.
"Cuando abrimos la imagen del Papa por pertenencia ideológica, ese 54,6% se sustenta mayormente por peronistas (75,3%) y kirchneristas (90,9%). En cambio, entre radicales y adherentes al PRO, alcanza un 44% y a un 47,9% entre los apolíticos y los independientes".
Mariel Fornoni, directora de Management & Fit, también incluyó en su monitoreo del humor social un apartado sobre la imagen del Papa. Sus números difieren de los de Giacobbe.
Pese al ruido que en las redes sociales generaron sus actitudes (hubo usuarios que poco más pedían que siguiera los pasos de su antecesor Ratzinger), la última medición de M&F refleja que la imagen papal se mantiene elevada, en un 70%, casi igual a la que tenía en marzo de 2013 (72%), cuando asumió su Papado.
Sin embargo, cuando se le pregunta a los encuestados por la actitud del jefe de la Iglesia hacia los dirigentes políticos argentinos, un 42,2% considera que tiene una orientación más cercana hacia el kirchnerismo, mientras que un 37,3% opina que no hace diferencias partidarias. "Hay mucho microclima, pero también es cierto que cuando preguntás, la gente siente que está más de un lado que de otro", advierte Fornoni.
Para explicar los desencuentros entre el Papa y Macri que parecen no tener fin desde aquel gesto adusto con que lo recibió en Roma en febrero pasado, el sociólogo Marcos Novaro apela a la lejanía ideológica que los separa. Y le apunta a las raíces "peronistas" del Pontífice. "Hay cierta mirada muy propia del peronismo, donde él se educó, y la verdad que las diferencias que tuvo en el pasado con el kirchnerismo eran temas puntuales que tenían que ver con la ley de matrimonio igualitario y demás", a pesar de que cuando era Bergoglio fue humillado por los Kirchner.
"Con Macri, está conceptual y doctrinariamente más alejado", dice. Y agrega: "En un punto, Macri lo defraudó porque fue más liberal de lo que Francisco hubiera querido e, involuntariamente, él colaboró con su triunfo (por la supuesta bajada de línea de la Iglesia a sus feligreses para desalentar el voto por Aníbal Fernández en Provincia).
Por lo pronto, asegura Novaro, "hoy hay una fuerte minoría que detesta a Francisco"."Yo creo que hay una falta de percepción del Papa de lo que pasa en el país y de cuánta gente se empieza a ofender con sus actitudes. Era una figura ecuménica que había logrado reconciliarse con los K y hasta los anti K lo habían aceptado cuando fue sostén de Cristina.
Pero subestima la fuerza de una opinión pública que está muy enojada con la ex Presidenta y también el alcance de las ideas liberales en Argentina", agrega. Para Sergio Berensztein, en cambio, es un error mirar al Papa con "el prisma de la grieta". Y afirma que sus "protagonistas se apropiaron de este vínculo singular del Papa con Macri para continuar con la dinámica previa. Hay que salir de esa lógica maniquea", dice. Y despliega una hipótesis arriesgada: "Si uno se basa en sus discursos, el Papa, ante una posible crisis, trata de contener tensiones que podrían derivar en conflicto social. Lo hizo con el Diálogo Argentino en 2001, en un cuadro más complejo. Y en algún sentido, hoy está contribuyendo a desactivar conflictos. Lo que no hace el Gobierno lo hace él".
Para Berensztein, en ese esquema hay que enmarcar su encuentro con Bonafini o el envío de un rosario a Milagro Sala. "Con su acción de contención, Francisco desactiva potenciales liderazgos. Lo hizo con CFK en el poder y evitó reacciones provocativas. Diría que está buscando cerrar la grieta", resume.
Para Rosendo Fraga, el Gobierno debería revisar su vínculo con el Papa. "Reducir la relación a su entidad diplomática desperdicia la oportunidad de desarrollarla en plenitud", advierte. Y plantea la necesidad de reforzar el diálogo con los integrantes del Espiscopado cercanos a Francisco, como monseñor Mario Poli. "El Gobierno argentino deba asumir que si la relación no funciona, pierde más que el Papa", resume.
Novaro disidente. "Diría que (las reacciones contra Francisco) son más una mala noticia para El Vaticano que para el Gobierno, que debería estar menos atento a lo que opina el Papa y más a lo que opina la sociedad argentina".
"Acá perdemos todos. La sociedad se pierde la oportunidad de cerrar esta brecha absurda y mirar para adelante. Hay peleas que a Macri lo desgastan, debería mirar temas más estratégicos en momentos de muchas dificultades, porque esto le trae más costos que beneficios", cierra Berensztein.
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