Papa Francisco pide a obispos de Filipinas nuevos caminos para evangelizar Asia

El Papa Francisco celebró este viernes una Misa con los obispos y sacerdotes de Filipinas en la Catedral de la Inmaculada Concepción, en Manila, donde los alentó a “preparar caminos nuevos para el Evangelio en Asia”, combatir la desigualdad social, ser testigos creíbles del Señor rechazando la mundanidad, y estar cerca de los jóvenes y las familias.

El Santo Padre presidió la Misa luego del encuentro privado con el presidente Benigno Aquino y el discurso a las autoridades del país.

En su homilía, Francisco recordó el llamado de Cristo a los sacerdotes y obispos, “¿me amas?...apacienta mis ovejas”, y la cercanía de la celebración de los 500 años de la evangelización de Filipinas. “Hoy ustedes continúan esa obra de amor. Como ellos (sus obispos y sacerdotes predecesores), están llamados a construir puentes, a apacentar las ovejas de Cristo, y preparar caminos nuevos para el Evangelio en Asia, en los albores de una nueva era”, señaló.

 

En ese sentido, también recordó que los sacerdotes “estamos llamados a ser ‘embajadores de Cristo’” a través de su ministerio de la reconciliación. “Proclamamos la Buena Nueva del amor infinito, de la misericordia y de la compasión de Dios. Proclamamos la alegría del Evangelio”, afirmó.

“Ser un embajador de Cristo significa” invitar a un renovado encuentro personal con el Señor, “pero el Evangelio es también una llamada a la conversión, a examinar nuestra conciencia, como individuos y como pueblo”, señaló.

En ese sentido, indicó que “la Iglesia está llamada a reconocer y combatir las causas de la desigualdad” que contradicen las enseñanzas de Cristo, pues cada cristiano está llamado a vivir una vida honesta, íntegra e interesada el bien común.

“Como embajadores de Cristo, nosotros, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, debemos ser los primeros en acoger en nuestros corazones su gracia reconciliadora. San Pablo explica con claridad lo que esto significa: rechazar perspectivas mundanas y ver todas las cosas de nuevo a la luz de Cristo; ser los primeros en examinar nuestras conciencias, reconocer nuestras faltas y pecados, y recorrer el camino de una conversión constante”, indicó.

En ese sentido, recordó que los santos enseñan que el “encuentro diario con el Señor en la oración” es la fuente “de todo el celo apostólico”.

Vivir la novedad del Evangelio, “para todos nosotros, significa vivir de modo que se refleje en nuestras vidas la pobreza de Cristo, cuya existencia entera se centró en hacer la voluntad del Padre y en servir a los demás. El gran peligro, por supuesto, es el materialismo que puede deslizarse en nuestras vidas y comprometer el testimonio que ofrecemos. Sólo si llegamos a ser pobres, y eliminamos nuestra complacencia, seremos capaces de identificarnos con los últimos de nuestros hermanos y hermanas”.

Asimismo, pidió a los seminaristas estar “cerca de los jóvenes que pueden estar confundidos y desanimados, pero siguen viendo a la Iglesia como compañera en el camino y una fuente de esperanza”.

“Proclamar la belleza y la verdad del mensaje cristiano a una sociedad que está tentada por una visión confusa de la sexualidad, el matrimonio y la familia. Como saben, estas realidades sufren cada vez más el ataque de fuerzas poderosas que amenazan con desfigurar el plan de Dios sobre la creación y traicionan los verdaderos valores que han inspirado y plasmado todo lo mejor de su cultura”, exhortó.

Francisco afirmó que los filipinos son conocidos “por su amor a Dios, su ferviente piedad y su cálida devoción a Nuestra Señora y su rosario. Este gran patrimonio contiene un poderoso potencial misionero”.

“Queridos hermanos obispos, sacerdotes y religiosos: pido a María, Madre de la Iglesia, que les conceda un celo desbordante que los lleve a gastarse con generosidad en el servicio de nuestros hermanos y hermanas. Que de esta manera, el amor reconciliador de Cristo penetre cada vez más profundamente en el tejido de la sociedad filipina y, a través de él, hasta los confines de la tierra”, concluyó.

Un momento emotivo fue cuando el Papa, al momento del saludo de la paz, se bajó del altar para acercarse a un grupo de religiosas discapacitadas y a un sacerdote anciano, que se esforzó para ponerse de pie y con emoción recibir el saludo del Santo Padre.

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