Papa Francisco en meditaciones en el Vía Crucis: “La economía de Dios no mata, ni aplasta”

Papa Francisco en meditaciones en el Vía Crucis: “La economía de Dios no mata, ni aplasta”

El Papa Francisco denuncia en los textos que ha preparado para el Vía Crucis de este Viernes Santo en el Coliseo de Roma —en el que no podrá participar por seguir convaleciente de la neumonía bilateral que puso en peligro su vida en dos ocasiones— que “la economía de Dios no mata, ni aplasta” tras reivindicar la esperanza transformadora del Evangelio.

 

Por Victoria Cardiel

“La vía del Calvario pasa por nuestras calles de todos los días. Nosotros, Señor, por lo general vamos en dirección opuesta a la tuya. Precisamente de ese modo puede ocurrir que nos encontremos con tu rostro, que nos crucemos con tu mirada”, escribe el Pontífice en las reflexiones que se leerán esta noche en el anfiteatro romano para acompañar las 14 estaciones en las que se describe la Pasión de Cristo.

El Pontífice, que se está recuperando de la infección respiratoria por la que estuvo ingresado 38 días en el hospital Gemelli de Roma, tampoco pudo estar presente en los dos últimos años por sus problemas de salud.

En esta ocasión, las estaciones estarán presididas por el delegado del Papa y Vicario de la Diócesis de Roma, el Cardenal Baldassare Reina.

En los textos que preparó para este acto litúrgico, central en la Semana Santa, el Santo Padre denuncia las heridas del mundo que generan sufrimiento, como la indiferencia o la marginación, y asegura que la economía de Dios "no descarta" sino que es "humilde" y "fiel a la tierra”.

En la meditación correspondiente a la séptima estación, que narra el pasaje del Evangelio en el que Jesús cae por segunda vez, el Pontífice criticó que el mundo funcione “con algoritmos fríos y cálculos implacables”.

Y propuso rezar por la conversión: “¡Renuévanos, Señor! Somos niños que lloran, jóvenes que se sienten despreciados, ancianos que aún sueñan”.

Así comparó el sistema económico actual con una estructura “inhumana” en la que “noventa y nueve valen más que uno”.

En cada una de las catorce estaciones, que recogen el camino recorrido por Jesús llevando su cruz hacia el monte Calvario, el Santo Padre escribió una oración y reza, por ejemplo, “por los que están en las fronteras y sienten que su viaje ha terminado”, o por la “paz” en el mundo y en la Iglesia Católica.

“Concede a tu Iglesia paz y unidad, Señor Jesús, que llevas las heridas de nuestra historia. Concede a tu Iglesia paz y unidad, Señor Jesús, que conoces la fragilidad de nuestro amor”, señaló el Papa Francisco. En la última estación, el Santo Padre deseó la paz para “todas las naciones”.

“Que venga tu paz para la tierra, el aire y el agua. Que venga tu paz para los justos y los injustos. Que venga tu paz para quien es invisible y carece de voz. Que venga tu paz para quien no tiene poder ni dinero. Que venga tu paz para quien espera un renacer justo”, escribe el Santo Padre.

Por otro lado, reivindica una fe real "con sus caídas y sus denuncias” que incluso convive “con la tentación de ir en dirección opuesta a la de Jesús”, por lo que llama a los fieles a tener la fuerza de reconocerse “pecadores”, con la confianza “de que en Cristo todo puede cambiar”.

En cada una de las 14 estaciones, la Cruz estará acompañada por personas u organizaciones cuyo testimonio encarna el dolor del que hablan las meditaciones escritas por el Pontífice: jóvenes, familias, migrantes, personas con discapacidad, religiosos o voluntarios.

El Papa Francisco escribe que en los pasos de Jesús camino del Gólgota “está el éxodo hacia una nueva tierra”, porque Cristo “vino a cambiar el mundo”, y por eso se debe “cambiar de dirección, ver la bondad de sus pasos”.

De esta manera, en los distintos personajes del Vía Crucis, ha identificado experiencias “que todo hombre puede vivir”. “Como la de Simón de Cirene, que al volver del campo se detiene para ayudar a Jesús a llevar la Cruz”.

Para el Pontífice en la realidad de hoy, "necesitamos a alguien que a veces nos detenga y ponga sobre nuestros hombros algún trozo de realidad que simplemente hay que cargar”. De hecho para el Papa Francisco, “si se trabaja sin Dios, uno se dispersa”.

De este modo, en la primera estación, que recuerda el momento en el que Jesús es condenado a muerte, reflexiona sobre el riesgo de convertirse en Pilatos y sobre el concepto de justicia: “Tú sigues estando ante nosotros, silenciosamente, en cada hermana y en cada hermano expuestos a juicios y prejuicios. Vuelven argumentos religiosos, objeciones jurídicas, el aparente sentido común que no se involucra en la suerte de los demás (...) Sin embargo, puede ser diferente. Jesús, tú no te lavas las manos".

En la segunda estación, en la que Jesús carga con la Cruz y que será transportada en el Coliseo por un grupo de jóvenes, el Papa Francisco clama contra el egoísmo que pesa, según señala, "más que la Cruz". "Somos nosotros los que tenemos dificultad para respirar, a fuerza de evitar responsabilidades. Sería suficiente con no escapar y permanecer junto a aquellos que nos has dado, en los contextos donde nos has puesto", asegura.

En la tercera estación, cuando Jesús cae por primera vez, en la que la cruz será transportada por Cáritas, el Santo Padre denuncia la lógica del descarte: “Tu camino, Jesús, es el camino de las Bienaventuranzas: no destruye, sino que cultiva, repara, protege".

El Papa Francisco invita en la cuarta estación a dejar espacio a la novedad de Dios en nuestras vidas: "Seguirte es dejar que sigas tu camino; tenerte es dar espacio a tu novedad".

En la quinta estación, cuando Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la cruz, el Papa Francisco recuerda que todos necesitamos que alguien que "nos detenga" y ponga sobre nuestros hombros "algún trozo de realidad que simplemente necesita ser cargado".

"Se puede trabajar el día entero, pero sin ti, se desperdicia", insiste.

En la sexta estación, el Santo Padre insta a los fieles a hacerse cargo de los que más sufren: "Cada vez que nos acercamos al más pequeño, en efecto, nos interesamos por tus miembros y tú permaneces con nosotros".

En la séptima, invita a no hacer "alarde de infalibilidad" porque así se "reniega del camino" que Dios eligió; mientras que en la octava, pide al mundo "lágrimas sinceras". En la novena estación, en cambio, critica la hipocresía: "Las máscaras, las fachadas hermosas no sirven más. Dios ve el corazón. Ama el corazón".

En la décima estación, cuando Jesús es despojado de sus vestiduras, el Santo Padre pide sanar la Iglesia Católica: “Si la Iglesia te parece hoy como una vestidura rasgada, enséñanos a recoser nuestra fraternidad, fundada sobre tu entrega".

En la undécima estación, cuando Jesús es clavado en la cruz, el Papa Francisco reflexiona sobre cómo la Cruz “derriba muros, borra sentencias e instaura la reconciliación”. Por otro lado, en la duodécima estación, que recoge el momento en el que Jesús expiró en la Cruz, el Papa Francisco denuncia, en una clara crítica a la indiferencia: “ Nos hemos mantenido a distancia de las llagas del Señor. ¡Ven, Espíritu Santo! Ante el hermano caído hemos mirado hacia otro lado. ¡Ven, Espíritu Santo!".

El Papa Francisco insiste en la penúltima estación en el deber de los cristianos de tomar posición ante las heridas del mundo: "Tú nos habilitas para grandes responsabilidades, nos haces audaces".

El mensaje de esperanza que lanza el Pontífice culmina en la decimotercera estación, cuando señala que Dios está “entre quienes aún esperan”, porque rompe “la cadena de lo inevitable” y convierte el “no hay nada que hacer” en “una posibilidad nueva”.

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