El Papa, en Bañado Norte: "La fe sin solidaridad es una fe sin Cristo, sin Dios, es una fe sin hermanos"

Francisco visita a los más pobres de Asunción, a quienes compara con la Sagrada Familia de Belén

Por Jesús Bastante

El Bañado Norte es uno de los rincones más pobres de Asunción. 23.000 familias, casi cien mil personas que viven entre escombros, sin agua corriente ni electricidad, firmes ante las acometidas del río Paraguay desde hace décadas. Una zona deprimida y devastada por la delincuencia, la drogadicción y la desigualdad: por sus callejuelas deben pasar los más ricos para pasar a un exclusivo club de golf. Paradojas de la cultura del descarte, contra la que lucha el Papa Francisco.

En medio de un impactante dispositivo de seguridad, el Fiat gris del Papa atravesó las callejuelas sin asfaltar hasta llegar a lapequeña capilla de San Juan Bautista, y visitar las casas de Carmen Sánchez y su esposo, Mario Paredes, quien superó un cáncer de garganta; y la de Asunción Giménez, una de las primeras pobladoras de Bañado Norte.

Apenas media hora, imposible para presentar todas las situaciones sufrientes de este pequeño rincón del mundo. Los niños lo intentaron, decorando el altar con miles dedibujos y mensajes contando sus historias, ante las que Francisco se detuvo y sonrió, emocionado. También ante los mayores: ancianos y ancianas que llevan toda la vida hacinados, sin saber lo que es el agua corriente o los dientes sanos, pero dando una lección de dignidad, pues ningún ser humano es más digno que otro,como se encargó de recordar el propio Papa en su primer discurso en Paraguay.

La sonrisa del Papa ante los habitantes de Bañado Norte era patente, no se podía disimular ni impostar. "Te sentimos padre, hermano, compañero, uno más entre nosotros. Bienvenido, siéntate a vivir con nosotros", le invitó el párroco, Ireneo Vázquez. Representantes de la población saludaron al Papa, y le agradecieron su lucha "por la dignificación de los pobres". "El Estado no nos ve con buenos ojos, somos un vacío social, un problema a solucionar", denunciaron los vecinos. "Somos parte de la solución, y sujetos de derechos. Exigimos un reconocimiento genuino". El Papa les respondió con una gran noticia: habrá proyecto de Scholas en todo Paraguay, incluyendo el Bañado.

"Estoy muy alegre. No podía estar en Paraguay sin estar con ustedes, sin estar en esta su tierra", comenzó el Papa Francisco, quien recordó que "desde que empecé a pensar en esta visita, desde Roma, venía pensando en ustedes, como la Sagrada Familia, y todo lo que han realizado para estar aquí, todo lo que pelean para una vida digna, un techo, para superar la inclemencia del tiempo, las inundaciones de las últimas semanas".

"Todo esto me recuerda a la pequeña familia de Belén", añadió. Una lucha "que no les ha robado la sonrisa, la alegría, la esperanza, una pelea que no les ha sacado la solidaridad, la ha estimulado".

José y María, prosiguió el Papa, "tuvieron que dejar su hogar, sus amigos, e ir a otra tierra, una tierra en la que no conocían a nadie, no tenían casa, no tenían familia. En ese momento, esa joven pareja, en ese contexto, en una cueva, preparada como pudieron, esa joven pareja nos regaló a Jesús. Estaban solos en tierra extraña ellos tres. De repente empezó a aparecer gente, pastores, pesonas igual que ellos que tuvieron que dejar lo propio en función de conseguir mejores oportunidades familiares. Vivían en función de las inclemencias del tiempo".

Y sin embargo, esas personas, esos extraños, "se hicieron próximos, vecinos, se volvieron la familia de María y de José, la familia de Jesús. Esto es lo que sucede cuando aparece Jesús en nuestra vida. Eso es lo que despierta la fe". Pero la fe verdadera, no la de "gente muy católica que va a misa todos los domingos, pero que no saben lo que pasa en los Bañados".

"Por más misa de los domingos, si no sabes lo que pasa en tu pueblo, tu fe es muy débil, o está enferma, o está muerta. Es una fe sin Cristo. La fe sin solidaridad es una fe sin Cristo, sin Dios, es una fe sin hermanos. Un Dios sin pueblo, un pueblo sin hermanos, un pueblo sin Jesús. Esa es la fe sin solidaridad" proclamó, rotundo, el Papa Francisco.

"Dios se hizo solidario con ese pueblo, y Jesús no tuvo ningún problema de bajar, humillarse, abajarse hasta morir por cada uno de nosotros por esa solidaridad de hermanos, que nace del amor que tenía a su padre, y a su gente", porque "cuando una fe no es solidaria, o es débil, o está enferma o está muerta, no es la fe de Jesús".

"Yo vengo aquí como esos pastores que fueron a Belén, y quiero hacer prójimos. Quiero bendecir la fe de ustedes, quiero bendecir sus manos, quiero bendecir su comunidad. Vine a dar gracias con ustedes, porque la fe se ha hecho esperanza, y es una esperanza que estimula al amor. La fe que despierta Jesús es una fe con capacidad de soñar futuro y de luchar por eso en el presente".

Por ello, el Papa les bendijo, "quiero estimular a que sigan siendo misioneros de esta fe, por estas calles, por estos pasillos, esta fe que nos hace solidarios". ¿Cómo? "Haciéndose prójimos, especialmente de los más pobres y de los más ancianos. Haciéndose soporte de las jóvenes familias y de los que están pasando momentos de dificultad".

"Quizás el mensaje más fuerte que ustedes pueden dar hacia afuera es esa fe solidaria. El diablo quiere que se peleen entre ustedes, porque así divide y los derrota. Solidaridad de hermanos para defender la fe. Y además, que esa fe solidaria sea mensaje para toda la ciudad", concluyó Bergoglio, pidiendo a la Sagrada Familia "que nos regale pastores, que nos regale curas, obispos, capaces de acompañar y estimular la vida de su familia, de hacer crecer esa fe solidaria que nunca es vencida".

Palabras del Papa Francisco:

 

Queridos amigos:

Con gran alegría he querido visitarlos esta mañana. No podía estar en Paraguay sin estar con ustedes, sin estar en su tierra.

Nos encontramos aquí en esta Parroquia llamada Sagrada Familia y les confieso que cuando venía caminando, todo me hacía recordar a la Sagrada Familia. Ver sus rostros, sus hijos, sus abuelos. Escuchar sus historias y todo lo que han realizado para estar aquí, todo lo que pelean para tener una vida digna, un techo. Todo lo que hacen para superar la inclemencia del tiempo, las inundaciones de estas últimas semanas, me trae al recuerdo a la pequeña familia de Belén. Una lucha que no les ha robado la sonrisa, la alegría, la esperanza. Una pelea que no les ha sacado la solidaridad, por el contrario, la ha estimulado, la ha hecho crecer.

Me quiero detener con José y María en Belén. Ellos tuvieron que dejar su lugar, los suyos, sus amigos. Tuvieron que dejar lo propio e ir a otra tierra. Una tierra en la que no conocían a nadie, no tenían casa, familia. En ese momento, esa joven pareja tuvo a Jesús. En ese contexto, esa joven pareja nos regaló a Jesús. Estaban solos, en tierra extraña, ellos tres. De repente, comenzaron a aparecer pastores. Personas igual que ellos que tuvieron que dejar lo propio en función de conseguir mejores oportunidades familiares. Vivían en función de las inclemencias del tiempo y de «otro tipo»

Cuando se enteraron del nacimiento de Jesús, se acercaron, se hicieron prójimos, vecinos. Se volvieron de pronto la familia de María y José. La familia de Jesús.

Eso es lo que sucede cuando aparece Jesús en nuestra vida. Eso es lo que despierta la fe. La fe nos hace prójimos, nos hace próximos a la vida de los demás. La fe despierta nuestro compromiso, nuestra solidaridad. El nacimiento de Jesús, despierta nuestra vida. Una fe que no se hace solidaridad, es una fe muerta. Es una fe sin Cristo, una fe sin Dios, una fe sin hermanos. El primero en ser solidario fue el Señor, que eligió vivir entre nosotros, que eligió vivir en medio nuestro. Yo vengo como esos pastores. Me quiero hacer prójimo. Quiero bendecir su fe, bendecir sus manos, bendecir su comunidad. Vine a dar gracias con ustedes, porque la fe se ha hecho esperanza y es esperanza que estimula el amor. La fe que despierta Jesús es una fe con capacidad de soñar futuro y de luchar por eso en el presente. Precisamente por eso los quiero estimular a seguir siendo misioneros, a seguir contagiando esa fe por estas calles, por estos pasillos. Haciéndose próximos especialmente de los más jóvenes y de los ancianos. Soporte de las jóvenes familias, y de todos aquellos que estén pasando por momentos de dificultad.

Quiero encomendar sus familias a la Sagrada Familia, para que su modelo, su testimonio siga siendo luz en el camino, estimulo en los momentos difíciles y nos regale siempre esos «pastores» capaces de acompañar, de sostener y estimular la vida de sus familias.

Los invito a rezarles juntos y les pido que no se olviden de rezar por mí.

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