Invita a "leer todos los día sun pasaje del Evangelio" y llevarlo en el bolsillo o en el bolso
Por José Manuel Vidal
En su primer ángelus del 2016, el Papa invita a abrir "las puertas de nuestro corazón a Cristo" y advierte contra el "mal que está al acecho ante la puerta d enuestra casa y de nuestro corazón para entrar". Para impedirle la entrada, Francisco invita a los creyentes a llevar siempre en el bolsillo el libro de los Evangelio y leer "todos los días un pasaje".
Algunas frases de la alocución del Papa
"La Palabra se hizo carne"
"La Palabra vino a la tierra, para que la escuchásemos y pudiésemos conocer y tocar con la manos el amor del Padre"
"El evangelista no esconde la dramaticidad de la encarnación del Hijo de Dios"
"La Palabra es la Luz, pero los hombres prefirieron las tinieblas"
"Le hemos cerrado la puerta en la cara al Hijo de Dios"
"Es el misterio del Mal que acecha nuestra vida, que requiere vigilancia y atención, para que no prevalezca"
"El Mal está al acecho ante nuestra puerta"
"Estamos llamados a abrir la puerta de nuestro corazón a la Palabra de Dios"
"Que el Evangelio sea carne en nuestras vidas"
"Ésta es la vocación y la alegría de todo bautizado: indicar y dar Jesús a los demás"
"Y Él nos defiende del Mal y del diablo, que está siempre al acecho delante de nuestra puerta y de nuestro corazón, para entrar"
Saludos después del ángelus
"Saludo a los fieles de Roma y a los peregrinos"
"En este primer domingo del año les deseo paz y bien en el Señor"
"En los momentos alegres y tristes, confiemos en él, que es nuestra misericordia y nuestra esperanza"
"Vence la indiferencia y conquista la paz"
"Recuerdo también aquel consejo que tantas veces os he dado: leer todo los días un pasaje del Evangelio, para conocer mejor a Je´sus, para abrir nuestro corazón a Jesús"
"Y llevar un pequeño Evangelio en el bolsillo o en el bolso"
Texto completo del ñangelus del Papa
"Queridos hermanos y hermanas, que tengan un buen domingo
La liturgia de hoy, segundo domingo después de Navidad nos presenta el prólogo del Evangelio de San Juan, en el cual se proclama que "el Verbo --o sea la palabra creadora de Dios-- se hizo carne y vino a habitar en medio de nosotros".
Esa Palabra, que vive en el cielo, o sea en la dimensión de Dios, ha venido sobre la tierra para que nosotros la escucháramos y pudiéramos conocer y tocar con la mano el amor del Padre. El Verbo de Dios es su Hijo Unigénito, hecho hombre, lleno de amor y de fidelidad. Es el mismo Jesús.
El evangelista no esconde lo dramático de la Encarnación, subrayando que al don del amor de Dios se contrapone la no acogida por parte de los hombres.
La Palabra es la luz, y a pesar de ello --así dice-- los hombres han preferido las tinieblas. La Palabra vino entre los suyos pero ellos no la han recibido. Le han cerrado la puerta en la cara al Hijo de Dios. Es el misterio del mal que insidia nuestra vida y que nos solicita a la vigilancia y atención para que no prevalezca.
El libro del Génesis dice una linda frase que nos hace entender ésto. Dice que el mal 'está escondido delante de nuestra puerta'. Ay de nosotros si lo dejamos entrar, sería él entonces a cerrar nuestra puerta a los demás. Estamos en cambio llamados a abrir enteramente la puerta de nuestro corazón a la Palabra de Dios, a Jesús, para volvernos así sus hijos.
En el día de Navidad ya ha sido proclamado este solemne inicio del evangelio de Juan; hoy nos es propuesto nuevamente. Es la invitación de la santa Madre Iglesia a acoger esta Palabra de salvación, este misterio de luz. Si acogemos, si recibimos a Jesús, creceremos en la misericordia, aprendamos a ser misericordiosos como Él.
Especialmente en este Año Santo de la Misericordia, hagamos realmente que el Evangelio se vuelva siempre más carne también en nuestra vida. Acercarse al Evangelio, meditarlo y encarnarlo en la vida cotidiana es la mejor manera para conocer a Jesús y llevarlo a los otros. Ésta es la vocación y la alegría de cada bautizado: indicar y donar Jesús a los otros, pero para hacerlo debemos conocerlo y tenerlo dentro de nosotros, como el Señor de nuestra vida.
Él nos defiende del mal, del demonio que siempre está agazapado delante de nuestra puerta porque quiere entrar.
Con un renovado impulso de abandono filial nos ponemos nuevamente bajo la protección de María: su dulce imagen de madre de Jesús y madre nuestra, estos días la contemplamos en el pesebre".
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