La Cuaresma es para todos un tiempo favorable para salir de nuestra alienación existencial, gracias a la escucha de la Palabra y a la práctica de las obras de misericordia, tanto corporales como espirituales, recuerda el presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, monseñor Jorge Eduardo Lozano, obispo de Gualeguaychú, en su columna semanal.
El obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, monseñor Jorge Eduardo Lozano, comienza su columna semanal aludiendo al fin de semana largo por los festejos del Carnaval, cuyo sentido original, explica el prelado, “era como una especie de tiempo distendido a fin de tomar envión para el tiempo cuaresmal, identificado con la penitencia, las privaciones, la vida interior. Un llamado a que la Palabra de Dios vaya iluminando cada rincón de la vida.
El tiempo de Cuaresma, dice monseñor Lozano, es como cuando nos disponemos a ordenar el lugar de la casa donde vamos acumulando cosas que no sirven en medio de otras importantes y que pueden deteriorarse por el descuido. Poner orden implica discernir qué cosas pueden ser útiles y cuáles hay que tirar. En la vida nos pasa algo semejante. Debemos desprendernos de viejos rencores, egoísmos, mediocridades que se superponen con las virtudes que necesitamos poner en primer plano.
“La Cuaresma -recuerda el obispo de Gualeguaychú- es un llamado a dejar de lado la monotonía y elegir cada paso. Implica corregir el rumbo (poco o mucho) para orientarnos con claridad hacia el destino que anhelamos. Comienza el 10 de febrero, Miércoles de Ceniza, llamado así por el gesto de la imposición de las cenizas en la misa de ese día, que es una manera de reconocer nuestra condición de pequeñez”.
Monseñor Lozano cita el mensaje del papa Francisco para esta Cuaresma, en el que el pontífice nos enseña que “es siempre un milagro el que la misericordia divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros, impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la Iglesia llama las obras de misericordia corporales y espirituales. Ellas nos recuerdan que nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu, y sobre los que seremos juzgados: nutrirlo, visitarlo, consolarlo y educarlo”. El amor a los pobres y los que sufren no es idealismo fugaz, no es algo abstracto, sino compromiso concreto que se manifiesta en el cuerpo a cuerpo de la cercanía con los hermanos”.
También nos advierte del riesgo de “las estructuras de pecado vinculadas a un modelo falso de desarrollo, basado en la idolatría del dinero, como consecuencia del cual las personas y las sociedades más ricas se vuelven indiferentes al destino de los pobres, a quienes cierran sus puertas, negándose incluso a mirarlos”.
“La Cuaresma de este Año Jubilar es para todos un tiempo favorable para salir de nuestra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia. Mediante las corporales tocamos la carne de Cristo en los hermanos y hermanas que necesitan ser nutridos, vestidos, alojados, visitados, mientras que las espirituales tocan más directamente nuestra condición de pecadores: aconsejar, enseñar, perdonar, amonestar, rezar. Por tanto, nunca hay que separar las obras corporales de las espirituales.”
Cardenal Pironio
Monseñor Lozano señala que hoy (por ayer) se celebra en la basílica de Luján una misa en memoria del cardenal Eduardo Pironio, fallecido el 5 de febrero de 1998 y pide rezar por su pronta beatificación.
Jornada contra la trata
El obispo gualeguaychense recuerda también que mañana, 8 de febrero, se realiza en todo el mundo una jornada de oración y reflexión contra la trata de personas, un drama que afecta especialmente a niñas, niños y adolescentes, marcando sus vidas para siempre. Este fenómeno se refiere a quienes son destinados a la prostitución, al tráfico de niños para su venta o adopción ilegal, al tráfico de personas para la mendicidad o sometimiento a esclavitud, al tráfico de órganos. La fecha se eligió en homenaje a Santa Josefina Bakhita, nacida en Sudán y sometida a esclavitud desde niña, canonizada por san Juan Pablo II en el año 2000. Sumemos nuestro compromiso y oración.
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