El arzobispo emérito de Corrientes recordó que "la intención de sobresalir, sin propósito de servicio fraterno, es denunciada por el Señor como un mal, merecedor de condena y humillación".
En sus sugerencias semanales para la homilía dominical, el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Castagna, afirmó que “Jesús no niega la existencia de los ‘mayores’, pero define su misión al servicio de los ‘menores’”.
“El mayor de ustedes que se haga servidor de los demás. Quien se alaba será humillado, quien se humilla será alabado”, recordó citando el pasaje evangélico de san Mateo.
“Como corolario de lo que enseña, sobre no atribuirse títulos que corresponden al Padre y al Mesías, redefine el concepto de las ‘importancias’”, aseguró.
Monseñor Castagna advirtió que, en la sociedad actual, cunde la desorientación y detalló: “Se desestima la humildad, y se lucha a brazo partido para ocupar los primeros puestos, menospreciando a los pobres y humildes”.
“Está muy lejos del espíritu evangélico la incomprensión de las relaciones personales nacidas de la fe. Las sentenciosas conclusiones a las que arriba Jesús, son comprendidas por ‘los pequeños’ y se les oculta ‘a los sabios y prudentes de este mundo’”, explicó.
“La intención de sobresalir, sin propósito de servicio fraterno, es denunciada por el Señor como un mal, merecedor de condena y humillación: ‘quien se alaba será humillado’”, concluyó.
Texto de las sugerencias
1. Jesús, el Maestro humilde. Jesús observa cómo se comportan los maestros de la Ley e intentan que todos les obedezcan, amparándose en el prestigio de su función oficial. Su enseñanza es clara, avalada por su ejemplar comportamiento. Es la primera lección, que los Apóstoles deben aprender, acreditada por la humildad del Maestro. Jesús es la humildad misma, que le otorga una gran libertad para reprender a los fariseos y maestros oficiales de la Ley: “En la cátedra de Moisés se han sentado los letrados y los fariseos. Ustedes hagan y cumplan lo que ellos digan, pero no los imiten, porque dicen y no hacen”. (Mateo 23, 2-3) Si quienes han recibido la misión de enseñar, no hacen lo que enseñan, se desautorizan como maestros. La gente no les cree y se cierra el paso del Evangelio al pueblo. La fe señala como verdadero lo que los Pastores transmiten, mientras no se aparten de la Palabra de Dios, pero, es su comportamiento fiel el que convence de la eficacia sobrenatural de la enseñanza transmitida.
2.- La libertad logra su propósito en los humildes. Jesús es la misma Palabra encarnada, que actúa con una libertad asombrosa, manifestada ante la atenta mirada del mundo. Sin ningún atisbo de vanagloria se propone como modelo de fidelidad: “Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy tolerante y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su vida. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. (Mateo 11, 29-30) Aquellos fariseos y maestros de la Ley sucumben bajo el peso de mezquinas ambiciones. No son humildes y se pavonean haciéndose llamar “maestros”: “Les gusta ocupar los primeros puestos en las comidas y los primeros asientos en las sinagogas, que los salude la gente por la calle y los llamen maestros”. (Mateo 23, 6) Con qué autoridad habla el Señor, “no como los escribas”, y su palabra es única e irrefutable. La ausencia de santidad debilita el ministerio sagrado y no suscita interés en un mundo, semejante al conformado por el paganismo primitivo. Conocer la doctrina, asistida por una ciencia bíblica y teológica de gran capacidad docente, no es suficiente. Se requiere el testimonio de la santidad. Es preciso mostrar la eficacia de la Palabra de Dios en las vidas de Pastores y catequistas, transformadas por la misma Palabra.
3.- El pecado aun presenta dura batalla. La humildad y el valor de decir la verdad, a quienes corresponda, son rasgos destacables en el comportamiento de Jesús. Están relacionados necesariamente. El “pobre de corazón” - o humilde - es el único capaz de ponerse al servicio incondicional de la verdad. Pero humilde en serio. Jesús lo es, y quienes lo observen sin prejuicios, lo advertirán de inmediato. Es la espontaneidad que acompaña a una vida santa. El ser, transformado por la santidad, se trasciende a sí mismo y se expone al examen de mucha gente desilusionada y deseosa de volver a confiar. Hoy el mundo, en el que la Iglesia está presente, constituye un doloroso desafío a la evangelización. En ningún momento se oyó de Jesús que vivir la fe sería fácil, al contrario. Para ello, desde su Cruz, ofrece la gracia que hace posible esa vivencia. Los dos mil años de la fe cristiana, abunda en prestigiosos ejemplos de evangelizadores santos, que han sembrado y cosechado los frutos de la Redención. Ninguna época se ha constituido en ideal - o de oro - para vivir las exigencias de la fe. El pecado aún presenta dura batalla y debe ser vencido por Cristo, mediante su Palabra y el testimonio de santidad de los cristianos.
4.- El que se alaba será humillado. Jesús no niega la existencia de los “mayores”, pero define su misión al servicio de los “menores”: “El mayor de ustedes que se haga servidor de los demás. Quien se alaba será humillado, quien se humilla será alabado”. (Mateo 23, 11-12) Como corolario de lo que enseña, sobre no atribuirse títulos que corresponden al Padre y al Mesías, redefine el concepto de las “importancias”. La desorientación cunde en la sociedad actual: se desestima la humildad, y se lucha a brazo partido para ocupar los primeros puestos, menospreciando a los pobres y humildes. Está muy lejos del espíritu evangélico, la incomprensión de las relaciones personales nacidas de la fe. Las sentenciosas conclusiones, a las que arriba Jesús, son comprendidas por “los pequeños” y se les oculta “a los sabios y prudentes de este mundo”. La intención de sobresalir, sin propósito de servicio fraterno, es denunciada por el Señor como un mal, merecedor de condena y humillación: “quien se alaba será humillado”.
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