Mons. Arancedo: "La relación con Dios alcanza su momento mayor en la oración y el perdón"

Mons. Arancedo:

El arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, monseñor José María Arancedo, reflexionó sobre la parábola de la oveja perdida, una las elegidas por el papa Francisco para presentar el Año Santo de la Misericordia, y destacó lo importante que es para la vida espiritual ¨tener la imagen de un Dios justo y misericordioso que sale a buscarnos, que se alegra con el encuentro y nos da el abrazo del perdón¨.

¨Una de las mayores revelaciones de Jesucristo, el decirnos que tenemos un Padre que no se olvida de sus hijos. Esta relación con Dios alcanza su momento mayor en la oración y el perdón¨, aseguró.

El arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, monseñor José María Arancedo, reflexionó sobre la parábola de la oveja perdida, una las elegidas por el papa Francisco para presentar el Año Santo de la Misericordia. 

El prelado recordó que en la bula misericoridius vultus, el pontífice afirma que en esa parábola se encuentra "el núcleo del Evangelio y de nuestra fe, porque la misericordia se muestra como la fuerza que todo vence, que llena de amor el corazón y que consuela con el perdón". 

"Qué importante es en la vida espiritual tener la imagen de un Dios justo y misericordioso que sale a buscarnos, que se alegra con el encuentro y nos da el abrazo del perdón. No somos algo indiferente para Él, somos sus hijos. Este es el camino de Dios que hemos conocido por Jesucristo", sostuvo. 

El arzobispo santafesino consideró que ésta es "una de las mayores revelaciones de Jesucristo, el decirnos que tenemos un Padre que no se olvida de sus hijos. Esta relación con Dios alcanza su momento mayor en la oración y el perdón". 

"Llamarlo a Dios Padre es reconocer nuestra grandeza como el límite de nuestra condición de criaturas. La oración nos introduce en esta verdad. Vivir con gratitud esta dimensión del perdón es consecuencia de conocer a Dios como Padre. El perdón sana y es motivo de alegría", agregó. 

Monseñor Arancedo señaló que "éste es el camino de Dios, pero hay un camino del hombre hacia este encuentro con él. El perdón necesita de humildad, de sinceridad y deseos de cambio" y advirtió que "el orgullo, las justificaciones que son un modo de mentira como la dureza de corazón, nos encierran y nos hacen impermeables al encuentro con Dios y al perdón". 

"Cuando la culpa se refiere a un Dios justo y misericordioso vivimos la alegría de la salvación. Además, este perdón que pedimos y recibimos de Dios nos llama a ser testigos ante nuestros hermanos: 'perdónanos nuestros pecados, decimos, porque nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden'. Enséñanos a rezar es como decirle al Señor: enséñanos a perdonar", aseguró.

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