Mensaje Pascual de los Obispos de la Región Patagonia - Comahue

Mensaje Pascual de los Obispos de la Región Patagonia - Comahue

Como cada año, los Obispos de las Diócesis que integran la región Patagonia - Comahue, emitieron un Mensaje para la Pascua 2016, que recibimos en la voz de Marina Pérez Botel de Radio Magna 97.9, Emisora de Comodoro Rivadavia, Argentina.

Texto completo del Mensaje Pascual 2016 de los Obispos de la Región Patagonia-Comahue

“Perseveren en el amor fraterno”  

(Hebreos 15.1-8)

 Queridos hermanos y hermanas:

Contemplando a Jesús Resucitado les deseamos ¡Feliz Pascua! Que toda la felicidad y esperanza que nos trae el paso de la muerte a la vida de Jesucristo lleguen a cada uno. Por Él, con Él y en Él  toda la creación se abre a la certeza que el bien, el amor y la verdad han vencido y siguen venciendo al mal, al odio y  a la mentira.

Nunca nos cansaremos de anunciar que la MISERICORDIA DE DIOS PADRE no tiene límites. Su amor misericordioso asumió rostro humano, visible y palpable, en toda la vida de su Hijo Jesús. Y de una manera especial cuando lo resucita victorioso, desacreditando a quienes con su rechazo y dureza de corazón lo llevaron hasta lo muerte y muerte en cruz, señalándolo así para siempre, como el Camino, la Verdad y la Vida.

1.- En el lejano 1810 hemos comenzado un camino como Nación, ciertamente con avances y retrocesos, divisiones y reconciliaciones, logros importantes y crisis profundas. Mucho trecho hemos recorrido. Mucho queda  por andar. Cercanos ya al 9 de julio, día en que celebraremos el Bicentenario de nuestra Patria, sería muy fecundo como pueblo argentino preguntarnos y reflexionar: ¿Qué patria soñaron nuestros mayores cuando, 200 años atrás, con audacia y esperanza declararon nuestra Independencia? Reconoceremos así, que con sus decisiones, sacrificios, espíritu de cuerpo, afrontaron egoísmos, cobardías, diferencias ideológicas y desilusiones, y apostaron hacer de la Argentina una Nación en la que todos, nativos y extranjeros, podamos vivir y convivir con dignidad.

¿Y nosotros? ¿Qué patria queremos construir hoy y qué país nos proponemos dejar a las generaciones venideras? ¿Cómo nos recordarán en el futuro: como hombres y mujeres que supieron asumir sus responsabilidades ciudadanas, o como personas que estuvieron ocupadas y preocupadas mezquinamente por su solo bienestar, olvidándose de los demás?

2.- Como discípulos de Jesucristo, hijos e hijas de un mismo Padre Dios, y prontos también a celebrar, justamente en Tucumán, cuna de nuestra Independencia, el XI Congreso Eucarístico Nacional (16 al 19 de junio), preguntémonos ¿qué luz nos trae la Pascua en este momento histórico que vivimos? Celebrar la Pascua, como lo hacemos en cada Eucaristía, es decir “Sí” al querer de Dios y de su Reino. Es acoger a Jesucristo Resucitado como “Pan de Vida y Comunión para nuestro pueblo”. Es volver a entusiasmarnos con la plenitud y grandeza con que Él quiere transformar a todo ser humano.

Toda la vida de Jesús refleja su desvelo por construir entre nosotros vínculos profundos y fraternos. Contemplando a Jerusalén, Jesús deja aflorar su tristeza y preocupación: “¡Jerusalén, Jerusalén! … ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste!” (Lc. 13,34). Y en la última cena, a modo de testamento, Jesús reza una y otra vez: “que sean uno, como nosotros somos uno” (Jn 17,22). Él quiere recrear en nosotros nuestra vocación de ser un “PUEBLO DE HERMANOS”. Y nos señala el camino: “el que quiera ser el más grande hágase el último y servidor de todos” (Mc. 9,35), “perdonen siempre” (Lc. 6,27-31), “no busquen los primeros puestos” (Mt. 23,6) “denles ustedes de comer” (Lc.9,13).

3.- En este camino hacia la celebración del bicentenario, muchas veces hemos rezado juntos: “Queremos ser Nación!…una Nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común… para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres…”. ¿Lo queremos de verdad? ¿Creemos que es realizable? ¿O pensamos que es algo inalcanzable? Cristo Resucitado nos alienta y confirma en la certeza de que esto es posible. Guiados por Él y con la fuerza del Espíritu Santo que nos ha dado, no dudamos que “siempre hay posibilidad de cambio. Estamos a tiempo de reaccionar y transformar, modificar y cambiar, convertir lo que nos está destruyendo como pueblo, lo que nos está degradando como humanidad” (De la Homilía del Papa Francisco en Ciudad Juárez)

4.- A la luz de Cristo Resucitado re-proponemos la “Opción Preferencial por los Pobres”, como compromiso de que en el centro de nuestra mente, de nuestras actitudes, de nuestros gestos y de las políticas públicas ha de estar siempre la persona humana, y no un desarrollo a cualquier precio. Queremos re-proponerla como hilo conductor que guíe un progreso humano, justo, integrador y fuente de felicidad para todos, libre de intereses partidarios o corporativos que suelen ocultar mezquindad, injusticias y marginación de personas. Desde esta opción preferencial por los pobres sostenemos algunas prioridades aún con el riesgo de que otros aspectos importantes queden de lado:

– Cuidar una cultura del encuentro y del diálogo. Encuentro fraterno y diálogo honesto como un estilo de vida. Nunca como una simple estrategia para postergar sistemáticamente soluciones que son urgentes. Encuentro y diálogo que nacen de la convicción que todos juntos, en el respeto mutuo, sin acallar ninguna voz, reconociendo errores y reparando daños ocasionados, podremos construir estructuras justas que permitan un orden justo en la sociedad, sin que nadie quede excluido. Todo esto exige no creernos dueños de la verdad, sino buscarla juntos y recibirla como un don, orientados siempre a encontrar respuestas y soluciones para quienes tienen menos posibilidades.

– Privilegiar la solidaridad y la cultura del trabajo. Como Iglesia, en el documento de Aparecida, promovemos “la cultura del compartir en contraposición a la cultura dominante de acumulación egoísta, asumiendo con seriedad la virtud de la pobreza como estilo de vida sobrio para ir al encuentro y ayudar a los hermanos  que viven en la indigencia” (DA. 540). Es cierto que frente a acontecimientos extraordinarios de sufrimiento, son muchos los que expresan su cercanía solidaria, afectiva y efectiva. Pero hemos de reconocer también que esto no siempre es así en el día a día. El AÑO DE LA MISERICORDIA nos interpela a dejar de lado toda indiferencia y hacer concreta nuestra caridad con quien sufre. El amor misericordioso no es teórico sino bien aterrizado. Si no suscita la ternura del corazón, el “dar tiempo” al otro y “abrir los bolsillos” no será auténtico amor cristiano. Frente a las necesidades básicas de los pobres, algunos de nuestros hábitos de consumo pueden ser pecados graves, por la indiferencia y egoísmo que encierran.

La solidaridad se relaciona con la realidad del trabajo y la cultura del trabajo. Nadie, y muy especialmente quienes tienen a su alcance el hacerlo, ha de eximirse del deber de fomentar y cuidar las fuentes de trabajo. Es una responsabilidad primaria del Estado generar situaciones favorables para ello, proteger las fuentes existentes y promover y defender las economías regionales. Tener trabajo y vivir de él dignifica al ser humano. Cultura del trabajo que es urgente recuperar como Nación, para salir de los oportunismos, acomodos y una vida subsidiada.

– Luchar contra la corrupción, la mentira y la deshonestidad cultural. El afán de tener y la sed de poder generan caminos de mentira, de ventajismo a cualquier precio, de explotación y de exclusión que, traspasando las fronteras de la justicia y equidad, destruyen el tejido social, la paz social y el bien común. Así también en el mundo comercial y financiero, el sobreprecio de muchos artículos vitales, el consumismo engañoso y las especulaciones inescrupulosas, falsamente “justificados” por la búsqueda de seguridad económica, dejan a los más pobres indefensos y en la imposibilidad de vivir y alcanzar con serenidad el sustento de cada día. Todo esto se agrava cuando esta mentalidad se enquista en la sociedad.

En ese clima de ambición, el otro pasa a ser una “cosa”, “algo útil”, explotado sin medida,  o “algo que molesta”, a quien hay que eliminar. ¡Cuánta violencia  genera la corrupción! ¡Cuántas vidas arrebatadas! Cuántos abusos de poder! ¡Cuántos proyectos de y para los jóvenes que terminan pisoteados! La propuesta de Cristo Resucitado es claramente otra.

¡Hermanos y hermanas muy queridos! Que la Pascua de Jesucristo renueve nuestra Fe, nuestra vida y nuestra conducta. Que fortalezca nuestro compromiso ciudadano y aliente nuestro caminar acrecentando la comunión, la inclusión y la cercanía fraterna del Reino de Dios que Jesús comenzó. Creamos así que esta historia que vivimos podrá ser, cada vez más, anticipo de la Patria eterna que el Padre, por Cristo y en el Espíritu Santo, nos tiene preparada.

Con un abrazo fraterno y nuestra bendición personal, les reiteramos el deseo de una feliz Pascua para ustedes, su comunidad y su familia.

Marzo del 2016

Virginio D. Bressanelli, scj (Obispo de Neuquén) Fernando Croxatto (Obispo Auxiliar de Comodoro Rivadavia)  Marcelo A. Cuenca (Obispo de Alto Valle del R. N.), Juan José Chaparro, cmf (Obispo de San Carlos de Bariloche) Miguel Ángel D’Annibale (Obispo de Río Gallegos), Joaquín Gimeno Lahoz (Obispo de Comodoro Rivadavia) Esteban M. Laxague, sdb (Obispo de Viedma) José Slaby, c.ss.r. (Obispo de la Prelatura de Esquel), Fernando Bargalló (Obispo emérito de Merlo-Moreno), Miguel E. Hesayne (Obispo emérito de Viedma) Marcelo A. Melani, sdb (Obispo emérito de Neuquén) Néstor H. Navarro y José Pedro Pozzi, sdb (Obispos eméritos de Alto Valle del Río Negro).

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