El Papa recibió a los miembros de la Conferencia Episcopal Italiana. Destacó la centralidad de la fe, la misión de la paz y el compromiso por la dignidad humana como bases del servicio cotidiano, en especial en el marco actual donde la violencia crece.
El Papa León XIV se reunió por primera vez con la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) y a los más de 200 obispos ofreció coordenadas y recomendaciones para el próximo futuro y para reforzar, mejorar o profundizar el trabajo ya iniciado. La audiencia se celebró en el Aula de las Bendiciones, un espacio entre la Basílica y la Plaza “cargado de las emociones que han acompañado los últimos acontecimientos”, dice el Papa en referencia a su elección hace más de un mes.
En su discurso, hizo hincapié en el tema de la paz, un objetivo alcanzable y no “una utopía espiritual”, con programas de educación a la no violencia en las diócesis, iniciativas de mediación en conflictos locales, proyectos de acogida que “transforman el miedo al otro en una oportunidad de encuentro”.
Entre algunas de las direcciones a seguir destacó la cooperación con las autoridades civiles en las cuestiones más relevantes para el bien común; el respeto de la dignidad humana frente a los desafíos que corren el riesgo de “aplastarla”, como la IA, la biotecnología, los medios de comunicación social. También mencionó el diálogo con todas las realidades eclesiales (parroquias, asociaciones y movimientos) como espacios de “escucha intergeneracional” y pidió avanzar en el Camino Sinodal, sin miedo a hacer “opciones valientes”.
En un momento cargado de tensiones internacionales y de violencia recrudecida, el Papa habló a la CEI instando a una “atención pastoral” sobre la paz para convertirse en “artesanos en los lugares de la vida cotidiana”. Resaltó todos los lugares, como las parroquias, los barrios, las zonas del interior del país, en las periferias urbanas y existenciales. Y puntualizando añadió: “Donde las relaciones humanas y sociales se hacen difíciles y el conflicto toma forma, quizá de manera sutil, debe hacerse visible una Iglesia capaz de reconciliación”.
“Espero que cada diócesis pueda promover caminos de educación a la no violencia, iniciativas de mediación en los conflictos locales, proyectos de acogida que transformen el miedo al otro en oportunidad de encuentro. Cada comunidad debe convertirse en una “casa de paz”, donde se aprenda a desactivar la hostilidad a través del diálogo, donde se practique la justicia y se valore el perdón”, subrayó el Pontífice.
“La paz no es una utopía espiritual”, concluyó el Papa y explicó, "es un camino humilde, hecho de gestos cotidianos, que entreteje paciencia y valentía, escucha y acción. Y que reclama hoy, más que nunca, nuestra presencia vigilante y generadora".
El Pontífice también exigió la misma presencia y vigilancia para todos aquellos “desafíos que cuestionan el respeto de la dignidad de la persona humana”, como la Inteligencia Artificial, la biotecnología, la economía de los datos y los medios de comunicación social que “están transformando profundamente nuestra percepción y experiencia de la vida”.
En este sentido advirtió: “La dignidad de la persona humana corre el riesgo de ser aplastada u olvidada, sustituida por funciones, automatismos, simulaciones”. Sin embargo, aclaró que “la persona no es un sistema de algoritmos: es criatura, relación, misterio”. Por eso es urgente que “el camino de las Iglesias en Italia incluya, en simbiosis coherente con la centralidad de Jesús, la visión antropológica como instrumento esencial del discernimiento pastoral”.
“Sin una reflexión viva sobre lo humano -en su corporeidad, en su vulnerabilidad, en su sed de infinito y capacidad de vinculación- la ética se reduce a un código y la fe corre el riesgo de desencarnarse”, advirtió el Papa.
Otra de las recomendaciones de León XIV a la Conferencia Episcopal Italiana fue “cultivar la cultura del diálogo”, porque “es bueno que todas las realidades eclesiales -parroquias, asociaciones y movimientos- sean espacios de escucha intergeneracional, de confrontación con mundos diferentes, de cuidado de la palabra y de las relaciones”.
Citando a san Agustín, el Papa exhortó a los obispos italianos -que en marzo vivieron su Asamblea sinodal que concluyó con el aplazamiento de un documento final- a ir "adelante en la unidad, sobre todo pensando en el Camino sinodal”. Y añadió una exhortación: “Permanezcan unidos y no se defiendan de las provocaciones del Espíritu. La sinodalidad se hace mentalidad, en el corazón, en los procesos de decisión y en los modos de actuar”.
También señaló a los obispos la importancia de los laicos: “Procuren que los fieles laicos, alimentados por la Palabra de Dios y formados en la doctrina social de la Iglesia, sean protagonistas de la evangelización en los lugares de trabajo, en las escuelas, en los hospitales, en los ambientes sociales y culturales, en la economía y en la política”.
Además, recordó “el vínculo especial” que une al episcopado italiano con el Papa, León XIV asegura que se inspira en “los principios de colegialidad” en el ejercicio de su ministerio junto a los prelados: “Colegialidad entre ustedes y colegialidad con el Sucesor de Pedro”, dice, recomendando que el mismo principio de comunión se refleje también en “una sana cooperación con las autoridades civiles”.
“La CEI es, de hecho, un lugar de confrontación y síntesis del pensamiento de los obispos sobre las cuestiones más relevantes para el bien común. Cuando es necesario, orienta y coordina las relaciones de los Obispos individuales y de las Conferencias Episcopales regionales con estas Autoridades a nivel local”
En una Italia en la que se extienden el secularismo, “una cierta desafección hacia la fe” y la crisis demográfica, el Papa -citando primero a Benedicto XVI y luego a Francisco- pide a los obispos “audacia” para “evitar acostumbrarse a situaciones tan arraigadas que parecen normales o insuperables”.
De ahí la llamada a “un renovado impulso en el anuncio y la transmisión de la fe”, para poner “a Jesucristo en el centro” y, siguiendo la estela de la Evangelii gaudium, “ayudar a los hombres a vivir una relación personal con Él, a descubrir la alegría del Evangelio”. Y añadió: “Este es el primer gran compromiso que motiva todos los demás: llevar a Cristo «en las venas» de la humanidad”.
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