Con un llamado a confiar en que Jesús es quien seca las lágrimas a quienes sufren, el Papa León XIV celebró este lunes 15 la vigilia de oración por el Jubileo de la Consolación, en la Basílica de San Pedro.
Por Eduardo Berdejo
“La redención es misericordia y puede hacer mejor nuestro futuro, mientras aún aguardamos el regreso del Señor. Solo Él enjugará toda lágrima y abrirá el libro de la historia permitiéndonos leer las páginas que hoy no podemos justificar ni comprender”, expresó el Santo Padre ante los fieles que asistieron a la basílica vaticana.
El Pontífice pronunció su homilía luego de oír dos testimonios: el de Lucia Di Mauro, una mujer italiana cuyo marido fue asesinado por un grupo de jóvenes, pero que con la gracia de Dios logró perdonar y ayudar a la recuperación de uno de estos; y el de Diane Foley, la madre del periodista James Foley, decapitado por los terroristas del Estado Islámico en el 2014.
El Santo Padre dijo que ambas historias transmiten la certeza de que “donde el dolor es profundo, aún más fuerte debe ser la esperanza que nace de la comunión”, una “esperanza no defrauda”.
El Papa León XIV presidió la vigilia de oración en la Basílica de San Pedro. Crédito: Vatican Media.
En ese sentido, añadió “que el dolor no debe generar violencia”, porque esta no es la última palabra, sino que “es vencida por el amor que sabe perdonar”.
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“¿Qué mayor liberación podemos esperar alcanzar sino la que proviene del perdón, que por gracia puede abrir el corazón a pesar de haber sufrido toda clase de brutalidades? La violencia padecida no puede ser borrada, pero el perdón concedido a quienes la generaron es una anticipación en la tierra del Reino de Dios, es fruto de su acción que pone fin al mal y establece la justicia”, afirmó.
En su homilía, el Pontífice también invitó a “compartir la consolación de Dios con tantos hermanos y hermanas que viven situaciones de debilidad, de tristeza, de dolor”, pues el Señor no deja solos a quienes sufren, “al contrario, precisamente en esas circunstancias estamos llamados más que nunca a esperar en su cercanía de Salvador que nunca abandona”.
León XIV indicó que es verdad que a veces las palabras “no sirven y se vuelven casi superfluas” para poder consolar, y “quizás en esos momentos sólo quedan las lágrimas del llanto”, pues estas expresan sentimientos profundos del corazón herido.
El Papa León XIV se acerca a una de las asistentes a la vigilia de oración. Crédito: Vatican Media.
“Las lágrimas son un grito mudo que implora compasión y consuelo. Pero aun antes son liberación y purificación de los ojos, del sentir, del pensar. No hay que avergonzarse de llorar; es una manera de expresar nuestra tristeza y la necesidad de un mundo nuevo; es un lenguaje que habla de nuestra humanidad débil y puesta a prueba, pero llamada a la alegría”, afirmó.
El Papa recordó que, en sus Confesiones, San Agustín también se preguntaba sobre el origen del mal y las respuestas las encontró en la Sagrada Escritura.
“Hay preguntas que nos repliegan sobre nosotros mismos, nos dividen interiormente y nos separan de la realidad. Hay pensamientos de los que no puede nacer nada. Si nos aíslan y nos desesperan, también humillan la inteligencia. Mejor es, como en los Salmos, que la pregunta sea protesta, lamento, invocación de esa justicia y de esa paz que Dios nos ha prometido”.
Explicó que de esta manera “tendemos un puente hacia el cielo, incluso cuando parece mudo. En la Iglesia buscamos el cielo abierto, que es Jesús, el puente de Dios hacia nosotros. Existe una consolación que nos alcanza cuando ‘se afinca en el corazón’ esa fe que nos parece ‘informe y como fluctuando’, como una barca en la tormenta”.
Antes de culminar su homilía, el Papa León XIV animó a buscar también consuelo en la Virgen María, quien sigue repitiendo: “Yo soy tu madre”. Además, recordó que, como sugiere San Pablo, “cuando se recibe consolación de Dios, entonces se es capaz de ofrecer consolación también a los demás”.
En ese sentido, se refirió también a los sufrimientos causados por las guerras y que exigen seguir rezando y trabajando por el cese de la violencia. “La verdadera consolación que debemos ser capaces de transmitir es la de mostrar que la paz es posible”, expresó.
“Aquellos a los que amamos y que nos han sido arrebatados por la hermana muerte no están perdidos ni desaparecen en la nada. Su vida pertenece al Señor que, como Buen Pastor, los abraza y los estrecha junto a sí, y nos los devolverá un día para que podamos gozar de una felicidad eterna y compartida”, afirmó.
Como parte del programa, el Papa León XIV bendijo unas medallas de cera con la representación del Cordero Pascual, el Agnus Dei, un signo “para recordar que el misterio de Jesús, de su muerte y resurrección, es la victoria del bien sobre el mal”.
“Él es el Cordero que da el Espíritu Santo Consolador, que nunca nos deja, nos conforta en la necesidad y nos fortalece con su gracia”, les expresó el Pontífice.
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